Capítulo 5

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Otra vez estaba pasando.

A esa altura de mi vida no era nada nuevo que al desvanecerme; divagaba por la corriente del tiempo hasta alguna otra parte, y cuando eso sucedía, era capaz de ver acontecimientos del pasado o del futuro o incluso del mismísimo presente con la misma claridad que uno puede ver una película en el cine, y al igual que en el cine, no podía intervenir en lo que veía, sólo podía contemplar la manera en la que todo se desarrollaba, deseando que el final fuese feliz.

Era de noche y llovía a cantaros, y yo estaba sentada en el asiento trasero de un auto, justo entre dos sillitas de bebé, no me costó reconocer la fecha en la que estaba, era un catorce de abril, sin duda alguna, uno que marcaría nuestras vidas para siempre. En el asiento del copiloto iba una mujer de cabello corto cuyo color no se alcanzaba a distinguir por la oscuridad reinante dentro del vehículo.

Tuvimos que haber girado hace más de un kilómetro, Mikeespetó ella mientras gesticulaba más que exasperada con las manos. ¿Siquiera tienes idea de dónde estamos?

Claro que sí-respondió mi padre más que frustrado mientras sujetaba con fuerza el volante. En la ruta más absurdamente oscura del país. Si me hubieras dejado comprar el GPS...

¡No empieces de nuevo!rugió ella más que furiosa, pude verla fruncir el ceño desde dónde estaba. Sabes que necesitábamos el dinero para las clases de natación de los bebés.

Porque es tan importante que lancen a mis hijos al agua cuando ni siquiera pueden caminar...

Por Dios, Michael, sabes que es importante que aprendan a nadar desde pequeños, es muy bueno para su salud.

Igual que no pasar frío en un maldito frízer de auto porque nos hemos perdido por enésima vez, Melissasoltó papá tremendamente irritado.

Si me hicieses caso, hubiésemos llegado hace décadas.

Si hubiese doblado hace un kilómetro sólo estaríamos hundidos en algún pozo de fango.

¡¿Y eso cómo lo sabes?! Señor, me-niego-a-preguntarla mujer rodó los ojos.

No levantes la voz, lo último que nos falta es despertarlos.

Oh, lo siento, señor padre modelo.

Uno de los bebés se removió nerviosamente en su silla, lo reconocí al instante por el conjunto azul que llevaba, era John.

Mi padre se volvió un momento hacia ella, y de pronto, las palabras que se notaba quería decir se perdieron para siempre en alguna parte de su interior.

Todo pasó demasiado rápido.

Un auto sin luces embistió a toda velocidad el lado izquierdo del nuestro, justo contra la mujer, a la que posiblemente de haber tenido edad para recordarla llamaría mamá; nuestro auto salió prácticamente despedido fuera del carril, incluso rodó un par de veces, dentro del vehículo se oían los crujidos del metal al abollarse monstruosamente, y los llantos cargados de pánico de ambos bebés, quienes por cosas del destino, saldrían casi ilesos del accidente, apenas si tendrían unos pequeños moretones proveniente de los cinturones.

Sentí mi pecho comprimirse cuando vi cómo mi padre apenas consciente acariciaba con un tacto tembloroso y débil a la mujer que prácticamente había quedado recostada contra él luego de la colisión, en la oscuridad, casi podía creer que sólo estaba descansando contra él.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora