A casa

1.5K 119 10
                                    

La sensación fue similar al alivio que sientes al salir a la superficie a tomar aire después de un buen tiempo; respiré de la misma manera que lo habría hecho al salir del agua, profundo y rápido, con algo de desesperación por conseguir llenar mis pulmones de oxígeno.

Parpadeé varias veces mientras mi vista se enfocaba en los alrededores, parecía un mundo etéreo, sin nada más que la camilla y un par de aparatos que ya había visto con anterioridad en los hospitales, no había cuarto, paredes, ventanas, sólo espacio que se extendía hasta quien sabe dónde.

-¿Steve?-vacilé en cuanto los recuerdos me alcanzaron-. ¿Cómo?-toqué la zona en donde se suponía debía de estar la daga de hielo y la sangre; pero sólo encontré una mancha y una cicatriz reciente.

-Está bien-me respondió aquella una voz conocida-. Todos están bien, tú, el señor Rogers, y el señor Barnes.

Me volteé bruscamente encontrándome con aquellos ojos que parecían haberlo visto todo, lo observé detenidamente un instante, algo en mi memoria se removía vagamente, casi como si intentase arrastrarse desde algún rincón lejano de mi mente. Entonces, el hombre sonrió refugiando las manos en los bolsillos de su gabardina.

-¿Sabes? Han pasado más de setenta años, y sigues igual que en ese entonces, es... una pena que Mabel no pueda estar aquí para verte.

Aquellas palabras le dieron el impulso que necesitaban a aquello que se removía en mi mente.

-¡Nicholas!-me exalté sentándome en la camilla-. Nicholas Harrison.

-Hace décadas que no oía ese apellido-comentó él encogiéndose ligeramente de hombros.

-¿Cómo es posible? Han pasado más de setenta años, ¿Y Michael? ¿Y Mabel?

-Es una larga historia-admitió con un tanto de incomodidad-, y tú sólo tienes tiempo para un resumen ¿No es así?-me miró finamente-, puedo ver en tus ojos las ganas de ver a Steve, de decirle lo que no pudiste cuando creías que ibas a morir-suspiró-, no existe mayor desesperación que la de irse sin decir lo que sientes ¿Verdad?

Abrí los ojos como platos ante lo que él había dicho, sentí un ligero escalofrío recorrerme la espalda, de pronto, me creí trasparente ante aquellos ojos que ya parecían conocerlo todo.

-¿En serio crees querer escuchar ese resumen?-me consultó con suavidad-, a veces, el tiempo puede decirnos más de lo que nos gustaría saber de nosotros mismos.

Lo medité unos momentos, antes de negar con la cabeza lentamente.

-Me gustaría oír la historia completa, cuando el tiempo esté de mi lado-declaré-, ahora... necesito verlo... lo siento.

-No hay nada por lo que disculparse. Yo habría hecho exactamente lo mismo, señorita Dallas-hizo un gesto caballeroso al extenderme el brazo para ayudarme a poner de pie-, no debería exigirse demasiado, acaba de pasar una intervención más que delicada.

-¿Intervención?

-Sí, ha recibido la solución a sus problemas degenerativos-me miró algo pensante-, y quizás la puerta a miles de otras situaciones-suspiró-. ¿Nos vamos?

Asentí algo dudosa sin soltar su brazo, y a paso tranquilo, me condujo por aquel mundo etéreo, en el cual, la única pista que tenía de que estábamos avanzando era la forma en la cual los aparatos médicos se iban volviendo más y más pequeños detrás de nosotros. No pude evitar preguntarme cómo era posible que él pudiese ubicarse en un sitio como aquel.

-Cuando vives aquí un buen tiempo, aprendes a reconocer las corrientes temporales y usarlas para ubicarte-explicó casi como si me hubiese leído la mente.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora