—¿Capitán? —chilló Smythe. —¿No deberíamos arriar las velas? Es una locura ir directos hacia ellos. ¿No intentas... no tendrás intención de embestirlos?
—A todo trapo, Smythe.
Smythe tragó saliva, evidentemente descontento.
—Muy bien, mi capitán —fue, sin embargo, todo lo que dijo. Smythe podía estar bajo el hechizo de Nick, pero Aria no lo estaba. Quería protestar. Estaban yendo hacia el peligro, no huyendo de él.
Se oyó otra explosión, y luego otra más. Inmediatamente, una descarga de cañón fue hacia ellos. Algunos tiros fallaron y varios estuvieron a punto de dar en el palo mayor. Dos rompieron varias velas. Uno pasó silbando tan cerca que Aria vio que iba a dar en la cubierta.
Los hombres se apresuraron a apartarse. La bala golpeó la cubierta y provocó un gran crujido, que hizo temblar todo el barco. Saltaron astillas de madera y se elevó una columna de humo.
—Apagad ese fuego —gritó Nick.
—Capitán —insistió Smythe, con el grueso rostro cubierto de sudor. —¡Estamos dentro de su alcance de fuego! Debemos virar...
—Mantén el rumbo —le interrumpió Nick.
Smythe tragó saliva, luego asintió con la cabeza. Los barcos se aproximaron y el fuego continuó. Varios disparos más se acercaron a la cubierta, pero la mayoría erró el tiro. El humo lo llenaba todo, y los hombres murmuraban inquietos.
Aria se atrevió a mirar por encima de la borda al barco que se acercaba. Era hermoso: los dos barcos sobre las olas, aproximándose cada vez más.
Hermoso y mortal.
Un escalofrío le recorrió la espalda al ver dos nuevas balas que se dirigían hacia ellos. Una atravesó la vela mayor y le hizo un gran agujero, pero la otra pasó por encima del barco sin causar daños y cayó en el agua al otro lado.
—Capitán, ¿debo decirles a los hombres que contesten al fuego? —preguntó Smythe. Nick permaneció inmóvil, con las manos a la espalda; el viento le azotaba el negro cabello y sus ojos parecían fríos como la ceniza.
El barco pirata disparó otro cañonazo, que pasó por encima del Princesa de los Mares y se estrelló contra el mar. Una ligera sonrisa curvó los labios de Nick.
Aria se frotó la cadera y se preguntó qué le podía parecer tan divertido. Los hombres mascullaban y maldecían, pero permanecían en sus puestos.
Aria se dio cuenta de que eso demostraba lo mucho que confiaban en su capitán. Podía ser que no entendieran sus intenciones, pero estaban dispuestos a dejarle que decidiera su suerte. El mar subía y bajaba mientras el viento ganaba fuerza; la tormenta se cernía sobre ellos, y las nubes eran tan amenazantes como el barco que tenían enfrente.
Un cañón del barco pirata escupió fuego y humo poco antes de que otra bala pasara por encima de ellos y cayera al mar.
Una segunda corrió la misma suerte. De repente, en el rostro de Nick se dibujó una gran sonrisa.
—Estamos por debajo de su alcance —dijo, y Aria notó el alivio en su voz. —Smythe, fuego a discreción.
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Aria y el pirata [Nick Robinson]
RomantikHubo un tiempo en que por amor se emprendían aventuras: El momento de las heroínas de corazón joven, que se enamoran por primera vez con ilusión y valentía, persiguiendo la felicidad en emocionantes historias.