Fraternidad

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Había caminado al menos unas veinte cuadras cuando encontré un pequeño parque meticulosamente cuidado que me pareció perfecto para sentarme un momento a desayunar.

Me senté en un banco de madera y mientras miraba a un par de dueños jugar con sus mascotas a sus anchas aprovechando la ausencia de niños, me encargué de beber el té, el cuyo sabor reconocí de inmediato, era de jazmín, Jarvis se había tomado la libertad de preparar el sabor que mejor iba con el ambiente del día, sonreí para mis adentros, luego tendría que agradecerle.

-Es un buen lugar para desayunar-dijo alguien detrás de mí. Lo reconocí de inmediato.

Detrás de mí, con una sonrisa algo melancólica estaba John.

-Es bonito-admití volviendo la vista al paisaje-. ¿Te gustaría acompañarme?

-Hasta el fin del mundo, hermanita-respondió con aires de gracia.

Sonreí ante aquellas palabras, eran prácticamente las mismas que le había dicho la primera noche de nuestra libertad, él se dejó caer a mi lado, ambos permanecimos en silencio por un momento; sin embargo, no era algo incómodo, entre nosotros parecía natural y agradable, casi como si nos estuviésemos tomando un tiempo para saborear el momento en detalle. Después de todo, no sabíamos cuándo podría existir otro momento de paz.

-Creo que es hora de que veamos a Noskov-soltó entonces, su voz era algo hueca-. Debe de estar llorando por nosotros ¿No lo crees?

Asentí sonriente, Konstantin Noskov había sido lo más cercano a una familia que habíamos tenido en los comienzos de nuestra fuga. Era un hombre de ascendencia rusa que conservaba el duro acento de generaciones pasadas, y que se especializaba en los efectos de la radiación en el cuerpo humano.

 Aun podía recordar aquella noche de primavera en la que John y yo irrumpimos en su laboratorio prácticamente a la fuerza, a pesar de ello, Konstantin no nos hizo ningún reclamo ni tampoco sintió miedo, se limitó a sonreír soltando un comentario de lo hambrientos que parecíamos y nos ofreció comida. Casi hubiese parecido que el destino le hubiese advertido de nuestra llegada.

-No me imagino a Konstantin llorando-resolví pensativa-. Pero seguro nos extraña.

-La última vez que lo contactamos fue hace por lo menos medio año-comentó John.

-Siete meses y cuatro días para ser exactos.

Mi hermano dejó escapar una sonrisa de pura gracia ante la aclaración.

-¿Crees que esta vez tenga solución?-mi pregunta pululó en el aire tiñendo el ambiente de inseguridad-. Tú también lo notaste ¿Verdad?

Él se acomodó algo nervioso en su lado del banco, lo miré para apreciar cómo fruncía el ceño en un esfuerzo por hallar las palabras adecuadas al caso, aunque claro, su expresión ya me lo había dicho todo, él también lo sabía. 

-Vas a curarte, ____-declaró con convicción-. Todavía nos queda mucho por delante, a los dos.

Percibí como su barbilla temblaba ligeramente.

-¿Y si no?

-No tenemos que pensar en eso todavía.

-¿Y entonces cuándo?-le di un sorbo largo al contenido del vaso térmico.

-Nunca-respondió él-. No voy a dejar que te rindas tan fácil.

-¿Quién habló de rendirse?-le sonreí-. Estoy viva, y me gusta estarlo, pero...

Mi hermano pasó el brazo por encima de mis hombros y me recargó sobre su costado, apoyé la cabeza instintivamente sobre su hombro, los dos soltamos un suspiro que se deslizó suavemente fuera de nosotros.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora