PARTE 10

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-Despierta,vas a llegar tarde al instituto.-Dijo mientras paseaba su suave mano por entre el puente de mi nariz.

-¡Ai! ¡Déjame!-Protesté moviendo mi mano izquierda a un lado y a otro.

Me removí en la cama unos segundos hasta que conseguí darme la vuelta.

Derek se acercó un poco más a mi espalda y me balanceó dulcemente por los hombros.

-No vale huir de mí, pequeña.

Sonreí al chico que tenía a mis espaldas, pues sabía que no me había visto, pero seguí protestando:

-Cinco minutos más...

Me giré y abrí los ojos para ver su expresión de súplica, al parecer era él el que más se preocupaba por mis absurdos retrasos del instituto, (la mayoría por quedarme un rato más a su lado).
Me llevé tal susto al encontrarme a mi hermano de frente, que hasta me caí de la cama.

-¿Con quién hablabas?

Balbuceé cosas sin sentido, pues no estaba segura de qué excusa inventarme, pero me relajé cuando alguien me susurró al oído:

-Dile que estabas soñando.

Miré a mi hermano con expresión dubitativa, pero conseguí decir:

-No sé... Estaría soñando.

Por un instante el corazón amenazó con salirse de mi pecho y salir por patas de la habitación cuando vi que no terminaba de creérselo del todo.
Casi podría decir que mis latidos se escuchaban hasta en el famoso continente africano.
Mi hermano sonrió, suavizando sus expresiones, lo que permitió a mi órgano de la vida volver a incrustarse en mi pecho y calentar la sangre fría necesaria como para poder sentirla hervir dentro de mí. Mis latidos volvieron a su estado original.

-Está bien, pequeña. Date prisa o llegarás tarde. -Dijo revolviendome el pelo y recibiendo más de una queja por mi parte.

Atravesó con dos zancadas mi habitación y salió por la puerta, dejándola abierta de par en par.

-Vaya, vaya... Se suponía que era yo el único que te podía llamar "pequeña"...-Se burló la musculosa figura que tenía a mi lado desde hace ya bastante tiempo.

-Y lo eres, créeme.

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Me llevé una mano a cada oreja al escuchar la atronadora sirena del recinto.
Maldecí por lo bajo al comprobar  que la hora del reloj de la pared del aula llevaba varios segundos sonando de más.

-Algún día nos van a dejar sin tímpanos. Deberían quitar esta maldita sirena de una vez. -Protestó Claudia a mi lado.

-Y que lo digas... -Coincidí sin dejar de quitar las manos de mis orejas.

Pasaron cinco segundos más cuando la profesora abandonó el aula con paso apresurado.

-¿Qué hace? ¿Por qué se va? -Preguntó mi amiga al aire.

Abrí la boca para responder, pero un conocido olor a madera quemada invadió mis fosas nasales. Me obligué a mantener la boca cerrada.

-Aquí pasa algo raro...

Me levanté de mi pupitre y caminé hacia la puerta donde la profesora había salido: el pasillo estaba sumido en un completo silencio, no parecía haber ni un alma.
Seguí caminando. Me detuve al chocar con un objeto sólido, pues las luces estaban apagadas y no se veía nada.
Agarré el móvil de mi bolsillo y puse la linterna, (era consciente de que los móviles estaban prohibidos en el recinto, pero la curiosidad pudo conmigo).
Con el corazón en un puño, enfoqué hacia el objeto con el que había chocado.
Solté el aire que ni siquiera sabía que había estado conteniendo cuando vi que solo se trataba de una taquilla.




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