PARTE 28

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-Existen seres vengativos, crueles, piadosos... Que no suelen conformarse con solo una muerte, ni tampoco una sola pizca de sufrimiento. Esas criaturas se alimentan de la ira  de una persona humana. Cuanto más caos haya, más inmenso será su poder.

Derek se detuvo unos instantes para mirarme a los ojos y asegurarse de que verdaderamente estaba atenta a sus palabras.
Después, prosiguió:

-Como ya dije antes, la hermana de Jorge no era quién él creía que era realmente.

Repasé de uno en uno los alocados pensamientos que mi mente producía, pero ninguno me resultaba lo demasiado creíble como para compararlo con aquella situación.

-Entonces, si realmente no era su hermana... ¿De quién se trataba?

Derek suspiró y se llevó la mano a la nuca por décima vez.
Estaba nervioso.

Transcurrieron unos segundos bastante incómodos para los dos.
Para él, porque no encontraba las palabras exactas para no omitir ni un detalle, y no sabía ni cómo empezar. Y, para mi, porque la intriga me producía un lioso nudo en la garganta que incluso me impedía respirar.

-Era... ¿Humana? - Me atreví a preguntar. Pues, en aquel entonces, cualquier disparate parecía tener su propio sentido.

Tomó aire un par de veces, por si, por algún motivo le llegara a faltar.
Después, me respondió.

-No. - Al ver mi expresión dubitativa, alzó la palma de su mano derecha, reclamando mi silencio. - Ella era una de esos seres malignos. Se alimentaba del sufrimiento y del dolor de las personas inocentes.  A cada uno de esos seres, le correspondía un humano. Y a ella le tocó Jorge. Jorge pasó toda su vida creyendo que aquel ser se trataba de su hermana, pero él, en el fondo, sabía mejor que nadie que no poseía las pruebas necesarias como para confirmar que aquella criatura se trataba verdaderamente de su hermana. Él sabía que ella no llegó a nacer, por eso los médicos no encontraban su ficha médica.

Se detuvo y recogió la tercera bocanada de oxígeno que le permitió proseguir:

-Desde entonces, él mismo creía haberse vuelto loco, pues no encajaba en su mente que la chica, que supuestamente se trataba de su hermana, no hubiera llegado a nacer si en aquellos momentos se encontraba justo en frente de sus narices. Desde aquel entonces, su carácter se volvió frío y distante. Y eso sirvió de alimento para ella.

Procesé toda aquella información lo más rápido que pude pero, de todas formas, necesité un par de minutos para que mis pensamientos se pusieran en orden.
Aquello era demasiada información inesperada en tan poco tiempo.

Miré a Derek, que también me miraba, pero respetaba mis dos minutos de compostura.

Me mordí el labio inferior y mis ojos se transportaron al suelo, perfectamente impecable.

Después, me obligué a volver a mirarle a los ojos y responder algo, pero no sabía que decir. Simplemente, me había quedado sin habla.

Pero había una parte de la historia que no encajaba demasiado, y a eso no me pude retener:

-Pero... Entonces, ¿Qué pasó con ella? Jorge me contó que tú la mataste, ¿es eso cierto?

Derek no tardó en responder:

-Exacto. Yo la maté. - Hizo una pausa. - Te he contado todo esto desde el principio porque era algo que tenía previsto contarte más adelante, pero he considerado que ahora era el momento. Ahora, no hay nada de qué preocuparse. Ella no va a volver.

Puse los ojos en blanco.
La idea de que me ocultara esta clase de cosas por protegerme o por lo que fuera, no me hacía mucha gracia.
Creía haberle dejado claro que no me gustaban los secretos. Y mucho menos entre nosotros dos.

-No recuerdo haberte dicho que me siguieras ocultando cosas. Sobre todo, cuando no sé por qué lo haces.

Él se acercó a mí, me agarró por la cintura y me llevó en volandas para después dejarme sobre la gran mesa del comedor.

-Tengo mis motivos, preciosa.

-Y yo los míos, idiota.

Sonrió de la manera más bonita que había visto en toda mi vida y, posiblemente, en la que me quedaba.
Después, me retiró un mechón de pelo que me caía sobre la frente y lo depositó detrás de mi oreja.

-¿Qué es lo que quieres de mí? - Me dijo acercándose todavía más a mi rostro.

-Quiero que me prometas que no van a haber ni un secreto más entre medio de los dos.

Puso cara de niño pequeño y gruñó, divertido.

-¿Es obligatorio?

-Lo es.

-Está bien. Te lo prometo, pero sólo si tú me prometes otra cosa.

Volví a poner los ojos en blanco, pero accedí :

-¿El qué?

-Que jamás te vayas de mi vida.

-Eres tú el que no se muere. Y no tienes vida.

-Lo sé, lo sé. - Rió, pero después su rostro se tornó un tanto sombrío, y su sonrisa desapareció al instante: - Pero tú eres el único ser que me da la vida que ya no tengo, y la que quise tener.

Y aquello me derritió por completo.
Me encantaba su risa, su rostro, sus ojos brillantes cuando me miraba, su pelo... Me gustaba todo él.

Sé que debería haberle detenido, pues no podía permitirme vivir una historia de amor con alguien que ni siquiera existía, pero no lo hice.

Y sí, dejé que posara sus labios sobre los míos y que éstos se fundieran en un desesperado beso lleno de dulzura.






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