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Esa noche no me sentía para nada bien.

Había algo en mi pecho que lo oprimía.

Me sentía triste.

Desganado.

Pero ese no sería motivo suficiente para no lograr sacarte una sonrisa y darte una noche increíble.

Si mal no recuerdo, a eso de las nueve comenzamos a tomar cervezas.

Y a fumar marihuana.

El clima era agradable.

Los tres reíamos, y la pasábamos genial.

Pero al llegar la madrugada, todo cambió.

A eso de las doce ya era buena hora para irse a la discoteca, por lo que ambos nos fuimos a duchar y a cambiar ropa.

Yo fui el primero.

Y luego te esperé en la habitación.

Ahí, solo, mientras tu amigo se encontraba en el sillón, y ya con los efectos del alcohol en mi cuerpo, comencé a escuchar unas malditas voces dentro de mi cabeza.

Las malditas voces que al estar contigo se callaban.

Esas malditas voces que nunca me dejaban en paz.

Cuando llegaste a la habitación, me encontraste sentado en el suelo, y apoyado en tú cama.

Te comenzaste a vestir.

Y de pronto, no se en que momento, me vi llorando desconsolado

Tenía miedo, Sebastián.

Tenía miedo de nunca llegar a ser lo suficientemente bueno para ti.

SebastiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora