Dos meses y diecisiete días, eso era lo que nos había tomado rastrear la última esperanza de John: la gema del espacio.
Habíamos recorrido cuando menos toda Latinoamérica para dar con ella, desde México fuimos descendiendo hasta atravesar América central, y finalmente, comenzar el viaje por América del Sur, ciertamente, en algunos momentos habíamos perdido la esperanza, después de todo, sólo estábamos siguiendo rumores, nada concreto. Incluso existía la posibilidad de que no estuviésemos persiguiendo más que una leyenda urbana; sin embargo, de alguna manera y contra todos los pronósticos logramos perseverar.
Fue gracias a eso (y a un buen grupo de amigos que hicimos a lo largo del camino), que habíamos dado con la gema en Argentina, en el Fin del Mundo para ser más precisa, y luego de superar un par de retos, que seguramente van a persistir en la memoria de John un buen tiempo, el hombre mayor que la portaba se la entregó. Quizás fue a partir de allí que llegó uno de los momentos más difíciles para todos: regresar a Sony a casa. Si bien mi hermano y yo éramos conscientes de que el pequeño tendría que regresar a casa en cuanto encontrásemos la gema, eso no lo hacía menos triste, después de todo, nos habíamos encariñado con él.
-Voy a volver a visitarlos-afirmó Sony mientras me abrazaba con fuerzas-. Y vendré a jugar con mis hermanos.
-Cuando quieras cariño-le dije mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla-. Te estaremos esperando.
Sony me secó la lágrima con su pequeña mano antes de dedicarme una sonrisa un tanto triste.
-Vamos, el tío John también quiere un abrazo de despedida-logré soltar al tiempo que le devolvía la misma sonrisa.
Sin lugar a dudas, esa expresión la había heredado de mí. La idea me produjo una sensación extraña, en las últimas semanas, había llegado a conocer bien a ese niño, había llegado a entender que no siempre era un niño tranquilo, sino que también tenía fases en las que parecía no poder resistir la idea de moverse, de gritar o hacer algo más que sencillamente dibujar, en parte, había logrado reconocer algunos de mis rasgos en él, y no pude evitar pensar, que la _____ que lo había traído al mundo en su tiempo realmente habría atesorado esos pequeños detalles.
Sony corrió hacia John y lo abrazó, pude percibir ligeramente cómo los ojos de John se cristalizaban, se notaba que estaba haciendo un esfuerzo para no derramar ni siquiera una pequeña lágrima. Contemplé que el niño le dijo algo, que provocó que John abriese los ojos por la sorpresa; pero antes de que pudiera preguntar, mi hermano ya había dado por zanjado el tema con un "Te vamos a extrañar, Sony".
Luego de eso, abrimos un agujero de gusano, y contemplamos como Sony lo cruzaba llevando consigo la colección de banderines que había ido recolectando a lo largo del viaje, ver cómo iba perdiéndose en el remolino de luz, fue tal vez, una de las cosas más difíciles que me tocó presenciar... pero sabía que estaría bien, James estaría en el futuro para recibirlo, no pude evitar preguntarme qué expresión pondría él cuando su hijo, al que sólo había perdido de vista unos cuantos minutos mientras iba de la sala al comedor (después de todo, nos habíamos asegurado de mandarlo prácticamente al mismo instante del que desapareció) aparecía con ropa distinta, una mochila y banderines en las manos, al no conocerlo personalmente, me resultaba difícil averiguar qué tipo de cara pondría al respecto y qué tan rápido llegaría a comprender lo qué había sucedido.
Luego de regresar a Sony a casa, a John y a mí nos esperaba una última parada, por lo que nos apresuramos a regresar al pequeño hotel en el que nos habíamos quedado en el Fin del Mundo, ya que dormir a la intemperie no había sido una opción con lo frías que resultaban ser las noches; tomamos las valijas, pagamos la cuenta y prácticamente corrimos a tomar el anteúltimo vuelo antes de regresar a casa. En cuestión de un par de horas, dejaríamos atrás el viaje más complicado de nuestras vidas, sólo para asumir nuevas complicaciones.
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Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]
FanfictionLa felicidad, la vida, la risa, las palabras, el daño, el dolor... absolutamente nada dura para siempre, es más, me atrevería a decir que la eternidad no existe para un ser humano; y yo no soy la excepción. Esta es la historia de como mi hermano Joh...