CAPÍTULO UNO.

1K 52 12
                                    

El elegante automóvil avanzaba por las calles de la ciudad, el sol y el calor eran casi insoportables, pero eso no lo detuvo para salir aquella tarde. Necesitaba alejarse un poco del mundo del que era parte, necesitaba alejarse de su padre y de los hombres a los que día a día observaba trabajar.

Desde muy pequeño había deseado no ser parte de aquella organización, había visto tantas cosas que ningún niño de su edad debería haber visto, había pasado por los peores momentos y había vivido casi privado de su libertad por la profesión que su padre llevaba; como si a eso se le pudiera llamar profesión. El hombre era importante, alguien respetado y temido por igual, un hombre con quien sin duda nadie querría meterse porque de hacerlo no saldrían para contarlo y lo odiaba, odiaba con todas sus fuerzas que por culpa de su padre su vida tenía que estar limitada.

Su adolescencia no había sido mejor, en la escuela y los pocos lugares a los que asistía, siempre se enteraba de lo cruel y malnacido que era su padre; el hombre era culpable de masacres, culpable del narcotráfico que en esos tiempos atacaba con todo su poder a la ciudad. ¿Cómo podía ser un adolescente normal cuando sabía que su padre asesinaba a sangre fría por poder y dinero? Pero lo sobrellevaba, y lo hacía porque sabía que nadie, incluso él, podía ir en contra de su padre, porque por mucho que pudiera rogar, incluso humillarse frente a él, el hombre nunca cambiaría de profesión, jamás sería un hombre de bien porque, según él decía "Era lo único que sabía hacer bien".

Pero ahora, y muy en contra de todo lo que le había dicho su padre esa mañana, estaba disfrutando de una apacible salida sin toda la seguridad que siempre tenía pegada a su espalda, sin todos esos hombres que lo vigilaban incluso si tenía la necesidad de usar el baño. Era diferente, había podido salir a la calle con una sola persona que cuidara de él, el hombre que conducía y con quien había prácticamente crecido. Su día había comenzado en el centro comercial, incluso habían podido ir a un restaurante y comer con toda tranquilidad, sin estar preocupados por quién o quiénes podían verlos. Pero infortunadamente, no siempre podía disfrutar de este día, la diversión terminaba tan pronto como su padre llamaba y pedía que lo llevaran a casa, no quería, pero sabía que, de no acceder a la petición de su padre, los hombres que siempre lo cuidaban, llegarían todos brabucones al lugar en el que fuera que se encontrara y lo sacarían de ahí a rastras, sí, experiencias pasadas aseguraban en hecho.

Lo último que podía disfrutar de su día era el estar sentado en la parte trasera del auto, el sol entrando por las ventanas del automóvil y pegando en su cara lo hacían sentir vivo, los calientes rayos del sol alimentaban su idea de ser otra persona, de ser alguien diferente. Así como en los vídeos musicales donde las personas pensaban acerca de su vida o simplemente soñaban despiertos con que eran alguien diferente, pues él solamente soñaba que era alguien normal, alguien libre.

El automóvil se detuvo abruptamente y de no ser por el cinturón de seguridad, habría salido volando junto con toda su materia gris por el parabrisas; aturdido, pudo escuchar a los lejos el rechinar de los frenos, olió en el aire el penetrante olor de la llanta al ser quemada y lo hizo querer vomitar, pero sin duda lo que más le impactó, fue el ver al hombre con quien había compartido su infancia con un tiro en el entrecejo, sus ojos aún con la vista mirando hacia adelante por la carretera pero sin ese toque de brillo amable y alegre que siempre lo había caracterizado; el hombre había muerto.

La bilis subió por su garganta, pero trató de no vomitar, el olor a llanta quemada y la sangre no ayudaban en mucho, pero, de una u otra forma, las ganas de llorar por la pérdida del hombre eran más que el asco de aquella brutal escena. Se forzó a sí mismo a reaccionar, observó a todos lados por la carretera antes de desabrochar el cinturón de seguridad, por mucho que quisiera quedarse y ofrecerle su compañía al chico a pesar de ya estar muerto, tenía que resguardarse a sí mismo de quien fuera quien había disparado al hombre.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora