High Hall, Massachusetts, 1777
Aria Markham estrujó el tieso trozo de papel.
-Lo sabía -murmuró, con dedos temblorosos. -Alex está vivo.
La felicidad la invadió. Se dejó caer al suelo junto al escritorio mientras una solitaria lágrima le bajaba por la mejilla. Desde que su tío Elliot le comunicó unas semanas atrás que su hermano se había ahogado al naufragar su fragata, con toda su pesada carga, frente a la rocosa costa de Carolina tras un despiadado ataque de los británicos, la vida de Aria se había convertido en una dolorosa pesadilla. ¿Por qué había tenido que emprender Alex aquel maldito viaje?, se preguntó Aria por enésima vez.
Normalmente se quedaba en casa, pero estaba ansioso por demostrar su apoyo al Ejército Continental en su lucha contra la opresión británica y había decidido supervisar el cargamento de cuero y hierro personalmente. El destino del cargamento era Nueva York, donde un convoy de carros lo llevaría hasta el ejército del general Washington.
Aria suspiró. A Alex siempre le había atraído el mar. Cuatro años atrás, había sido el capitán de uno de los mejores barcos de su padre. Aria, que entonces sólo contaba trece años, idolatraba a su hermano, doce años mayor que ella, y esperaba impaciente a que regresara de sus viajes. Él siempre le traía algo: seda de la China, un colmillo de marfil grabado de la India, una cadena de plata de Inglaterra. Y ella, a cambio, le escribía largas cartas explicándole lo que iba pasando en High Hall Manor.
Después de la muerte de los padres de Aria en un accidente de carruaje, hacía cuatro años, Alex había vuelto a casa, y los dos hermanos habían intentado sanar la herida ocasionada por su pérdida. Costó unos cuantos meses de amargura, pero finalmente la vida fue cayendo en una rutina confortable.
Aria había llegado a descubrir que, con todo, era un arreglo ideal. Alex confiaba en el juicio de la joven y prestaba atención a sus ideas y sugerencias; a su vez, ella respetaba sus opiniones y seguía sus consejos. En cierto modo, no era únicamente su hermano sino también su mejor amigo.
Aria había sido incapaz de creer que estuviera muerto.
Se secó las lágrimas y volvió a leer la nota. Estaba rasgada y sucia; la tinta se había corrido en algunas partes y abundaban las faltas de ortografía. Pero el mensaje era claro: el autor decía haber rescatado a Alex del mar y tenerlo bajo su cuidado. Sin embargo, la última frase la hizo estremecerse: si los Markham querían volver a ver a Alex, tendrían que llevar cincuenta piezas de oro a la posada del Gallo Rojo, en Savannah, antes del primero de junio.
-El uno de junio -susurró Aria. -Faltan menos de dos semanas.
El corazón volvió a latirle con fuerza. Seguro que el tío Elliot ya habría pagado el rescate. El tío de Aria se había instalado en High Hall en cuanto hubo conocido la noticia del ataque contra el barco de Alex. Aria no le tenía excesivo cariño: le resultaba demasiado frío e indiferente.
Aun así, por mucho que le desagradase la autoritaria presencia del tío Elliot, Aria tenía que admitir que le había sido de gran ayuda desde la desaparición de Alex, ya que había asumido las tareas diarias de dirigir los negocios navieros de los Markham y recibir en su lugar a la mucha gente que acudía a ofrecerle el pésame.
Lo que más le dolía era lo rápido que todo el mundo había aceptado que Alex nunca más regresaría. Todos los visitantes que acudieron a High Hall durante los días siguientes al hundimiento del buque, parecían dar más crédito a lo único que Aria era incapaz de creer: que su hermano estuviera muerto. Pero por fin... Se aferró a la nota con fuerza y una ligera sonrisa asomó a sus labios. Ella tenía razón: su hermano estaba vivo.
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Aria y el pirata [Nick Robinson]
RomanceHubo un tiempo en que por amor se emprendían aventuras: El momento de las heroínas de corazón joven, que se enamoran por primera vez con ilusión y valentía, persiguiendo la felicidad en emocionantes historias.