PARTE 26

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<<Derek es un asesino>>

<<Derek es un asesino>>

<<Derek es un asesino>>

Aquellos pensamientos se me clavaban como estacas en el corazón cada vez más y más. No acababa de creerme que él, el ser que siempre me animaba cada vez que me veía recaer, el ser que ocupaba un lugar en mi cama todas y cada una de las noches, el ser que siempre conseguía sacarme una sonrisa cuando me enfadaba con él por sumas tonterías... el ser del que, sin saber cómo ni por qué, había abierto un hueco en mi corazón que jamás sabía que podía abrirse de esa manera...

¿Y si se inventó todo ese rollo de que me amaba y había estado esperándome toda su existencia para...matarme?

No. No podía ser.

En ese momento no sabía qué pensar. Todos los disparates que había llegado a imaginar parecían tener sentido, incluso  cobrar su propia vida, pero no podía creérmelos. No quería creérmelos.

Mientras caminaba, sentía mi corazón alborotado moverse de un lugar a otro, buscando algún boquete por el que pudiera darse a la fuga.
Latía y se retorcía de tal manera que tuve que apretarme el pecho con la palma de la mano.

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Al llegar a casa, descubrí que mi hermano todavía no había llegado de su estancia en el campo.

Lo agradecí.
No quería que me viera con el rostro prácticamente pálido y demacrado, como si no hubiera tenido la ocasión de pegar ojo en varias noches seguidas.
Y es que, lo que acababa de descubrir, me había dejado literalmente atontada.

Sacudí la cabeza y me dispuse a concentrarme en el camino desde el corredor hasta mi habitación. Lo único que deseaba en aquellos momentos era tumbarme sobre la cama y no pensar en nada más. Ni Derek, ni Jorge... Nada.
Pero, la figura de un joven adolescente bastante conocido me hizo pararme en seco.

El tiempo dejó de correr.

Recuerdo aquellos sonidos rápidos y acelerados que mi corazón emitía al verle acercarse aún más.

Posó su mano delicadamente sobre mi hombro para después conducirla hacia mi mejilla, con movimientos pausados.
Sonreía mientras me la acariciaba con el pulgar, pero, la sonrisa se le borró por completo cuando retiré su mano de mi rostro.

Retrocedió unos cuántos pasos, y esta vez no eché de menos el metro que nos separaba. Es más, me alegré.

Transcurrieron unos minutos que me parecieron de los más incómodos que había vivido, hasta que, con un gesto desesperado, él rompió el silencio:

-¿Por qué... Por qué has hecho eso?

Juro recordar que el tembleque de su labio inferior me hizo estremecer e imaginar con todas mis fuerzas que poseía un reloj dónde podía hacer retroceder las gruesas manecillas que marcaban los sesenta minutos en los que mi corazón había echado a correr.

-Confiaba en tí. - Fue lo único que conseguí decir.

Entre Dos Almas  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora