Capítulo XXVI

245 22 3
                                    

—¿Y quién haría algo así?

—Sólo hay una persona que se beneficie si Alex y tú no regresáis a casa. Tu tío.

Aria dejó el martillo en el cubo y se volvió a mirar las altas olas. Lo que le acababa de decir Nick hizo que la cabeza le diera vueltas.

—¿Crees... crees que el tío Elliot envió ese barco para capturarnos?

—No tenía intención de capturarnos; estaba intentando hundirnos. Si ni tú ni tu hermano regresarais... —Nick se encogió de hombros. —Se quedaría con todo.

—¡No puedo creerlo! El tío Elliot nunca haría una cosa así.

—Es el único que saldrá perdiendo si consigues objetivo.

Aria se apretó las sienes.

—Si es cierto que el tío Elliot está detrás del ataque, entonces es culpa mía que Lucas esté herido.

Nick frunció el ceño. 

—Aria, no puedes responsabilizarte de los actos de tu tío.

La joven suspiró y se apoyó en la borda recién reparada para que el viento fresco le diera en la cara. Nick tenía que estar equivocado. No podía creer que su propio tío pudiera ser tan cruel. Lo único que quedaba por hacer era rescatar a Alex. El barco se alzó sobre una ola y luego cayó, y Aria no pudo evitar una sonrisa. Después de rescatar a Alex, quizá lo pudiera convencer para que la llevara a navegar.

—Me encanta el mar.

Nick se sorprendió de su repentino cambio de humor.

—A mí también —dijo un instante después. —Los Robinson siempre hemos sido aventureros. Lo llevamos en la sangre.

Aria lo miró con curiosidad.

—¿Qué harás cuando te cases?

La pregunta pareció dejarlo atónito.

—¿Cuándo qué? —preguntó con voz sorprendida.

—Cuando te cases. ¿Qué harás con tu familia? No puedes marcharte durante meses y meses y al mismo tiempo tener una familia.

—No he pensado en ello. Supongo que, después de un tiempo, podría contratar capitanes para gobernar mis barcos.

—¿Cuántos barcos vas a tener?

—Docenas —respondió con una sonrisa.

Aria no podía apartar la vista de los labios del joven. Los mismos labios que la habían besado.

El recuerdo de aquel beso hizo que las mejillas le ardieran.

—Espero que lo consigas.

—Y yo. —Nick suspiró y se frotó el mentón con la mano. —Si tu tío está intentado impedir que lleguemos a Savannah, deberemos llevar mucho cuidado. 

—¿Cómo?

Aria se fijó de repente en que Nick parecía cansado y tenía unas ligeras ojeras. No era sorprendente: con la batalla y las reparaciones del barco, dudaba que se hubiera preocupado por comer.

—¿Has comido algo?

—No. Aún no. ¿Por qué? —contestó mirándola con el rostro serio.

—Vamos. —Aria se incorporó. —Little ha hecho estofado de cordero, que está delicioso.

—No. Aria, tenemos que hablar.

—Podemos hablar en tu camarote mientras comes. Creo que deberías ir y...

—Si tu tío envió a los piratas, entonces es que ha decidido que puede prescindir de ti. Su siguiente intento no será tan delicado.

Aria se quedó con la boca abierta, intentando asimilar aquella información. Que el tío Elliot no hubiera movido un dedo para ayudar a Alex era una cosa, pero creer que intentaría matar a alguien voluntariamente...

—Sé que es lo que parece, pero el tío Elliot nunca haría una cosa así. 

—Quizá no, o quizá sí. Aria, piénsalo. Si nos matan de camino a Savannah, Alex también morirá y tu tío se convertirá en el único heredero. En cierto modo, le has brindado una gran oportunidad al salir corriendo para salvar tu sola a Alex.

—No estoy sola —remarcó Aria, intentando aún dudar que su tío Elliot pudiera ser tan despiadado. —Te tengo a ti. —Nick se quedó de piedra y Aria sintió que le ardían las mejillas. Vaya, no había querido decir eso. Consiguió forzar una sonrisa. —Y a George para protegerme.

La expresión de Nick se ensombreció, pero antes de que ella pudiera decir nada más, el joven volvió el rostro. Si hubiera sido otra persona, Aria habría pensado que sus palabras le habían herido los sentimientos. Pero Nick no era de ese estilo; era tan descarado como su hermano y no le importaba en absoluto lo que ella pudiera creer o sentir.

Cruzó los brazos y se estremeció.

—¿Qué hacemos ahora?

—Correr todo lo que podamos hasta llegar a Savannah y confiar en que tu tío no haya enviado más barcos.

Era muy arriesgado. De repente, Aria se dio cuenta de que era perfectamente posible que el barco pirata regresara para terminar lo que había empezado. Y si no lo hacía, fuera quien fuese quien quería impedirles llegar a Savannah, podía haber enviado otro barco tras ellos.

—¿Nick?

—¿Sí? —Alzó los ojos con una mirada preocupada.

—Gracias. —No era mucho, pero era todo lo que le podía dar. Él estaba arriesgando mucho: su barco, su vida, las vidas de sus hombres. Todo por el hermano de Aria.

La expresión de Nick se suavizó. Alargó la mano y le pasó el dedo por la mejilla. 

—Tú y Alex haríais lo mismo por mí —dijo con voz suave.

—Sí, lo haríamos. —Vio que Nick tenía la mirada clavada en ella y le ofreció una trémula sonrisa. —Bueno, yo lo haría. No debería hablar por Alex.

—Muy pronto podrá hablar por sí mismo. —Nick le apartó un mechón de cabello que le caía por la cara y, por un instante, su mano se quedó sobre la mejilla de la muchacha. Antes de darse cuenta, ella se reclinó hacia él. Notó el calor de los dedos del joven contra su piel.

Aria cerró los ojos, saboreando la sensación, disfrutando del repentino silencio que parecía rodearlos. El momento se alargó. Ni ella ni Nick se movieron. Aria sintió un ligero escalofrío y alzó el rostro hacia el joven.

Nick dejó caer la mano.

—Aria, no. —Su voz era dura. A Aria se le encogió el corazón al oírle.

 —Sólo quería...

—No sabes lo que quieres. —Nick agarró el cubo de los clavos. —Tengo trabajo. Si queremos llegar a Savannah, hay que reparar el barco, y eso ya nos llevará unos días. Mientras tanto, encárgate de Lucas.

Aria consiguió asentir.

—Claro. Debería ir ahora mismo a ver como está. —Con el corazón en un puño, se volvió y se alejó apresuradamente, casi corriendo. Pero no podía huir de lo que sentía en su interior, porque se le partía el corazón a cada paso que daba.

Aria y el pirata [Nick Robinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora