CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

39 5 2
                                    

Su corazón latía con fuerza en su pecho, la sangre golpeaba en un ruido seco y sordo en sus oídos, sabía que muy probablemente iba a desmayarse pronto o por lo menos eso sentía. Había pasado por mucho, aún se sentía asustado pues debido a todo, había recordado los días infernales que había pasado a la guerra y sentía pánico, pánico de tener que regresar a aquel lugar, de tener que ver morir a alguien más, no sabiendo que aquella vida estaba en sus manos y no había podido hacer nada para salvarla.

El médico actuaba con tanta rapidez que pudo ver cómo el sudor escurría por su sien, había mucha sangre, sus manos estaban llenas de ella, su propia ropa lo estaba, pero, contrario a eso, el cuerpo de Dante parecía secarse poco a poco. Aún escuchaba los latidos, podía ver el pulso, el calor que emanaba era poco, pero lo hacía.

— Andrew, te necesito aquí, ¡Andrew!

Pero no podía reaccionar, se encontraba recargado contra las paredes de la ambulancia, sus manos empapadas de sangre, en algunos puntos seca, temblaban con tanto descontrol que le daba miedo. Lo único que podía hacer era sentarse en aquel lugar, quizás entorpeciendo el trabajo del médico y el enfermero.

— Necesito que te controles.

— No... —Su voz salió como un hilillo casi irreconocible para él —. No puedo.

— Si puedes Andrew.

Escuchó la voz familiar del enfermero, pero aun así no podía hacer nada.

Ambos desistieron de su intento por sacarlo del shock, y pusieron su completa atención en el adolescente que poco a poco comenzaba a ponerse más pálido, necesitaba sangre, una trasfusión con urgencia. Se acercó hasta ponerse de rodillas del otro lado del médico, Dante quedaba cerca suyo y necesitaba sentirlo de esa forma, tomó la mano del menor y la acercó a sus labios dejando un corto beso y posiblemente, la oración más sincera que le había dedicado a un dios que sentía que lo había abandonado en aquella guerra donde también se le fue la vida.

— No tienes derecho a hacerlo Dante, no puedes hacerlo —dijo aún con voz vacilante, su cuerpo temblando —. Porque Dakota va a estar esperando por ti...

El nudo en su garganta lo había hecho detenerse para poder tomar un respiro, sentía sus mejillas mojadas, todo a su alrededor estaba mal porque si Dante moría ahí, él sabía que ya no podría volver a ver a Dakota a los ojos.

— Porque jamás lo vi sonreír, así como sonríe cuando está contigo, y Dakota es mi hermano, lo sabes, ¿verdad? ¡Dante responde! ¡¿Lo sabes verdad?! Sabes que no puedes hacerle esto a Kota, no a nuestro Kota.

***

Los disparos resonaron en la habitación, eran tan fuertes que sus oídos se quedaron sordos por unos segundos para luego escuchar el sonido que tanto odiaba pero que estaba muy acostumbrado. Pero aun así pudo ver la sangre empapando el pantalón y sabía que tenía dolor, más incluso del que podía sentir por sus piernas. James se encontraba bien porque Juan había intervenido en el momento oportuno para alejar el arma de las manos de Álvaro.

Sentía mucha rabia, pero más que eso sentía mucha preocupación, de ninguna forma quería que Álvaro encontrara a Dante porque sabía bien que iba a tener el mismo destino que había tenido Carlos y tenía miedo de que eso ocurriera otra vez. No podría manejarlo de ninguna forma y sabía bien lo que pasaría si eso llegase a ocurrir; él no iba a resistirlo, su corazón mismo no iba a hacerlo, no de nuevo.

El policía parecía sentirse tan o incluso más molesto que él y no lo entendía, había arriesgado su vida por el bien de James y se lo agradecía, pero aquello había sido algo demasiado extraño. Un par de hombres de Álvaro se acercaron por detrás tratando de entrar por el capo, pero Juan disparó sin reparo hiriéndolos de muerte sin ni si quiera parpadear un segundo. Marcus siguió su ejemplo y más disparos se añadieron, aquello parecía un campo de guerra y vaya si él no los conocía bien, eso para nada iba a terminar de una buena forma.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora