Capítulo XVII

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—Pensaba que querías saberlo todo sobre el barco, no sobre mí.

—Quiero saber sobre los dos. —Se volvió para mirarlo. —¿Por qué te gusta tanto navegar?

El joven  cruzó  los brazos sobre  el pecho,  inclinó  la  cabeza hacia un  lado  y  la atrapó  con  el  azul de su mirada.

—¿Cómo sabes que lo amo? Quizá sólo lo considere una forma soportable de ganarme la vida.

—Lo sé porque eres diferente cuando estás en tu barco.

—¿En qué soy diferente?

—Eres más seguro de ti mismo. —Apretó los labios y pensó durante un instante. —Y más mandón.

Él le dedicó una sonrisa de soslayo que hizo vibrar el corazón de la chica.

—¿Mandón, eh? Eso resulta gracioso, viniendo de ti.

Aria puso los brazos en jarras.

—¿Estás diciendo que yo soy mandona?

—Has dicho que yo lo era —le indicó, imparcial.

—Sí, bueno, sólo lo decía porque lo eres.

Nick  sonrió  mientras una ráfaga de  viento  le  agitaba los pliegues  de  la  camisa  sobre  los anchos hombros y el pecho.

—Tengo  que  capitanear este  barco, Aria. Se  supone  que  debo  ser  autoritario. Mientras que tú... —Se encogió de hombros.

—Yo también tengo  que  mandar.  High  Hall está a  mi  cargo  desde  que  murió  mi  madre,  cuando  yo tenía trece años. Alex se encargó del negocio, pero yo de la casa.

La sonrisa del joven se hizo más amplia.

—Ahora hablas como mi madre.

—¿Dónde está tu madre? ¿Viene alguna vez contigo?

—No, se  queda,  y  cuida de  la casa  y  de  la  granja. La  voy  a  ver  siempre  que  puedo.  Es...  —Su  sonrisa se  desvaneció  y  dio  paso  a  una nostálgica  tristeza.  —Es una madre  maravillosa. Siempre  lo  ha sido. —Se apoyó en la borda y miró hacia el mar. —Pero no me di cuenta hasta...

—¿Hasta qué?

—Hasta  que  fui adulto. Se  parece  mucho  a  ti, Aria. Tiene  muchas  responsabilidades  cuidando la casa ella sola, sin mi padre, pero nunca se queja.

—Yo no  he  dicho  que  nunca me  queje  —repuso Aria  con  una ligera sonrisa.  —Pero  no  me gustaría que  fuera  de  otra forma. High  Hall es  mi hogar.  Hay  más de  treinta  sirvientes y  tengo  que asegurarme  de  que  cumplen  con  su deber.  —Era  una gran  responsabilidad  y  le  había causado problemas durante meses y meses después de la muerte de su madre. Había tardado  casi un  año  antes de  sentirse  segura en  su papel. Pero  ya  casi no  tenía que  pensar en ello. 

La  mirada de Nick  se  apagó. 

—Nunca se  me  había ocurrido  pensarlo. 

—Pues  deberías. No es muy diferente de ser capitán de un barco.

—Tienes  razón  —dijo,  mirándola con  un  nuevo  respeto. Pasado  un  momento, añadió:  —Eres diferente aquí, a bordo del barco.

—¿De qué manera?

—Hablas más,  entre  otras  cosas. Nunca  me  dijiste  más  de  dos  palabras en  todas las veces  que visité a Alex en High Hall.

—Eso era porque  no  pensaba que  quisieras hablar  conmigo  —le confesó Aria.  —Eres  mayor que yo, y creía que me considerabas una molestia.

—No puedes hablar en serio.

—Es  cierto.  —El viento  sopló  entre  ellos,  revolviéndole el  cabello  ante  la cara  a Aria. Esta  se fijó  en  que  las nubes  eran  más  oscuras  que  antes.  —No  soy  la  única que  se  callaba. Tú tampoco  me hablabas casi nunca.

—Eso es diferente. No soy una persona a la que resulte apropiado conocer.

—Apropiado... —Parpadeó. —¡Qué cosa más ridícula!

Nick sonrió amargamente.

—Existe  una razón  por  la que  nunca me  invitan a las  fiestas  o  a  las reuniones  sociales que organizan tus amigos y las otras familias ricas de Boston.

Ella frunció el ceño.

—Es por tu padre, ¿no? Creo que eso es terriblemente injusto.

Nick apretó los labios.

—No —respondió secamente. —No es por mi padre.

A pesar de su tono, parecía tan dolido que Aria sintió que tenía que decir algo.

—En cuanto  regresemos,  me  encargaré  de  que  te  inviten a  todas las fiestas y  reuniones. Espera y verás.

—No. Más vale que tu nombre no se mezcle con mío.

Aria alzó la barbilla.

—Eso tengo  que  decidirlo  yo,  ¿no  crees?  No  sería honesta si  no  les  explicara  a  mis amigos que  han cometido un error.

Ante eso, Nick no pudo evitar reír.

—Cuando levantas así la barbilla, eres igual que Alex.

—Él cree  en  ti  —insistió Aria.  —No  sé  cuántas  veces le  he  oído  decir  que  te  considera  el hombre más honrado que conoce.

El rostro de Nick adoptó una expresión severa y miró hacia otro lado.

—Todo se lo debo a tu hermano —dijo al cabo de un momento con voz forzada.

—Se lo  has pagado  cien  veces.  Me  dijo  que  eras  el capitán  que  más provecho  le  reportaba.  Eso vale muchísimo.

—Nunca le  podré  pagar por confiar  en  mí cuando  nadie más lo  hubiera hecho.  —De  repente, cuadró  los hombros.  —Vamos. Ven conmigo. Voy  a  hacer  que  la  tripulación  ajuste  el  rumbo. Puedes mirar desde la cubierta de proa.

Aunque Aria no  había  acabado  de  hablar, resultaba evidente  que Nick  sí. 

Así  que  lo  siguió por la  escala  y  se  pasó  la siguiente  hora  contemplando  a  la  tripulación  atar  y  desatar cien nudos diferentes  para  mover  las  velas. Mientras  miraba  a los  hombres, Aria era consciente  de  la presencia de Nick a su lado.

Aria y el pirata [Nick Robinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora