No dañarías a nadie

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Estaba sentada en el pasillo que daba a la habitación privada de Dylan, junto a mí se encontraba Steve, quien había permanecido en silencio desde que había visto al pobre anciano. De alguna manera, su silencio me hacia sentir ligeramente insegura.

-¿Cambiaste de opinión?-me atreví a preguntar mientras me ponía de pie.

-¿Sobre qué?-Steve me miró con curiosidad, sus ojos no parecían delatar horror o algo similar; pero en ellos podía apreciar dos pequeñas yo aterrorizadas.

-Sobre querer enfrentarlo conmigo-lo miré-. Está bien si sientes que es demasiado.

Su gesto se volvió rotundamente severo:

-Sigo sosteniendo lo que dije, voy a afrontarlo contigo.

-¡Pero no tienes qué!-me sentía frustrada por estarlo arrastrando conmigo-, a mi lado nunca podrás tener una vida normal, no sé si podré arreglar esto, ¡Ni siquiera sé si no te haré nada a ti!-bajé la mirada y apreté los puños enguantados con fuerza-, te mereces una vida estable, alguien que pueda hacerte feliz en serio.

El sonido de algo destrozándose me hizo mirarlo, había apretado su celular entre una de sus manos reduciéndolo a un trozo de plástico irreconocible, luego lo dejó a un lado y se levantó extendiendo una mano hacia mí, permití que ésta entrara en contacto con mi mejilla sin titubear. Su tacto era tan suave y alentador que me sentía menos perdida cada vez que me tocaba.

-¿Me tienes miedo?-me preguntó de pronto.

-¿Por qué lo tendría?-vacilé frunciendo el cejo.

-Viste de lo que soy capaz. Mis manos pueden destrozar muchas cosas con facilidad. ¿No te da miedo?

Negué con la cabeza.

-No, porque eres tú, y sé que nunca me harías daño-respondí con seguridad.

-Es lo mismo para mí-aclaró entonces. La mano libre se deslizó por mi brazo hasta alcanzar mi mano, jaló suavemente del guante de lana hasta que me lo quitó-, sé de lo que eres capaz, pero sé que nunca lastimarías a nadie, ni siquiera a mí.

-¿Y Dylan?-dudé intentando ocultar mi mano desnuda detrás de mí.

Pero fue imposible, Steve la sujetó por la muñeca con suavidad, acarició con sus dedos la cara interna de mi muñeca, y lentamente condujo mi mano hasta su rostro, me puse rígida ante las posibilidades de hacerle daño; sin embargo, él continuó observándome con aquellos ojos azules repletos de paz y confianza, entonces posó mi mano sobre su rostro, trascurrieron algunos segundos en los que contuve el aliento, hasta que me di cuenta de que nada estaba ocurriendo.

-¿Ves?-me sonrió de lado-, tus manos no están hechas para hacer daño. Nada en ti es peligroso.

Antes de que pudiera siquiera pensar en algo para refutar lo que acaba de escuchar, él jaló de mí y me abrazó con fuerzas. Mi cuerpo entero cedió ante el calor del suyo, los abrazos de Steve eran alguna especie de magia para mí, en cuanto entraba en contacto con su pecho, el miedo, el dolor y todo lo demás, parecía alejarse de mí, al menos, durante un rato. Suspiré al sentirme rodeada del aroma de su colonia, siempre había existido algo en ella que resultaba relajante por excelencia.

-Pase lo que pase, siempre podrás contar conmigo. Estaré a tu lado como ahora-murmuró contra mi pelo.

Sonreí algo temblorosa antes de que mis manos rodeasen su cuello con más seguridad:

-¿Incluso si no puedo arreglar lo que le hice a Dylan?

- Incluso entonces-declaró con seguridad.

Temporal (Steve Rogers y tú) [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora