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Seguiste tomando mis labios como si siempre te hubieran pertenecido.

Me tenías en las nubes.

En esos momentos, todas las inseguridades en mi cabeza habían desaparecido.

Y los nervios ya no existían.

Por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz.

Nuestros cuerpos rapidamente comenzaron a acercarse el uno al otro.

Nuestras manos a su vez a abarcar terreno.

La situación estaba cambiando drásticamente de tono.

Probablemente te diste cuenta de que me sentí intimidado en ese momento.

Pero lograste manejarlo.

Me acariciaste lentamente y lograste relajarme.

Lentamente nos fuimos desprendiendo de cada prenda, hasta que llegó el momento.

Jamás había tenido relaciones la primera vez que veía a alguien.

Pero tu me hipnotizaste, Sebastián.

Sentía que nuestros cuerpos estaban hechos el uno para el otro.

Cada movimiento.

Cada caricia.

Todo encajaba a la perfección.

Definitivamente tu eras para mi (o eso me aferraba a creer)

SebastiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora