Extraordinario

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Ya habían pasado treinta minutos desde que John y yo habíamos salido con el pretexto de comprar el nuevo postre que había sacado una pastelería conocida, y ya habían pasado al menos veinte desde que estábamos sentados en la banca de un parque, de alguna manera, aquello me traía recuerdos, aún era algo extraño el darme cuenta de que hacia unos meses a mi vida sólo le restaban un par de años, y de pronto, ahí estaba, con la posibilidad abrumadora de un futuro junto a Steve.

-Está empezando a hacer un poco de frío-comenté mientras me arrebujaba en mi abrigo-, ¿Quieres que tomemos té o café en algún sitio?

-¿No vas a preguntar?-me desafió mirándome con atención.

-Lo haría-me encogí de hombros-, pero no voy a meterme en lo que no quieres que me meta-le devolví la mirada antes de sonreír de forma traviesa-, eso, y nuestras rodillas se han rozado un instante cuando nos sentamos, ya sé qué es lo que te molesta. No necesito preguntar.

John suspiró más que frustrado.

-¿Y no pensaste en decirme nada, joder?-soltó frunciendo el ceño-, hemos estado sentados en este parque como un par de idiotas por media hora.

-Sólo han sido veinte minutos-aclaré-, pero; que haya visto lo que te molesta, no significa que sepa cómo interpretarlo, John, sólo tú puedes explicar lo que sientes.

Observé cómo mi hermano se pasaba las manos por el cabello aplastándolo hacia atrás en un gesto de obvia ansiedad y frustración, tras unos momentos, quizás tras entender lo que debía estar trasmitiendo, escondió las manos dentro de los bolsillos de abrigo.

-¿Por qué demonios Stark no puede confiar en mí?-farfulló entonces-, soy tan útil como su jodida secretaria, ¡Puedo reformar el planeta a mi voluntad, demonios!-apretó la mandíbula por un instante-, pero él sólo cree que soy un maldito mocoso, no necesito que él cuide de mí, no soy una mascota de una anciana millonaria, yo...

Pasé mi brazo por sus hombros y lo atraje hacia mí hasta que quedó recargado contra mí con la cabeza apoyada sobre mi hombro.

-Es desesperante...-balbuceó casi ahogándose con la irritación-, no quiero ser inútil... no quiero... no... la gente se aburre de lo que no es útil, no quiero que me tire como a un jodido perro cuando se ha puesto viejo.

-Tony no va a hacer eso, John-traté de reconfortarlo mientras recargaba la cabeza sobre la suya-. Y para que te quede claro, no todos las personas abandonan a sus mascotas, hay mucha gente de corazón noble, que los quieren hasta el final-proseguí casi a modo de reprimenda, luego sonreí ligeramente-, ¿Sabes? El tiempo me ha enseñado muchas cosas John, quizás, demasiadas... y sé que no te gusta que te adelante detalles; pero creo que esto podría ser una excepción.

-No quiero que me digas si voy a seguir siendo su endemoniada mascota, _____-me advirtió con la voz algo ronca y cansada.

-No, no tiene nada que ver eso. Es más bien, algo que creo que deberías saber del Tony que habría existido si el atentado hubiese pasado.

Mi hermano se separó de mí y me contempló con un atisbo de lo que pude intuir era genuina curiosidad, de alguna forma, John nunca dejaría de ser en parte el niño encantador con el que habría crecido, cada vez que veía ese brillo en sus ojos lo comprobaba.

-Tony es del tipo de personas que no deja que nadie se le acerque a una distancia imprudente; pero ¿Sabes? Cuando atraviesas su perímetro de seguridad, si él te permite entrar allí, no va a dejarte ir-miré hacia el cielo y dejé que escapar un suspiró que se convirtió en vaho-, él está tan asustado como tú de perder a alguien más.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora