CAPÍTULO TRECE

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Habían pasado horas desde que Dakota se había llevado al chico, los hombres bajo su mando habían comenzado a dudar de él debido a que no había aparecido por ningún lado mientras todo ocurría, sabía bien que estaba hasta el cuello y todo había sido culpa de su buena voluntad con el soldado. Si salía de ese problema monumental, Dakota tendría que pagar la factura o pagar todo lo que había pasado con tal de ayudarlo. Álvaro estaba peor que furioso y se lo había hecho saber, el hombre no toleraba errores y ahora él había dejado ir al chico, sabía que no iba a salir del todo bien librado pero tenía que encontrar la forma de que fuera así.

Su oficina estaba completamente sola, nadie además de él estaba en ella pero en el patio había un grupo de hombres vigilando a los alrededores, horas antes habían llegado más hombres de Álvaro y eso lo único que hacía era frustrar su escape, tenía que salir de ese lugar a toda costa, tenía que entregar las pocas pruebas y futuros arreglos del capo.

Álvaro, te busca el patrón —dijo uno de los hombres que recién habían llegado al rancho.

•••

El teléfono celular en la mesita de noche había comenzado a sonar desde hacia varios minutos, tan pronto como terminaba el tono, la llamada volvía a entrar. El dolor en su abdomen no le permitía estirarse para tomarlo y eso lo hacía enfadar, más cuando la porquería sonaba sin descanso alguno y no lo dejaba volver a dormir.

La puerta de su habitación se abrió lentamente y vio el gran cuerpo de James asomándose por la misma, el hombre se veía molesto y con justa razón; seguramente el timbre del celular tampoco lo dejaba dormir.

— Tu porquería lleva sonando por horas, ¿No piensas responder?

— Bueno, cerebrito, no puedo llegar hasta la mesa —dijo probando su teoría estirando un poco su brazo.

— Pudiste haberme gritado, ¿Sabes? —respondió de mala gana a la par que tomaba el celular de la mesita—. ¿Sigues con esa maldita manía de poner códigos a las personas?

— ¿Tiene algo de malo? Dame.

— Como sea, ponlo en vibrador y mételo donde mejor te plazca, sólo déjame dormir con un demonio.

El hombre se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta mientras él revisaba su celular, las llamadas de Juan eran incontables y los mensajes aún más.

"Necesito tu ayuda".

"Álvaro se enteró de todo".

"Están persiguiéndome, con una mierda, Dakota".

"Respóndeme, carajo".

Marcó al celular del hombre tan pronto como terminó de leer los mensajes, esperó un tono, dos, tres hasta que al cuarto la voz baja y la respiración entrecortada del policía se escuchó del otro lado de la línea.

— ¿Cuántos son? —cuestionó sintiendo cómo poco a poco el dolor en su abdomen se hacía más fuerte.

— Sólo una vagoneta, cuatro, tal vez cinco.

— ¿Estás armado?

El estruendo de los disparos y el metal del auto al ser azotados por las balas hacía que lo que fuera que le había dicho Juan no se escuchara o se oyera como susurros. Gritó un par de preguntas sobre el cómo se encontraba pero de un momento a otro lo único que escuchó fue el ruido de los disparos; la llamada se cortó.

— ¡Con una mierda! Lo único que me faltaba... —tragó, el dolor era mucho pero tenía que hacerlo a un lado para tratar de pensar en cómo iba a ayudar a Juan, si es que podía hacerlo—. ¡Esteban! —gritó tan fuerte como pudo esperando que el hombre pudiera escucharlo.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora