PARTE 30

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Mi hermano me llevó en varias ocasiones al centro comercial con mis dos mejores amigos.

Claudia no paraba de alardear sobre la nueva tendencia de moda que había en aquel entonces.
Procuraba entrar en todas las tiendas que veía a su paso, por lo que nosotros le advertimos que no demorara demasiado, pues no teníamos todo el día a nuestro favor y en pocas horas debíamos ir a coger sitio en algún restaurante para cenar. Pero ella nos reprochaba que cerráramos el pico y que la dejáramos por una vez ir a su aire.

David y yo resoplamos. Pero decidimos dejar que nuestra amiga se hiciera con todas las tiendas gastando todo el dinero de su tarjeta de crédito: hacía tiempo que no salíamos al centro comercial todos juntos y esta era la primera salida desde el incidente del instituto.

-¿Por qué sonríes?

Me giré en dirección al sonido de la voz angelical que me había hablado. Me aparté un poco de David, que esperaba impaciente la salida de Claudia apoyado en un pilar que quedaba justo en frente de un escaparate con grandes y relucientes joyas doradas y plaetadas. Resoplaba.

-¿Estoy sonriendo?-Le pregunté extrañada arqueando las dos cejas, pues no me había percatado de que ciertamente era lo que estaba haciendo.

-Lo llevas haciendo desde que te has bajado del coche.-Me recalcó, sonriendo también y mirándome directamente a los ojos.

Fruncí el ceño y puse morritos. Podría jurar que no me había dado cuenta en absoluto de que sonreir era lo que llevaba haciendo todo ese transcurso del tiempo.

-Puede que salir con ellos era lo que realmente necesitara.-Dije mirando en sus direcciones.-Los echaba de menos.

-Lo sé.

En ese instante Claudia salió de la tienda con una bolsa colgada en cada brazo.
Puse los ojos en blanco al ver su sonrisa de satisfacción y me acerqué a David, que tenía prácticamente la boca abierta de par en par y los ojos abiertos como platos.

-¡Ya estoy! - Exclamó Claudia una vez que se reunió con nosotros en el pilar de fuera.

Sonreí al verla tan feliz. Realmente salir de compras es lo que le vuelve completamente loca.

-¿Qué llevas ahí? - Le pregunté acercándome a ella y estirando un poco el borde de una de las bolsas.

Entonces ella me cogió del brazo y me obligó a sentarme en un banco que había justo detrás del pilar donde estábamos situados David y yo.

Debía haber inspeccionado mejor la zona, pues ya hacía rato que empezaron a dolerme las piernas tras la espera de mi amiga.

Seguidamente, empezó a sacarlo todo de las bolsas como una loca (no sin antes dedicarme una de esas miradas inquietas tan típicas de ella cada vez que está muy ilusionada por algo.) dejando caer un par de zapatos azul marino que resbalaron del banco y, como si fuera algo cotidiano, los zapatos levitaron  por encima de mi pie derecho justo una milésima de segundo antes de que su tacón me diera de lleno en el dedo meñique.

Suspiré de alivio y le di las gracias con la mirada por haberme salvado de un dolor tan terrible.

Entre Dos Almas  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora