CAPÍTULO CUARENTA Y UNO.

40 6 4
                                    

Eran pasadas de las diez de la mañana cuando Dante volvió a abrir los ojos nuevamente, todo su rostro estaba lleno de sudor y la temperatura había variado desde que amaneció, lo único bueno era que Cedric le había dicho que había pasado lo peor, aunque tenía que descansar pues aquella herida no era algo para tomarse a juego. Aún así era importante que lo llevasen inmediatamente o por lo menos lo más rápido posible, a un lugar donde pudieran atenderlo correctamente.

Cuando el menor volvió a dormir, mandó a llamar a Blake, Riley se encontraba aun custodiando la puerta.

— Necesito que los saques de aquí —dijo, Juan lo miró, sorprendido.

— ¿A qué refieres?

— Esteban, James, Andrew, necesito que los saques de aquí, me sentiría más tranquilo si te los llevas a ellos, no todos deben estar en el punto de mira de los hombres de Álvaro.

— Podría hacer eso.

— Ni si quiera lo pienses, Dakota, no voy a moverme de aquí sin ti.

Negó, limpiando su rostro con sus manos.

— Necesitas atención médica, Andrew.

— Cedric está aquí.

— Sabes que no es a lo que me refiero, Cedric puede atenderte en un mejor lugar, no tenerte encerrado en una habitación, escondido.

— No necesito que me cuides, Dakota.

— Creo que Dakota tiene razón —Dijo James.

Lo miró, se sentía desconcertado, ¿Cómo iba James a dejar a Dakota solo en eso después de tanto? El deseo que sintió momentos antes, se convirtió en enojo, él jamás iba a dejar a Dakota sabiendo que estaba en peligro, él soportaría el dolor de sus heridas todo el tiempo que tuviera que hacerlo, pero no iba a soportar el irse lejos sabiendo que algo podía pasarle a su amigo y él no iba a poder hacer nada al respecto. No, definitivamente él no iba a dejarlo.

— Puedes irte tú si eso quieres, yo me quedo aquí.

— Esteban, Dakota necesita estar libre para poder defenderse y a Dante, nosotros...

— ¿Estás diciendo que soy un estorbo para Dakota?

Su enojo incrementó, se sentó sobre la cama, Jules y Cedric parecían no querer entrometerse mientras Blake los miraba, sosteniendo su arma contra su pecho.

— No pongas palabras en mi boca, Esteban.

— Lo insinúas James, sé sobre mis limitaciones, pero no soy un inútil.

— Esteban, basta —había una clara advertencia en la voz de James.

— No, basta tú, puedes ir a esconder tu culo adonde tú quieras, pero yo no dejaré solo a Dakota.

James se puso de pie, pudo ver las muecas de dolor al hacerlo, pero el hombre jamás se quejó.

— ¿Eso piensas? Que estoy huyendo, ¿Crees que soy un cobarde? Cuando veníamos hacia acá fui el primero en dar la cara y sacar a Dakota en la mierda en la que se metió, busqué solo —remarcó aquella palabra—. A Juan, me mantuve cuidando del grupo, dime, Esteban, ¿Qué hiciste tú además de mandar mensajes?

Su pecho se sintió apretado, el miedo se extendió por este, había visto a James enojado muchas veces, pero no con él. Para este entonces, Blake los miraba con curiosidad, Juan, por su parte, había levantado la mirada hacia ellos y observaba a James con cautela.

— No vengas a decirme que quiero esconderme cuando he sido tu maldito escudo desde la maldita guerra.

Vio al hombre salir de la habitación mientras sostenía su estómago, las ganas de llorar lo invadieron, James jamás le había hablado de esa forma, jamás había dicho nada acerca de lo que hacía, ¿Era eso en verdad lo que pensaba? Él no lo mantenía a su lado porque lo veía como su escudo.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora