CAPÍTULO VEINTINUEVE

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Bastaron un poco más de cuatro horas para llegar a su destino, luego de que Esteban hiciera un par de llamadas, Marcus se dirigió a lo que parecía ser una colonia bastante alejada del centro de la cuidad, las casas estaban lo suficientemente distanciadas unas de otras y la gente parecía no inmutarse de un nuevo vecino. James bajó del auto, tocó un par de veces la puerta y luego de que intercambiaran un par de palabras, la mujer abrió la cochera y entraron.

Dante descansaba contra el pecho de Dakota, el soldado se sentía cansado,
quería terminar con eso de una vez por todas.

— Salgan del auto —dijo una mujer de estatura media, su cuerpo se veía bien trabajado y, al contrario de su actitud, su rostro se veía encantador.

Los primeros en salir fueron Marcus y Juan seguidos Dakota, Andrew y Dante.

— Dejen sus armas en el piso.
— No po...
— No les pregunté si querían o podían, dije, dejen sus armas en el piso, ahora.

Tan pronto como las armas estuvieron frente a ellos y con toda la desconfianza del mundo, la mujer comenzó a revisar sus ropas. Marcus la observaba, su mirada fría y calculadora.

— ¿Esto es necesario?
— Es muy necesario.
— ¿Para qué fin?
— Quieren hospedarse en mi casa, esas son las reglas, aquí no necesitan
nada de eso.
— Nuestra situación —comenzó Juan para ser de nuevo interrumpido.
— Sé su situación.
— Entonces comprenderás que necesitamos...
— Aquí no necesitan nada, nadie entra sin que yo lo sepa.

Dante observaba a la mujer con intriga, sabía que seguramente el menor se sentía intimidado por la actitud de la mujer pero no tenía porqué, él iba a cuidar del menor siempre.

Una vez que las armas fueron retiradas de su vista, todo el grupo de hombres entraron a lo que parecía ser una pequeña pero lujosa mansión. La mujer caminó adelante de todos ellos, en la entrada de la mansión habían un par de hombres cuidando la puerta, estos ni se inmutaron de que todos ellos se adentraron.

Dante fue llevado a una habitación, Andrew permaneció con él en todo momento. Por su parte, Dakota, James y Esteban se reunieron con la mujer, Esteban había ordenado que Marcus y Juan no estuvieran cerca pues aún no confiaban en ambos hombres.

—¿Puedes conseguir lo que te pedí? —cuestionó Esteban, el hombre se veía cansado.

—Puedo, pero no aquí.

—Tienes una mansión enorme pero no una pista, ¿Es en serio Guadalupe?

La mujer hizo un movimiento de hombros y bufó.

—Yo no la construí, Esteban.

—¿Entonces? —Interrumpió James.

—Para empezar... quiero que me expliquen, ¿Por qué escapan de Álvaro? Por seguridad.

—Secuestró al hijo de Abraham, Abraham contrató a Dakota y Dakota... —resopló —. El chico quiere quedarse con nosotros.

La pequeña mujer observó a los hombres por unos segundos, el ayudarlos significaba declararle la guerra a Álvaro con quien hasta el momento había evitado tener problemas.

—Cincuenta millones —habló Dakota por primera vez.

Guadalupe suspiró, ella no quería dinero.

—No hace falta, si Esteban es quien lo pide, yo no soy quién para negarme, le debo muchas al friki este.

James miró a Esteban, el hombre parecía no haberse inmutado ante el comentario. Pero por su parte, le intrigaba saber qué relación tenía con la mujer, porqué ella le debía favores, favores tan grandes como para arriesgar su vida.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora