De rodillas

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-Se parece algo a ti-comentó John cuando recosté a Sony a su lado en la camilla-, parece que será tan latoso como tú.

Arqueé una ceja mientras reprimía una sonrisa.

-Todos somos latosos de pequeños-aclaré en mi defensa.

-No he conocido muchas personas que hayan tenido tantos accidentes de pequeña por no quedarse quieta, ni que haya hecho llorar a cada niño en la base-se mofó John.

-Sólo los mordía, no es mi culpa que no hayan podido aguantar una pequeña mordidita-bromeé sentándome junto a la camilla-, además, sólo mordía a los niños que se metían contigo. Creo que Vladimir fue mi mondadientes en esa época, pobre chico.

-Era un idiota.

-Éramos unos niños, estoy segura de que no lo hacía con mala intención-me encogí de hombros.

Mi hermano suspiró al tiempo que cubría a Sony con las mantas, el pequeño se había ovillado plácidamente a su lado, se le notaba cansado pero por la sonrisa tímida que asomaba en sus labios durmientes, pude intuir que estaba más que extasiado por haber conocido a su tío John, después de todo, en su tiempo sólo había tenido la oportunidad de oír de él y de verle en una que otra foto.

-Siempre fuiste así-objetó John entonces.

-¿Así cómo?

-Perdonas a todos, y les das el beneficio de la duda sin siquiera dudar. ¿Sabes? Desde hace un tiempo he pensado que tiene sentido que seas así, después de todo, no podía existir un portador del tiempo que no fuera misericordioso o por lo menos una suerte de vendedora de indulgencias, ya lo llevabas en la sangre desde el principio...

-No es así en lo absoluto, no voy por ahí perdonando a todo el mundo y dándole oportunidades de cometer errores mayores-negué con la cabeza-, sólo les doy el beneficio de la duda y la libertad de hacer con él lo que quieran. Eso no quiere decir que perdone, o no crea que existan malas personas.

John me observó fijamente durante un momento que se prolongó hasta el punto de ponerme algo nerviosa al respecto.

-¿Dije algo raro?-pregunté desviando la mirada.

-No. Sólo pensaba que ya no suenas como la mocosa que se escondía detrás de mí-soltó con algo que creí sonaba a tristeza-. En poco ya no vas a necesitarme.

-¡No digas tonterías! Eres mi hermano, voy a necesitarte toda la vida John. Quizás ya no como un protector; pero sí como mi mejor amigo, como mi hermano-le sonreí antes de abrazarlo-. Eso nunca va a cambiar.

-Eres una condenada dulzura-soltó John abrazándome-; pero ¿Eres consciente de que ya no podré ayudarte? Ya no hay nada que pueda hacer.

-Puedes hacer muchas cosas John, y no necesitas ondas temporales para hacerlas. Eres una de las personas más inteligentes que conozco, y el único que sabe tanto sobre física molecular-lo miré-. Estoy segura de que si ayudas a Tony, van a poder encontrar una forma de llevar a Sony a casa.

Mi hermano sonrió; sin embargo, algo en la comisura de sus labios delataba que no estaba del todo contento ni satisfecho con mi respuesta.

-¿Por qué crees que ya no puedo producirlas?-formuló, aunque no parecía estarse dirigiendo del todo a mí.

Me encogí de hombros antes de negar con la cabeza:

-No sabría decir por qué, quizás sólo excediste la cantidad de radiación que absorbiste y que las mantenía activas, o tal vez la sobrecarga de feromonas de Dylan se encargó de volver a dormir esa parte de tu ADN-regresé a ocupar mi sitio junto a la camilla-. No creo que debamos darle muchas vueltas al asunto, lo importante es que estás sano y estás bien.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora