—Ya, pero no puedo tener un perro grande como un caballo paseándose por la cubierta. Puede causar un montón de problemas.
—¿Cómo cuáles?
—No lo sé —contestó Nick, malhumorado, —problemas.
Aria le rascó la oreja a George, y le sonrió cuando soltó una especie de suave y profundo ronroneo.
Después del angustioso viaje que ella y George acababan de hacer, no quería dejarlo en un agujero frío y oscuro.
—No os preocupéis por George; lo tendré conmigo en mi camarote.
Nick se apoyó en el respaldo de la silla y la miró durante largo rato; sus azules ojos mostraban diversión.
—Sois incorregible.
—Quizá, pero no tanto como Alex.
Nick no respondió, pero se quedó donde estaba, sentado, con un brazo apoyado sobre la mesa y los ojos clavados en la joven.
—¿Qué? —dijo ella finalmente, notando su mirada. Le hacía sentir incómoda con solo mirarla.
—¿Qué ganaría vuestro tío si vuestro hermano desapareciera? Vos lo heredaríais todo, no él.
Aria parpadeó ante la inesperada pregunta. ¿De qué estaba hablando Nick?
—¿Y bien? —insistió Nick. Cruzó los brazos sobre el pecho y la contempló con una mirada seria. La luz indirecta, que entraba por las ventanas, volvía sus ojos casi negros y hacía que las pestañas proyectaran una sombra sobre sus mejillas.
—El tío Elliot no heredará nada. Pero será el albacea de sus propiedades. —Aria frunció el ceño; no había pensado en eso antes.
El rostro de Nick se ensombreció.
—Aria, parece que acabáis de entender lo serio que es esto. ¿Quizás os gustaría ver a vuestro tío Elliot en posesión de High Hall y de la Compañía de Tés Markham?
—Y quizás a vos os gustaría tener un ojo morado —le replicó.
—No llegáis a mi ojo —repuso Nick sonriendo burlón. —A ninguno de ellos.
—Ahora sí —dijo ella, alzando la barbilla.
Era cierto. Aunque Nick era alto, ella también lo era. Prácticamente superaba a todas sus amigas, algo que la hacía sentirse torpe e insegura. Su amiga Marian, por ejemplo, era una muchacha pequeña con muchos rizos dorados y una figura curvada que hacía que Aria se sintiera totalmente plana. Los chicos hacían cola para conseguir una sonrisa de Marian, mientras que por lo general no hacían ningún caso a Aria.
Miró a Nick por debajo de las pestañas. Se dio cuenta de que estaba luchado para probarse a sí misma tanto como lo hacía él. Claro que ella no tenía mucho que demostrar.
Intentó recordar lo poco que había oído sobre el pasado de Nick. Alex le había explicado algunos detalles, pero se estaba dando cuenta de que no se lo había dicho todo.
—Quizás este viaje sea una prueba —le dijo, cuadrando los hombros.
—¿Una prueba de qué? —preguntó él, alzando una ceja.
—Nickolas, sé que habéis estado trabajando muy duro para demostrar vuestra valía después de que vuestro padre... —¿Qué le había contado Alex? Aria intentó recordarlo. ¿Algo sobre abandonar su barco a los británicos? ¿Qué era?
—Mi padre no tiene nada que ver con esto —repuso él, con rostro adusto.
—Lo sé —dijo rápidamente, sintiendo que lo estaba estropeando todo. —Pero es una oportunidad de hacerlo bien. Sé que Alex creía en vos, y yo también creo en vos.
La expresión de Nick se suavizó, y sonrió ligeramente.
—No uséis vuestras tretas conmigo. Soy inmune a ellas. Ya he dicho que os ayudaré. Y más vale que vuestro tío no nos pille, o ambos estaremos en un buen lío. Tiene el derecho legal de exigiros que volváis a vuestra casa.
—No tiene ningún derecho legal sobre mí.
—Lo tiene si vuestro hermano os dejó a su cuidado.
— Tonterías. Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
—Aria, el Princesa de los Mares se dedica a burlar el bloqueo. Los británicos están ahí fuera, esperando nuestros barcos, con cañones, fusiles y cualquier mala arma que tengan a su alcance. Quieren vernos a todos en el fondo del mar, y se esforzarán cuanto sea necesario para conseguirlo. —Nick movió la cabeza. —Soy un estúpido por llevaros conmigo, y si no pensara que encontraríais otro barco, uno menos capaz de llevaros a Savannah a salvo, os agarraría, os cargaría sobre mi hombro y os llevaría a casa yo mismo.
—No tengo miedo.
—Deberíais tenerlo.
—Nick, tengo diecisiete años y he tomado una decisión. Juntos iremos en busca de mi hermano y juntos lo traeremos de vuelta.
—No quiero que corráis peligro. —El rostro de Nick mostraba aflicción. —Alex no me perdonaría nunca si algo os ocurriera.
—Podéis impedir que vaya a Savannah en el Princesa de los Mares, pero no podéis impedirme que vaya a Savannah con otro barco.
Una lenta sonrisa curvó los labios de Nick, y Aria no pudo apartar la mirada.
—No me tentéis, querida.
Aria se clavó las uñas en la palma de la mano.
—Yo no soy vuestra querida.
Él recorrió su rostro con la mirada. Pasado un momento se encogió de hombros.
—Esto no nos lleva a ninguna parte. —Se puso en pie. La cabeza casi le llegaba al techo. — Pensaremos lo que debemos hacer en Savannah cuando salgamos del puerto. El resto de los hombres regresarán al anochecer y entonces nos podremos poner en marcha. Mientras tanto, voy a comprobar si han acabado de cargar los víveres.
Aria también se puso en pie, sintiendo la necesidad de hacer algo útil.
—Nick, os... os lo agradezco. Pase lo que pase, ya habéis demostrado ser un auténtico amigo. Tanto de Alex como mío.
Nick se quedó inmóvil, mirándola con una ardiente expresión en los ojos. Un lento escalofrío atravesó a Aria ante esa mirada, como si realmente se hubieran tocado. Él se volvió bruscamente y se dirigió a la puerta.
—Esperad aquí. Enviaré a alguien para que os acompañe a vuestro camarote.
Aria iba a preguntar si podía subir también a cubierta, pero Nick no le dio la oportunidad.
La puerta se cerró tras él antes de que ella pudiera articular palabra.
Se dejó caer lentamente sobre la silla, acariciando distraídamente a George cuando el perro le colocó su húmedo morro sobre la rodilla.
—Bueno —dijo en voz alta a nadie en particular. —Creo que ha ido bastante bien.
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Aria y el pirata [Nick Robinson]
RomanceHubo un tiempo en que por amor se emprendían aventuras: El momento de las heroínas de corazón joven, que se enamoran por primera vez con ilusión y valentía, persiguiendo la felicidad en emocionantes historias.