PARTE 11

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Caminé hacia el final del pasillo todavía con la linterna encendida.
Casi caí de bruces al tropezar con una desgastada lata de coca-cola. Salió despedida con un estrepitoso sonido metálico al recibir una patada por mi parte.

Al poco rato, mi linterna comenzó a apagarse y encenderse lentamente, como si alguien estuviera apretando al botón una y otra vez, una y otra vez...

-¡Eh! ¡No tiene gracia, Derek! - Susurré a la figura que descansaba a mi lado, tratando de no elevar demasiado la voz. - ¡Estate quietecito un rato!

Una risita nerviosa me respondió. Me giré en su dirección y le lancé una mirada asesina.
Si las miradas mataran... Bueno, de todas formas no podría matarlo ya.

Hice aspavientos con las manos, tratando de apartar al extraño ser que se había reído de mi reacción. Sinceramente... Ya era costumbre, aunque supiera que no podía apartarlo de mi, ni tocarlo, ni todas esas tonterías aunque pasara un milenio.
Me llevé los dedos al puente de mi nariz y lo masajeé débilmente. <<Concéntrate, Marga. Concéntrate >>.
En varias zancadas, me encontraba frente a la sala de profesores: por debajo de la puerta se podía ver unos débiles rayos de luz.
Avancé con paso cauteloso hacia la puerta, agarre el pomo y lo hice girar entre mis manos.
La puerta cedió y se abrió.

Ahogué un grito al ver la escena que tenía frente a mis ojos.
Derek se removió inquieto a mi lado y me agarró de la mano, ya que él era el único capaz de tocarme de los dos. Tiró de mi hacia atrás por instinto, mientras mis ojos seguían contemplando cómo las extensas llamas naranjas engullían los refinados muebles hechos de una madera demasiado brillante para mi gusto.

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Entre las llamas era imposible distinguir más objetos, salvo por una especie de cómoda y un escritorio con los cajones muy bien cerrados.

-Tenemos que irnos de aquí. - Me advirtió Derek tirando todavía con más ansia de mi mano.

-Espera.

Intenté zafarme de su agarre, aunque sin éxito. Forcejeé, sabiendo que sería inútil.

-Suéltame. - Le ordené, y al ver que había sonado demasiado brusco, añadí: - Por favor.

Había preocupación en sus ojos. Sabía que solo intentaba protegerme, que no se permitiría que me pasara nada malo, pero yo tenía que investigar la sala más a fondo, al menos donde las llamas no habían llegado todavía.

Dudó unos instantes, pero al final, de mala gana, dejó caer mi mano.
Se lo agradecí mentalmente.

Fui colocándome hábilmente sobre los sitios intactos, hasta que choqué con la puerta donde se suponía que los profesores guardaban todos sus informes sobre el alumnado y documentos que decían dónde se situaba cada clase.
No había entrado más de dos veces a la sala de profesores, pero soy muy observadora, y solo eso me bastó para seguir con la mirada a mi maestra mientras introducía una gruesa llave de metal en aquella puerta para después volver con los aburridos deberes de verano, que mi hermano se encargaba de darme.
Palpé la puerta en busca de algún interruptor o algo por el estilo, pero me reí de mi misma al pensar que precisamente esa puerta guardaba oro y tenía que activar algún interruptor para poder abrir el compartimento.
Sacudí la cabeza sin borrar aún la sonrisa de mi rostro.

-Tiene que haber alguna llave por aquí cerca...

Abrí varias taquillas que aún no habían sido devoradas por el fuego y revolví los objetos que se encontraban dentro de ella con el fin de que mis dedos chocaran con algo frío y metálico... Pero nada. No encontré nada.

-¿Necesitas ayuda? Me preguntó Derek al ver que no daba pie con bola.

-Tal vez. - Respondí.

Me miró divertido, ladeando la cabeza, jugando con mi respuesta.

-¿Por qué nunca eres capaz de dar una respuesta más corta? Como "si" y "no", por ejemplo.

-Porque tal vez no necesite... O tal vez si necesite... O no... O sí... - Entornó los ojos y se llevó las manos a la cabeza, después, sonrió con malicia. Suspiré, derrotada. - ¡Porras! ¡Por supuesto que necesito tu ayuda!


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