Inefable

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Me quedé completamente paralizada, la única parte de mi cuerpo que parecía dispuesta a reaccionar era mi rostro, percibí cómo mis ojos se abrían a más no poder, al tiempo que mis labios temblaban sin poder emitir sonido alguno.

Sí, no era la primera vez que viajaba en el tiempo, después de todo, siempre que perdía la consciencia lo hacía; sin embargo, aquella vez algo era completamente diferente a las anteriores. Generalmente mi presencia era comparable a la de un espíritu resignado a vagar en silencio, observando, sin ser visto u oído, y de pronto, allí estaba, arrodillada sobre lo que parecía ser un charco de barro frente a una mirada que aún era incapaz de reconocerme; pero que parecía estar haciendo un esfuerzo por analizar la situación.

-¿Está bien?-su voz se elevó por encima del sonido crepitante de la lluvia intensa.

Pestañeé varias veces tratando de no gritar, eso sólo empeoraría las cosas, no lograría nada si me encerraban en un manicomio o algo similar. Tras unos momentos en los que sentí que el frío se me calaba hasta lo más profundo, asentí con la cabeza tiritando levemente.

La versión joven de Steve se acuclilló frente a mí y me ofreció la mano que no sostenía el paraguas, demoré unos instantes en aceptarla, una parte de mí, la más racional tal vez, tenía miedo de que el contacto entre los dos pudiese destruir algo en la continuidad tiempo espacio; no obstante, nada pasó, bueno, nada relacionado con cuestiones de la física, al menos.

-¿Puede ponerse de pie?-me consultó mirándome fijamente pero sin perder la amabilidad.

-Sí...-respondí en voz baja.

Entonces él me jaló suavemente para ayudarme a ponerme de pie, me costó un poco no trastabillar; pero lo conseguí, sólo cuando estuve correctamente erguida me di cuenta de que el Steve de entonces y yo éramos de la misma estatura prácticamente, él apenas si me sacaba unos dos centímetros, era un chico delgado; de apariencia delicada como si un contacto demasiado brusco fuese capaz de romperlo, por la fecha supe que él tenía 17 años, nuestros ojos se toparon de un momento a otro y por la manera en que sus ojos destellaban no me costó entender que por dentro, era más que probable que él y el Steve del que me había enamorado en mi tiempo eran casi dos gotas de agua por dentro.

-¿Puedo acompañarla a casa?-me preguntó con suavidad.

Sentí su aliento cálido acariciarme el rostro, me sonrojé al tiempo que mi corazón latía con fuerza:

-Mi casa... está muy lejos...-respondí tratando de ser lo más honesta posible.

-¿Acaso ha huido de casa, señorita?

Observé con algo de gracia cómo sus ojos azules se abrían por la sorpresa, tal vez, en aquellos días la idea de que una chica huyese de casa en medio de aquella tormenta sonaba sencillamente incomprensible.

A pesar de que no era exactamente acertada, afirmé su suposición con un asentimiento de cabeza, tal vez de alguna manera había huido por accidente de mi tiempo.

Steve meditó un momento la situación antes de recuperar la compostura y regalarme otra sonrisa:

-¿Le parecería bien acompañarme? Va a atrapar una pulmonía grave si sigue bajo la lluvia.

-¿No sería una molestia?-vacilé imitando el tonó de cortesía que él empleaba conmigo casi por inercia.

Sí las personas del futuro creían que Steve Rogers era un caballero por aquellos días, ni siquiera podrían imaginarse que lo habían conocido quizás en su etapa de menor caballerosidad.

-No se preocupe, más me preocuparía que se enfermase-me soltó con suavidad y me ofreció el brazo para que me asiera a él.

No me di tiempo para dudar, enlacé mi brazo con el suyo y permití que me guiase por las calles de aquella ciudad que aún no era mi hogar; y a la que todavía le faltaba conocer muchas alegrías y penas para que lo fuera.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora