54. Los reproches que nunca dijimos

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Para cuando llegó el jueves el rumor de que habían visto a Akira y Akane enrollándose ya se había extendido por la mayoría del instituto, algo que, por supuesto, ponía de muy mal humor a Akane, no había en ese momento cosa peor que la consideraran el nuevo "trofeo" del casanova de turno.

Akira acababa de sentarse frente a su mesa cuando Yuri apareció y se sentó encima de la misma cruzándose de piernas.

—¿Que quieres, Yuri? —Akira no tenía ganas de preguntar y no le interesaba lo que hiciera pero si le molestaba que ocupase su mesa.

—¿Sabes lo que vamos a hacer?

¡Que irritante era aquella chica! Nunca decía las cosas claramente, le encantaba crear expectación hasta para lo más tonto.

—¿No lo sabes? —sonrió Yuri maliciosa.

—¿Vas a bajarte de mi mesa?

—Vas a ser mi profesor particular —Yuri pasó el dedo índice por la frente de Akira hasta llegar a su nariz, bajó y lo detuvo en la punta. Akira frunció el ceño e hizo un ademán con la cabeza para apartar aquel dedo—. ¿No te lo ha dicho tu madre?

—¡Ahg! ¿Qué me tenía que decir?

—Que me vas a dar clases particulares para subir la nota.

—¿Quien? ¿Yo? No digas tonterías ¿haría yo algo tan pesado?

—Pues mis padres dicen que está todo resuelto. Lo han hablado con tus padres.

—A mi nadie me ha dicho nada.

—Pues tu madre dijo que estabas encantado. Me darás clases por las tardes, vamos a pasar mucho tiempo juntos.

—Lo siento pero yo por las tardes estoy muy ocupado.

—¿En que mejor que yo?

—Pues entre otras cosas en vivir. Además tenemos una función pendiente ¿recuerdas? Soy uno de los directores.

—Bah, bah, bah, eso son tonterías —Yuri se acercó a su oído—. ¿Prefieres pasar la tarde con una chica malhumorada o conmigo?

Akira sintió los ojos de Akane clavados en su nuca. Lo había oído, seguro, Yuri no se había ni molestado en bajar el tono de voz.

Akane tiró el bolígrafo que sostenía contra la mesa violentamente, se levantó, cerró los puños y se dispuso a abandonar la clase. Akira la vio pasar a su lado con paso firme y rápido.

—¡Eh rubia! —Karura entraba en el aula y se acercaba a ellos—. Seguro que ya te estás pasando de nuevo.

—¿Por qué te metes en lo que no te importa, coletitas? —gruñó Yuri mirando con burla las dos coletas en las que Karura había recogido hoy su pelo.

—Porque me sale de donde te cuento ¿Algún problema? —Y cogió a Akira del brazo obligándole a levantarse—. Y tú espabila y haz algo ¿no?

¿Por qué las mujeres tenían que ser tan liosas y complicadas? Akira intuyó en la mirada de Karura que aquello era una orden y seguramente estaba en lo cierto, algo tenía que hacer. Resopló y salió del aula.

—¿A ti no te gustaba Kamui, mona? —Continuaba oyendo a Karura—. ¿Por qué no dejas a Akira en paz?

—Porque no quiero que caiga en tus zarpas, listilla.

Akane estaba apoyada en la pared del pasillo, Akira, con las manos en los bolsillos, se puso a su lado.

—¿Qué te pasa? —preguntó con el tono de voz más pausado que pudo.

Con sabor a mandarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora