PARTE 7

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¿De verdad todo esto era real?
Ya no sabía ni qué pensar.

Cuando pronunció aquellas palabras, una sensación de cosquilleo me hizo estremecer.
No sabía qué clase de sentimiento quería demostrarme aquel extraño signo, pero era diferente para mí. Fue un sentimiento que no había experimentado antes, y, en cierta manera, me daba miedo. Tenía miedo a lo desconocido.
Tampoco sabía si sería bueno para mí, aunque lo dudaba: ¿Qué le diría a mis amigos, familia y todas las personas relacionadas con mi vida? ¿Que me había enamorado de un ser que sólo yo podía ver y oír? ¿Que me había enamorado de un espíritu?
No, definitivamente no podía decir nada relacionado con esas preguntas.

Fue entonces cuando comencé a recordar, recordar a aquel chico como si no fuera un simple producto de mi imaginación, recordar el por qué se quedó conmigo, y, sobre todo, recordar cómo y cuándo creció junto a mí:

Una mujer dio a luz a una niña de rizos poderosos, quién recibió el nombre de Margaret.
No llegaron a tiempo al hospital por unos cuántos metros, por eso nació en un campo de impolutas margaritas blancas:
De ahí su precioso y remilgado nombre.

Creció muy deprisa, incluso antes de que se pudieran dar cuenta.
Lloró, rió, gozó, bailó, cantó, corrió... Hacía todo lo que una niña de su edad debía hacer, hasta que apareció él:
Llegó como la brisa que impulsa un velero, como el aire que es capaz de extinguir el fuego de una vela recién encendida.
Pero, por supuesto, ella no lo vió llegar, nadie lo vió llegar. Aunque, en realidad, ella si podía haberlo visto llegar, pero él aún no reunía el valor necesario como para aparecer delante de sus lindos ojos.

Lo primero que él hizo fue velar por ella. Cuidó de ella cómo si de su propio bebé se tratara, aunque sabía perfectamente que no se trataba precisamente de su bebé, la amaba mucho más que a un hijo, y pronto ella lo descubriría.

Pasaron los años y él no se atrevía a presentarse frente a ella. De vez en cuando, acariciaba el bello rostro de la joven. Se acostaba junto a ella por las noches, y, cuando los primeros suspiros y movimientos se dejaban oír entre las sábanas, desaparecía en la madrugada para que ella no le viera...

Hasta el día en el que decidió que ya había esperado bastante :
Esta vez el desesperado joven si reunió el valor necesario como para dejarse ver delante de su lindo y esbelto cuerpo.
Empezó dándole inútiles y extrañas pistas, pero él mismo sabía de sobra que aquello no iba a durar demasiado tiempo, se moría porque ella supiera que existiera, por notar la calidez de su aliento rozando sus párpados, pero era consciente de que eso no podía pasar, y pronto ambos lo sabrían.

Por eso, después de escribir aquella carta y mandarla por un falso correo, después de verla sentada sobre su cama leyendo su pulcra escritura, decidió hacerse ver.
Le gustaba verla tan concentrada en sus cosas, sobre todo leyendo su papel, pero ya era incapaz de esperar más tiempo.

La amó, la amaba y la seguirá amando.

Entre Dos Almas  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora