El secreto de la felicidad

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<<______, diecinueve años>>

-¡No eres el único que no soporta quedar atrás!-le grité completamente enfurecida como nunca lo había estado antes-, ¡¿Crees que no me habría gustado irme con Steve?! ¡¿Con mi hermano?!-golpeé con fuerzas el pequeño escritorio que decoraba su habitación-, ¡¿Pero alguien me preguntó?! ¡No! Sólo...-sentí que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas-, sólo... decidieron por mí... me dejaron... y sé que debo sentirme bendecida pero... ¡Duele!... yo... no sé cómo se supone... ¿Cómo tengo que seguir?

Mis piernas temblaron ante mi peso, conscientes de la carga con la que tenía que vivir. Antes de que me diera cuenta, estaba llorando como si me hubiesen arrancado algo, y quizás, fue en ese preciso momento en el que entendí que así había sido.

Y entonces, un brazo cálido me rodeó torpemente jalándome hacia delante, hasta dejarme recargada sobre un pecho desconocido que hipaba de forma controlada, lentamente y sin poder reprimir los sollozos levanté la vista hasta él, tenía las mejillas empapadas y enrojecidas, los ojos ligeramente hinchados, su rostro era un tan desastroso como intuí debía de ser el mío. Él la estaba pasando tan mal o quizás peor que yo, había perdido a todos sus seres queridos y ahora estaba obligado a vivir en un tiempo que no entendía, sin siquiera un amigo...

No tardé en darme cuenta de que había sido injusta con él, mas aún cuando él parecía ser la única persona que entendía lo perdida que me sentía. Tony, Wanda y Visión habían encontrado cómo continuar, habían sido capaces de dar la talla a la situación; sin embargo, yo nunca había sabido siquiera por dónde debía comenzar.

Con cuidado, tan lentamente como si hubiésemos empezado el juego del espejo, ambos levantamos las manos hasta alcanzar el rostro opuesto, las dejamos descansar un instante ahí, inseguros de sí debíamos tomarnos dicha libertad, y luego, nos secamos las lágrimas con los pulgares mientras nos mirábamos a los ojos como si se tratase de la primera vez.

En sus pupilas pude apreciar dos pequeñas yo con un aspecto terrible pero con algo que no le había visto en un buen tiempo, una sonrisa pequeña, pero honesta.

-Creo... que empezamos con el pie izquierdo-dije entonces-. ¿Qué tal si... volvemos a intentar?

-Es... una buena idea-respondió.

Esa fue la primera vez que lo oí hablar.

-Soy ____ Dallas-proseguí sin abandonar mi sonrisa-. Y... no quiero ser tu enfermera, quiero que seamos amigos-repasé cuidadosamente sus mejillas con mis pulgares-, porque eres más que un trabajo.

Él me sonrió débilmente casi con cautela.

-Mi nombre es James Barnes-su mano metálica acarició torpemente mi pómulo-, es un placer conocerte.

A partir de aquel día, la situación mejoró para ambos, poco a poco fuimos capaces de entablar conversaciones cada vez más largas, aprendí a diferenciar sus días buenos de los malos, al punto que cuando llegaba a su habitación y lo encontraba mirando por la ventana me acostumbré a no decir nada y a sentarme a su lado a leer hasta que lo que fuera que lo mantenía abstraído decidiera irse, también comencé a escuchar con gusto las canciones viejas que él adoraba oír, y en algún punto de ello, descubrí que su canción favorita era When irish eyes are smiling, la misma que mi padre nos cantaba a John y a mí cuando éramos sólo unos niños. Aprendí las comidas que le gustaban, sus programas de radio favoritos, los libros que le gustaban, e incluso me percaté de detalles más pequeños, como las expresiones que hacía, la manera en la que le gustaba tender la cama y docenas de otras pequeñeces irrelevantes.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora