Una puerta por una ventana

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Lo supe mientras mi cuerpo cedía y lo único que podía hacer era mirar con los ojos empañados a la persona que había cuidado de John y de mí desde que habíamos conocido la libertad, la misma persona que ni siquiera había dudado en darnos de comer, mandarnos a asear y leernos en las noches un viejo libro de cuentos rusos tradicionales... desde ese momento, fui capaz entender que lo que significaba una ruptura, un antes y un después.

-¿Por... qué...-alcancé a jadear, ya ni siquiera podía mantener erguida la cabeza.

-¿Sabes? Siempre creí que nada me sobreviviría-Konstantin se inclinó junto a mí-, y luego te conocí a ti, y a John, descubrí que a pesar de todo, tendría un legado, y... eso es lo que estoy salvando ahora, mi dulce niña... lo siento...

Quise gritarle, tal vez tanto como le habría gritado a mi padre de haber podido detenerlo cuando tenía siete años, sentía el cuerpo pesado por lo que fuera que Konstantin me hubiese inyectado en el cuello, y poco a poco, iba perdiendo la noción de todo lo que me rodeaba, lo único que no me abandonaba, era el deseo de alcanzarlo y detenerlo... ¿Cómo demonios pensaba detener a esos agentes solo?

En algún punto perdí la conciencia. No tengo una manera clara de describir lo que sucedió después; sin embargo, cuando abrí los ojos estaba en lo que parecía ser un cuarto de hotel, recostada y con las mantas subidas hasta la barbilla, aún sentía el cuerpo ligeramente pesado; aunque eso no fue suficiente como para mantenerme quieta, bajé los pies de la cama y a paso lento conseguí llegar a la ventana más cercana, corrí las cortinas, y me encontré con un paisaje urbano nocturno, uno que reconocí de cuando era niña.

-Es hora de dormir, ____-la voz de Marta me hizo precipitarme hacia ella-. Mañana tienes que tomar un vuelo.

-¿Dónde está?-la miré con ojos suplicantes.

-John está durmiendo en la habitación contigua.

-No-negué con la cabeza-, Konstantin, ¿Dónde está él?

Marta soltó un suspiró tan triste y pesado que pudo haber quebrado la voluntad del ser humano más optimista, luego se acercó a mí, y me abrazó con fuerza, pude percibir la manera en la que hundió su rostro en la base de mi cuello, mi piel se fue empapando en esa zona, la rodeé con mis brazos mientras los ojos me ardían, quería llorar; pero sentía que eso sería una ofensa para Marta, ella era quien había perdido a la persona que más había amado. Ella, a diferencia de nosotros, se había forjado un sitio en el corazón de Konstantin a base de esfuerzo, después de todo, aquel hombre nunca había conocido amor alguno fuera de aquello relacionado por la ciencia.

Esa noche, no conseguí volver a dormir, me quedé despierta velando el sueño de Marta, quien había caído rendida tras largas horas de calvario.

Esa noche, sencillamente me mantuve despierta preguntándome una y otra vez qué era lo que habíamos hecho para que todo acabase de esa manera. ¿En qué momento nos habíamos descuidado tanto?

Aquel día había empezado como uno de mis favoritos, Marta, Konstantin y yo habíamos desayunado con mi hermano en su cuarto, podía recordar los sabores dulces de las magdalenas de Marta y el aroma sabroso de la leche con chocolate que ella se había molestado en prepararnos. También recuerdo el olor a café negro que emanaba de la taza de Konstantin mientras él mantenía la vista pegada en la página de un periódico como cada mañana.

-Vas a dañarte la vista si no usas los lentes-le había reñido Marta al tiempo que se los sacaba del bolsillo de la bata y se los pasaba-. Dios, eres un desastre.

-Pero eso es bueno para ti ¿O no?-bromeó él volviéndose un momento hacia nosotros-. ¿Ustedes que creen?

-El mejor encanto de un hombre es ser un desastre con patas-reí-. ¿No lo crees John?

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora