Capítulo XIX

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—¿Capitán?  —chilló  Smythe.  —¿No  deberíamos arriar  las velas?  Es una locura ir  directos hacia ellos. ¿No intentas... no tendrás intención de embestirlos?

—A todo trapo, Smythe. 

Smythe  tragó  saliva,  evidentemente  descontento. 

—Muy  bien,  mi capitán  —fue,  sin  embargo, todo lo que dijo. Smythe  podía  estar bajo  el  hechizo  de Nick, pero Aria  no  lo  estaba. Quería protestar. Estaban yendo hacia el peligro, no huyendo de él.

Se oyó  otra explosión,  y  luego  otra  más. Inmediatamente, una descarga de  cañón  fue hacia  ellos. Algunos tiros fallaron  y  varios estuvieron  a punto  de  dar en el  palo  mayor.  Dos rompieron  varias velas. Uno  pasó  silbando  tan  cerca  que Aria vio  que  iba a  dar  en la cubierta.

Los  hombres  se apresuraron a apartarse. La bala golpeó  la cubierta  y  provocó  un  gran  crujido, que  hizo  temblar  todo  el barco. Saltaron astillas de madera y se elevó una columna de humo.

—Apagad ese fuego —gritó Nick.

—Capitán  —insistió  Smythe,  con  el grueso rostro  cubierto de  sudor.  —¡Estamos  dentro  de  su alcance de fuego! Debemos virar...

—Mantén el rumbo —le interrumpió Nick.

Smythe tragó saliva, luego asintió con la cabeza. Los  barcos se  aproximaron  y  el fuego  continuó. Varios  disparos  más se  acercaron  a la cubierta, pero la mayoría erró el tiro. El humo lo llenaba todo, y los hombres murmuraban inquietos.

Aria se  atrevió  a  mirar por  encima  de  la borda al  barco  que  se  acercaba.  Era  hermoso:  los dos barcos sobre  las  olas, aproximándose  cada vez  más.

Hermoso  y  mortal.

Un escalofrío  le  recorrió  la espalda al  ver  dos  nuevas balas que  se  dirigían  hacia  ellos. Una atravesó  la  vela  mayor  y  le  hizo  un gran  agujero, pero  la  otra pasó  por encima  del barco  sin  causar daños  y  cayó  en el  agua al otro lado.

—Capitán, ¿debo decirles a los hombres que contesten al fuego? —preguntó Smythe. Nick  permaneció  inmóvil, con  las  manos  a  la  espalda;  el  viento  le  azotaba  el negro  cabello  y  sus ojos parecían  fríos  como  la  ceniza.

El barco  pirata  disparó  otro  cañonazo,  que  pasó  por  encima del Princesa de los Mares y se estrelló contra el mar. Una ligera sonrisa  curvó  los  labios de  Nick. 

Aria se  frotó  la  cadera  y  se  preguntó  qué  le podía parecer  tan divertido. Los  hombres  mascullaban  y  maldecían,  pero  permanecían en sus puestos. 

Aria se  dio  cuenta de  que  eso  demostraba lo  mucho  que  confiaban  en  su capitán. Podía  ser  que  no  entendieran  sus intenciones,  pero  estaban  dispuestos a  dejarle  que  decidiera su suerte. El mar  subía y  bajaba  mientras el  viento  ganaba  fuerza;  la tormenta se  cernía  sobre  ellos,  y  las nubes  eran  tan  amenazantes  como  el barco  que  tenían  enfrente.

Un  cañón  del barco  pirata escupió  fuego  y  humo  poco  antes  de  que  otra bala pasara por  encima de  ellos y  cayera  al  mar. 

Una segunda corrió la misma suerte. De repente, en el rostro de Nick se dibujó una gran sonrisa.

—Estamos por debajo  de  su  alcance  —dijo,  y Aria notó  el alivio  en su  voz.  —Smythe,  fuego  a discreción.

Aria y el pirata [Nick Robinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora