El día siguiente fue también un día aburrido para Akira, aún más molesto que el día anterior. Ya no tenía fiebre pero su madre no le permitió acudir al instituto, prefería aprovechar esa circunstancia para obligarle a ayudarla en innumerables quehaceres, no iba a dejar que estuviese ocioso todo el día, así que, le mandó ordenar su armario. Sentado en su cama, Akira había vaciado el contenido de un cajón en ella y se dedicaba a separar lo que tenía valor de lo que debía deshacerse. Era el cajón en el que Akira iba metiendo todo lo que no sabía dónde poner, así que podía tener cualquier cosa, desde postales, llaveros, bolígrafos hasta una pequeña caja de color azul oscuro con letras doradas grabadas en ella... así que estaba allí...
Akira sintió cierta pena cuando la vio, casi con miedo, como si al cogerla algo malo le fuera a pasar, la agarró y la miró detenidamente sin saber si abrirla o no. Respiró profundamente y la abrió.
El colgante de forma ovalada y color azulado enganchando a una fina cadena de plata continuaba allí, como la última vez que lo vio, aunque en ese momento Akira no lo veía, en su mente lo que veía era a Akane pegada al escaparate de aquella joyería.
"...
—¿Por qué a todas las mujeres os gustan tanto las joyas? —preguntaba Akira sin dejar de mirarla a ella.
—Son bonitas y brillantes —respondía con voz traviesa.
—Sois como las urracas, vais a todo lo que brilla —bromeó.
—Bueno yo particularmente lo hago por avaricia, si me veo en un apuro siempre puedo venderlas.
—Ahora que lo pienso, nunca te he visto con joyas ¿ya las has vendido?
—Yo nunca he tenido nada de oro o de plata, bueno sí, tengo medallas pero mi madre las guarda, creo que no se fía de que las empeñe. Creo que una vez tuve unos pendientes y los perdí.
—¿Qué te gusta más?
Akane señaló sin dudar una pulsera de oro blanco en forma de trenza. Akira miró el precio.
—No eres tonta, no.
Akira observó el escaparate, la mayoría de las cosas que en él se mostraban superaban con mucho su presupuesto pero pensó que regalarle algo podría ser un detalle bonito, algo tendría que haber que pudiera comprar y además tenía el día perfecto para regalárselo.
Estaba muy ilusionado con aquella relación que habían comenzado, se sentía muy bien estando a su lado, normalmente las chicas solían ser muy pesadas, empeñadas siempre en que los chicos hicieran lo que ellas querían pero Akane siempre le miraba con sus ojos brillantes y le convencía de cualquier cosa, era estupendo dejarse llevar por ella, tenía una bonita sonrisa y sus manos eran siempre muy cálidas. A Akira le gustaba coger sus manos y sentir esa calidez emanando de ellas, esa calidez de la que él quería formar parte.
Entrelazó los dedos entre los de ella y la miró, Akane le devolvió la mirada con aquella sonrisa en los labios. Él se sentía feliz, cada rato que pasaba con ella más convencido estaba de ponerse un poco más tonto, estaba en esa parte de su relación en la que cualquier cosa que descubría le parecía maravillosa.
Puso su mano en la nuca de la chica para atraerla hacia sus labios y besó, como siempre hacia, suave pero ávidamente su boca. Le encantaba sentir la suavidad de los labios de Akane en los suyos, eran suaves y extrañamente no sabían a nada, pensaba que los labios de una chica debían saber a algo, a algún alimento comido hacia poco, restos de dentífrico, una bebida, pero no, no sabían a nada y sin embargo ese roce suave le resultada totalmente adictivo.
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Con sabor a mandarina
Ficção AdolescenteDesde hace un año Akira y Akane no paran de discutir. Eran muy buenos amigos, se notaba que se gustaban y de repente comenzaron esas malditas discusiones sin sentido. Akane es terca y cabezota, no quiere creer en el amor, por eso, cuando medio en br...