Elliot entró en la habitación y dirigió una hosca mirada al pirata.
—¿Qué estáis haciendo aquí?
—Os podría hacer la misma pregunta —replicó DeGardineau.
—Me enviaron una nota. —Elliot sacó un trozo de papel sucio del bolsillo. —Parece haber sido escrita por el mismo...
—¡Esos traidores! —DeGardineau lanzó una mirada hacia las escaleras por las que Crawford y Lila habían desaparecido. —Estaban intentando conseguir todo el dinero que pudieran. ¡No toleraré tal insubordinación!
—¿Qué queréis decir? —Elliot frunció el ceño. —¿Qué traidores? ¿Cómo podía...? —Se hizo la luz. Sacudió la cabeza como para aclarársela. —¿Fuisteis vos quien hizo raptar a Alex? Pero ¿por qué? ¿Cómo...? No lo entiendo.
Nick sonrió torvamente.
—Creo que yo sí. DeGardineau vio la oportunidad de conseguir dinero, y mucho. Os envió la nota de rescate sabiendo muy bien que no querríais que Alex regresara. Luego contactó con vos y os ofreció asegurarse de que eso nunca ocurriera.
—Yo... yo nunca le dije que hiciera daño a nadie. Sólo quería una prueba de que Alex estaba... — Elliot miró a su sobrino y se sonrojó. —Creía realmente que ya estabas muerto, Alex. Sólo necesitaba una prueba para que las propiedades pudieran organizarse rápidamente.
—¿Por qué te iba a importar eso a no ser que..? —El ceño de Alex se volvió más profundo. — Fueras a reclamarlas para ti.
—¡Sólo quería lo que me correspondía! Nunca quise que nadie sufriera daño.
—¿Seguro? —preguntó Nick. —¿Y el ataque al Princesa de los Mares? Le dijisteis a DeGardineau que Aria iba en mi barco. Vos pedisteis que lo atacaran. Cuando eso fracasó, le enviasteis a robar el oro y acabar con nosotros.
—¡No lo entendéis! ¡Fue idea suya! Yo sólo quería... —Se detuvo y lanzó una fría mirada al pirata. —¡Me habéis tomado por idiota! Y ahora todo está perdido.
DeGardineau arrugó el labio.
—¡No seáis tan pelele! Si queréis, aún se puede salvar la situación. Los podemos matar. Le debo una bala a Robinson. En cuanto a su sobrina y su sobrino, se interponen entre vos y vuestros deseos.
Una expresión de horror se adueñó del rostro de Elliot.
—No... no puedo...
—Sí, sí podéis —insistió DeGardineau. —¿No queréis su dinero y su preciosa casa?
—Sí, pero...
—¡Entonces haced lo que debéis hacer! Sacad la pistola.
Despacio, Elliot llevó la mano al bolsillo y sacó una pistola de mango plateado.
—Disparad primero a la chica —ordenó DeGardineau, después de mirar pensativo a Alex, que se apoyaba pesadamente sobre el respaldo de una silla. —Yo dispararé a Robinson.
Un frío temor se apoderó de Nick. Había participado en docenas de sangrientas batallas en la cubierta de barcos, se había enfrentado a feroces cañonazos que habían hecho llorar a los demás hombres y había luchado contra la furia de cientos de tormentas sin sentir la menor inquietud.
Pero ver la temblorosa pistola de Elliot apuntando a Aria le provocó un estremecimiento de miedo que recorrió todo su cuerpo. Para él, la muerte no era nada. Pero que algo le pasara a Aria, lo era todo. No podía permitir que eso ocurriera.
—Elliot. —El hombre apartó reacio la vista de Aria. —¿Confiáis en DeGardineau? Cuando nos hayáis matado, os chantajeará durante el resto de vuestra vida. Nunca tendréis paz. Os hará pagar y pagar y pagar.
Nick pudo ver la duda en el rostro de Elliot.
—No le escuchéis —replicó secamente DeGardineau. —Dirían cualquier cosa para salvarse.
Elliot se secó el sudor de la frente con la manga y Nick se fijó en lo mucho que le temblaban las manos. Estaba indeciso, inseguro y asustado.
Elliot miró a DeGardineau y parpadeó. Una. Dos veces.
—Tiene razón —dijo lentamente. —Si hago esto, nada os impedirá robarme todo lo que esperaba ganar. —Bajó el arma. —No puedo, DeGardineau. Esto se acaba aquí.
—Esto acabará cuando yo lo diga —replicó el pirata. Sucedió tan deprisa que nadie lo vio venir. Un segundo antes, el pirata estaba frente a ellos, con el semblante oscurecido y amargo. Al siguiente, levantó la pistola y disparó. Elliot se tambaleó y George se puso en pie.
—Que nadie se mueva —ordenó DeGardineau, apuntando a Aria, —o la chica morirá.
—Me habéis disparado —dijo Elliot mirando anonadado la sangre que le empezaba a manchar la casaca.
—Oui. No necesito a un hombre con conciencia. —El francés apuntó a la cabeza de Aria. — Ahora os toca a vos.
George alzó las orejas y gruñó.
DeGardineau miró y apuntó el cañón de su pistola.
—No —gritó Elliot, aunque fue más un susurro que otra cosa. Intentó alzar la pistola, pero no tenía fuerzas. Los ojos se le llenaron de lágrimas. —Aria. Lo siento. Lo siento... tanto. —Cayó al suelo inerte.
DeGardineau preparó el arma.
Nick se tensó, preparándose para saltar e interponerse entre la bala y Aria.
«¡Que Dios nos ayude!»
Un sonido bajo y profundo resonó junto a Nick y éste bajó la mirada hacia George. El perro estaba en pie, con el pelaje erizado, los labios retorcidos, gruñendo y mirando fijamente a DeGardineau.
—Mademoiselle —dijo el pirata con un brillo en los ojos, —decid adiós.
—¡George! —exclamó Nick, súbitamente. —¡A por él!
George saltó, y los sesenta kilos de peludo perro se estrellaron contra el pirata. DeGardineau sólo tuvo tiempo de gruñir antes de caer al suelo. La pistola salió volando de su mano cuando las enormes pezuñas del perro le aplastaron el pecho.
Los dos rodaron en un lío de pelo y ropas mientras George mordía todo cuando se ponía a su alcance. Los gruñidos del perro y los gritos del pirata inundaron la sala. Nick se apresuró a recoger las pistolas de Elliot y DeGardineau. Puso una en manos de Aria y se quedó con la otra.
Los gruñidos y gritos habían cesado. George tenía al hombre prisionero, rodeándole el cuello con sus enormes fauces. Si DeGardineau intentaba moverse, George apretaba la mandíbula hasta que el pirata desistía.
—Robinson —resolló DeGardineau. —Haz... que... pare. —El pirata había perdido la pistola, su ropa estaba rasgada y rota, y tenía una herida en la mejilla. Estaba aterrorizado, y George lo tenía agarrado con tanta fuerza por el cuello que casi no podía respirar.
—¡Capitán!
Smythe y Branson estaban en el umbral; otros miembros de la tripulación miraban por encima de sus hombros.
El segundo de a bordo miró hacia donde yacía Elliot, en medio de un charco de sangre.
—Capitán, ya sé que dijiste que no viniéramos, pero...
—Me alegro de que estéis aquí —contestó Nick. Se inclinó sobre DeGardineau. —Si te saco al perro de encima, ¿dirás la verdad sobre mi padre?
DeGardineau intentó asentir con la cabeza, pero no pudo.
—¡Sí! — consiguió decir finalmente, casi sin aliento.
—¡Muy bien! Pero te lo advierto: si no lo haces, llevaré al perro a visitarte a la prisión. Y no lo volveré a detener. —Nick se incorporó. —George, suéltale.
El perro gruñó, pero no se movió.
—Déjale, George —insistió Nick, agarrando al perro por las orejas.
***
¡Cambio de planes! Queda un solo capítulo, el cual subiré el martes, por el día de los enamorados💓
Así que si quieren el final, porfis voten y comenten. Les dejo un besotote😙😙😙
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Aria y el pirata [Nick Robinson]
RomansHubo un tiempo en que por amor se emprendían aventuras: El momento de las heroínas de corazón joven, que se enamoran por primera vez con ilusión y valentía, persiguiendo la felicidad en emocionantes historias.