—Pensaba que querías saberlo todo sobre el barco, no sobre mí.
—Quiero saber sobre los dos. —Se volvió para mirarlo. —¿Por qué te gusta tanto navegar?
El joven cruzó los brazos sobre el pecho, inclinó la cabeza hacia un lado y la atrapó con el azul de su mirada.
—¿Cómo sabes que lo amo? Quizá sólo lo considere una forma soportable de ganarme la vida.
—Lo sé porque eres diferente cuando estás en tu barco.
—¿En qué soy diferente?
—Eres más seguro de ti mismo. —Apretó los labios y pensó durante un instante. —Y más mandón.
Él le dedicó una sonrisa de soslayo que hizo vibrar el corazón de la chica.
—¿Mandón, eh? Eso resulta gracioso, viniendo de ti.
Aria puso los brazos en jarras.
—¿Estás diciendo que yo soy mandona?
—Has dicho que yo lo era —le indicó, imparcial.
—Sí, bueno, sólo lo decía porque lo eres.
Nick sonrió mientras una ráfaga de viento le agitaba los pliegues de la camisa sobre los anchos hombros y el pecho.
—Tengo que capitanear este barco, Aria. Se supone que debo ser autoritario. Mientras que tú... —Se encogió de hombros.
—Yo también tengo que mandar. High Hall está a mi cargo desde que murió mi madre, cuando yo tenía trece años. Alex se encargó del negocio, pero yo de la casa.
La sonrisa del joven se hizo más amplia.
—Ahora hablas como mi madre.
—¿Dónde está tu madre? ¿Viene alguna vez contigo?
—No, se queda, y cuida de la casa y de la granja. La voy a ver siempre que puedo. Es... —Su sonrisa se desvaneció y dio paso a una nostálgica tristeza. —Es una madre maravillosa. Siempre lo ha sido. —Se apoyó en la borda y miró hacia el mar. —Pero no me di cuenta hasta...
—¿Hasta qué?
—Hasta que fui adulto. Se parece mucho a ti, Aria. Tiene muchas responsabilidades cuidando la casa ella sola, sin mi padre, pero nunca se queja.
—Yo no he dicho que nunca me queje —repuso Aria con una ligera sonrisa. —Pero no me gustaría que fuera de otra forma. High Hall es mi hogar. Hay más de treinta sirvientes y tengo que asegurarme de que cumplen con su deber. —Era una gran responsabilidad y le había causado problemas durante meses y meses después de la muerte de su madre. Había tardado casi un año antes de sentirse segura en su papel. Pero ya casi no tenía que pensar en ello.
La mirada de Nick se apagó.
—Nunca se me había ocurrido pensarlo.
—Pues deberías. No es muy diferente de ser capitán de un barco.
—Tienes razón —dijo, mirándola con un nuevo respeto. Pasado un momento, añadió: —Eres diferente aquí, a bordo del barco.
—¿De qué manera?
—Hablas más, entre otras cosas. Nunca me dijiste más de dos palabras en todas las veces que visité a Alex en High Hall.
—Eso era porque no pensaba que quisieras hablar conmigo —le confesó Aria. —Eres mayor que yo, y creía que me considerabas una molestia.
—No puedes hablar en serio.
—Es cierto. —El viento sopló entre ellos, revolviéndole el cabello ante la cara a Aria. Esta se fijó en que las nubes eran más oscuras que antes. —No soy la única que se callaba. Tú tampoco me hablabas casi nunca.
—Eso es diferente. No soy una persona a la que resulte apropiado conocer.
—Apropiado... —Parpadeó. —¡Qué cosa más ridícula!
Nick sonrió amargamente.
—Existe una razón por la que nunca me invitan a las fiestas o a las reuniones sociales que organizan tus amigos y las otras familias ricas de Boston.
Ella frunció el ceño.
—Es por tu padre, ¿no? Creo que eso es terriblemente injusto.
Nick apretó los labios.
—No —respondió secamente. —No es por mi padre.
A pesar de su tono, parecía tan dolido que Aria sintió que tenía que decir algo.
—En cuanto regresemos, me encargaré de que te inviten a todas las fiestas y reuniones. Espera y verás.
—No. Más vale que tu nombre no se mezcle con mío.
Aria alzó la barbilla.
—Eso tengo que decidirlo yo, ¿no crees? No sería honesta si no les explicara a mis amigos que han cometido un error.
Ante eso, Nick no pudo evitar reír.
—Cuando levantas así la barbilla, eres igual que Alex.
—Él cree en ti —insistió Aria. —No sé cuántas veces le he oído decir que te considera el hombre más honrado que conoce.
El rostro de Nick adoptó una expresión severa y miró hacia otro lado.
—Todo se lo debo a tu hermano —dijo al cabo de un momento con voz forzada.
—Se lo has pagado cien veces. Me dijo que eras el capitán que más provecho le reportaba. Eso vale muchísimo.
—Nunca le podré pagar por confiar en mí cuando nadie más lo hubiera hecho. —De repente, cuadró los hombros. —Vamos. Ven conmigo. Voy a hacer que la tripulación ajuste el rumbo. Puedes mirar desde la cubierta de proa.
Aunque Aria no había acabado de hablar, resultaba evidente que Nick sí.
Así que lo siguió por la escala y se pasó la siguiente hora contemplando a la tripulación atar y desatar cien nudos diferentes para mover las velas. Mientras miraba a los hombres, Aria era consciente de la presencia de Nick a su lado.
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Aria y el pirata [Nick Robinson]
RomanceHubo un tiempo en que por amor se emprendían aventuras: El momento de las heroínas de corazón joven, que se enamoran por primera vez con ilusión y valentía, persiguiendo la felicidad en emocionantes historias.