CAPÍTULO DIECINUEVE.

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Esa mañana Dante había preparado el desayuno para todos, además, como una petición especial de Andrew, había hecho comida para llevar en su camino. Ambos, tanto él como Andrew habían estado presentes como la mañana anterior pero esta era diferente, se sentía contrariado con el menor y sabía la razón; Dakota.

Al entrar más temprano a la habitación en la que estaban, y el verlos a ambos juntos, había movido algo en él que realmente no le gustaba. Sentía una opresión en su pecho cada vez que pensaba en el soldado y el chico. Claro, él no era nadie para enfadarse pero lo estaba y no podía evitarlo. Por otro lado Dante no tenía ninguna culpa, había pasado por mucho como para que él comenzara a hacerlo a un lado, pero, ¿Qué era Dante de él? Nada, ni siquiera tenía que preocuparse.

Lo observó de pie desde la isla de la cocina, parecía disfrutar de cocinar y no sólo se veía sino que lo demostraba. Por primera vez se fijó en él, delgado, de estatura baja, cabello castaño y sin duda lo más impactante, sus ojos color miel. ¿Qué sería lo que le llamaba la atención a Dakota de él? Si es que eso pasaba, tal vez sólo trataba de ser amable o trataba de que el menor no sufriera más de lo que ya estaba sufriendo.

"O quizás le gusta, supéralo".

Sostuvo la taza de café contra sus labios mientras lo observaba, Andrew parecía tener especial interés en él esa mañana ya que no le había quitado la vista de encima. Aquello lo hacía sentir incómodo, extremadamente molesto también.

Minutos más tarde observó al policía que recién había llegado, Andrew no había perdido el tiempo en tratar de entrar en sus pantalones y no dudaba en que lo hubiese logrado; el hombre era apuesto, tenía porte y era caliente como el mismo infierno. Llamaba su atención, sí, pero no como Dakota, todo era tan diferente cuando se trataba de él.

Suspiró, ¿Por qué en la vida se había adentrado en esos territorios? Dakota lo había marcado desde la primera vez que lo vio en las filas de los seleccionados para soldados, ambos, junto con James, habían estado juntos en todo su entrenamiento y luego en la guerra, lo que había pasado mientras tanto era historia, lo único que salía a relucir era que él había quedado flechado por el hombre y se sentía un idiota.

— ¿Estás bien? —escuchó la voz de James y sintió su presencia cerca suyo.

Ahora, eso era lo que necesitaba, a alguien que le alegrara la mañana porque desde que despertó y vio aquello, todo se había ido a la mierda. Por lo menos James siempre hacía algo para quitar su mal humor.

— Sí, cansado...

— Uh —asintió, tomando una taza de café de la isla y bebiendo un poco—. Veo que has comenzado a hacer tus ejercicios.

— Sí... algo así.

James guardó silencio y siguió su mirada, sin poderlo evitar él no había quitado aquella expresión cada vez que veía a Dante y James seguramente lo había notado, y es que ni siquiera hacía un esfuerzo por ocultarlo, simplemente no quería.

— ¿Pasa algo? —cuestionó, señalando al chico con un movimiento de cabeza.

— Te cuento luego...

Bueno, necesitaba de James tanto como pudiera, el hombre había estado años con él y era la única persona en la que confiaba para contarle sus problemas personales. Además de que este era un buen amigo y un hombre al que sin dudar dejaría que cuidara de sus espaldas, también era alguien comprensivo y siempre había estado ahí cuando se trataba de hablar sobre Dakota.

Observó al chico sin decir una sola palabra más, aunque sabía que James y Andrew comenzarían a sospechar por sus actos, no le importaba, por lo menos no mucho. El recién llegado entró a la cocina y tomó un poco de agua, había notado que sostenía su costado y sabía que era por el rozón de bala, se moría por preguntarle cómo estaba pero realmente no sentía que fuera correcto, el hombre parecía no querer tratar con nadie que no fuera Dakota y lo entendía, las personas no confiaban tan rápido como para "ceder" su oportunidad de vida de un segundo a otro.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora