Aria se puso en pie de un salto y rodeó con los brazos el cuello de Nick en un impulsivo abrazo.
—¡Oh, muchísimas gracias! ¡Sabía que me ayudaríais!
Nick no se movió. Ni en sus sueños más locos se habría imaginado a la fría y calmada Aria Markham abrazándolo. Se quedó completamente quieto, consciente del sedoso tacto del pelo de la chica contra su mejilla, de la calidez de los brazos que le rodeaban el cuello.
Ella lo soltó rápidamente y se sentó de nuevo; su rostro irradiaba felicidad.
—Podemos partir enseguida y...
—Esperad. Aria, primero hay cosas que necesito saber. ¿Qué decía exactamente la nota?
Aria arrugó el entrecejo y habló despacio, como recordando palabra por palabra.
—Decía que habían capturado a Alex y que si la familia Markham quería volver a verlo, tenía que llevar cincuenta piezas de oro a Savannah.
—¿Mencionaba algún sitio en concreto?
—Sí. La posada del Gallo Rojo.
Nick asintió distraídamente mientras valoraba sus opciones. Cuando todo lo que veía ante sí era una vida de pillaje y vergüenza, Alex Markham le demostró que estaba equivocado. Le ofreció trabajo cuando nadie más lo habría hecho, y siempre había confiado en él sin reservas. Y Nick le había devuelto el favor convirtiéndose en el capitán más digno de esa confianza de toda la flota de Alex.
De muchas maneras, Alex Markham era el hermano que Nick nunca tuvo.
Nick habría caminado sobre hierros al rojo para ayudarle, costase lo que costase.
—Le debo a Alex más de lo que soy capaz de expresar. —Y le pagaría la deuda yendo tras él, y cuidando de su hermana en su ausencia.
Nick miró a Aria, y volvió a notar el cansancio tras la alegría y las ligeras ojeras bajo los ojos.
—¿Cómo llegasteis a Boston?
—Caminando. —Aria sonrió débilmente. —Y caminando y caminado.
—¿Desde High Hall? Está a kilómetros de aquí.
Aria hizo una mueca de dolor mirándose las polvorientas botas.
—Tengo ampollas que lo prueban.
—¿Por qué no tomasteis uno de los carruajes?
Aria se sacó el sombrero de la cabeza y lo dejó en la mesa frente a sí. Más mechones de pelo rojizo se habían escapado de la cinta y le enmarcaban el rostro. —Tenía miedo de tomar un carruaje porque mi tío Elliot podría haber intentado detenerme.
—¿Vuestro tío está en High Hall?
Aria asintió.
—Vino en cuanto se enteró de lo de Alex. Cree que la nota de rescate es un engaño, y yo no tenía tiempo para intentar convencerlo de lo contrario. No es de los que cambian fácilmente de opinión.
Nick había conocido al tío de Aria, así que no le costó creerla. Sabía que era un hombre frío, y tan astuto como una serpiente.
—Así que hicisteis todo el camino hasta aquí sin ninguna protección.
—Tenía a George.
—Lo que decía, llegasteis hasta aquí sin ninguna protección.
Los labios de Aria esbozaron una sonrisa.
—George me habría protegido si me hubiera encontrado realmente en peligro.
Nick miró al perro, que estaba tumbado sobre el suelo, roncando. El enorme chucho estaba tendido sobre el lomo con las patas en alto y las orejas planas sobre el suelo. Nick soltó un bufido de burla.
—Este chucho protege menos que una mantequera rota. Aria, no apruebo lo que habéis hecho, era peligroso, con o sin el chucho, pero...
—¿Pero? —Los verdes ojos de Aria refulgieron desafiantes.
—Me alegro de que hayáis acudido a mí —respondió él con una sonrisa.
Después de un momento de sorpresa, Aria sonrió.
—Yo también, Nickolas, tenemos menos de dos semanas para llegar a Savannah. He pensado que quizá deberíamos...
—¿«Deberíamos»? —interrumpió Nick. —No he dicho que ambos fuésemos a Savannah. Yo voy a Savannah. Vos os quedáis aquí con mi madre hasta que...
—¡No habláis en serio! —Las mejillas de Aria enrojecieron y sus labios se cerraron con firmeza. —Alex es mi hermano, Nick. Me voy con vos.
—No, no venís —replicó Nick en un tono igual de firme. —Será peligroso. Los británicos están ahí fuera, y también una horda de piratas y todo tipo de peligros. No dejaré que arriesguéis la vida.
—No soy una niña.
No, no lo era. Y el que hubiera conseguido llegar tan lejos sin ser descubierta era la prueba.
—Ya lo sé. Sois una dama, y Alex no querría que vos...
—Alexander haría lo mismo por mí o por vos. Lo sabéis bien.
—Aria, sed razonable. No puedo llevaros y...
—Si no me queréis llevar —replicó agarrando el sombrero y poniéndose en pie, —ya convenceré a algún otro para que lo haga. Hay más barcos y tengo suficiente oro para pagarme el pasaje.
Nick vio la determinación que brillaba en sus ojos.
—Sentaos.
—El Princesa de los Mares no es el único barco. Puedo...
—Aria —insistió secamente, —sentaos.
Ella se dejó caer de nuevo sobre la silla, con las mejillas ardiendo y los ojos reluciendo a la defensiva.
—Voy con vos lo queráis o no.
Nick se pasó una mano por el pelo. La situación ya era lo suficientemente difícil sin contar con la presencia de Aria a bordo del barco.
Pero ella estaba en lo cierto, había otros barcos y no tenía ninguna duda de que si enseñaba el suficiente oro, alguno de ellos la llevaría a donde quisiera. Lo que significaría que llegaría a Savannah sin nadie que la protegiera, si es que finalmente llegaba... Los marineros eran un grupo muy curioso; mostraban gran respeto hacia algunas mujeres y muy poco hacia otras. Y durante su vida en el mar, Nick había visto de todo.
—Muy bien. Os llevaré.
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Aria y el pirata [Nick Robinson]
RomanceHubo un tiempo en que por amor se emprendían aventuras: El momento de las heroínas de corazón joven, que se enamoran por primera vez con ilusión y valentía, persiguiendo la felicidad en emocionantes historias.