CAPÍTULO OCHO.

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El olor a alcohol, desinfectante y medicinas lo hizo salir del sueño profundo en el que se encontraba, el dolor había disminuido significativamente no tenía frío y mucho menos sentía las capas de sudor en su piel, incluso se sentía limpio.

Para él todo eso estaba bien, jamás había sido alguien muy tolerante con el dolor y había deseado que se fuera por completo si es que eso era posible. Lo único que no estaba del todo "bien" y que no concordaba con su situación era la blancura del lugar en donde estaba, el techo blanco relucía por sobre todo y luego de unos segundos despiertos pudo sentir su brazo medio dormido y algo que colgaba del contrario. Abrió los ojos tanto como pudo cuando se dio cuenta de dónde se encontraba, ¿El hombre lo había sacado de aquel horrendo lugar? Estaba en un hospital y no era posible que los hombres que lo habían secuestrado lo hubieran llevado a uno. Su corazón palpitó por la emoción que sentía, tal vez realmente lo había sacado.

Todas sus esperanzas se fueron por la borda cuando vio a uno de los hombres que lo habían frecuentado antes, de pie en una esquina de la habitación con el hombre de hermosos ojos azules a un lado suyo.

— Al parecer despertó.

— Yo... —intentó hablar pero su garganta se sentía tan seca que no se lo permitió.

— Estás en un hospital, pero no te emociones tanto, volverás adonde estabas.

Observó al hombre a su lado y sintió tantas ganas de llorar como nunca en su vida, no quería seguir sufriendo como lo había estado haciendo.

— Agradécele a Dakota porque fue quien me convenció.

Tragó, el hombre salió de la habitación aparentemente muy molesto. Inmediatamente trató de sentarse pero un ligero malestar se lo impidió.

— No te muevas, vas a lastimarte.

— Sácame de aquí... —dijo apenas en un susurro pues su garganta seca no le dejaba alzar mucho la voz.

— No puedo Dante, hay mucha seguridad y estás herido, si te saco ahora no podré hacerme cargo de ti después.

— Iremos a la policía, iremos lejos y buscaremos un hospital...

Los ojos azules de Dakota, como ahora sabía que se llamaba, cambiaron ligeramente al verlo, se inclinó un poco sobre él y su gran mano acarició con una ternura que jamás creyó posible en un hombre tan masculino como él.

— Te prometo que voy a sacarte de aquí, chico, sólo espera un poco más. Es inútil ir con la policía, ellos están aliados con Álvaro, incluso en los hospitales, ¿Por qué crees que en primera el hombre a tu cargo dejó que vinieras?

— Pero es su trabajo...

— Dante, eres demasiado inocente del mundo, el dinero puede comprar lo que sea, incluso muchas veces la justicia, la salud, el derecho a vivir o no y Álvaro es un hombre poderoso, estamos en su territorio, nadie va a hacer caso y aunque lo hicieran no se atreverían a ir en su contra —dijo Dakota aún acariciando su mejilla—. Tienes que esperar un poco más si quieres salir con vida.

•••

El ver al chico retorciéndose en su cama y empapado de sudor lo había enternecido tanto como jamás creyó que alguien lograría hacerlo. La imagen estaría grabada en él durante mucho tiempo; se veía tan frágil, tan indefenso, tan horrorizado, que hubiera deseado poder protegerlo de todo, quizás era el sentimiento de culpa por no poder proteger a su pareja muerta el que lo hacía actuar de esa forma pero al verlo sufrir tanto lo mejor que pudo hacer para ayudarlo fue exigirle a Juan que lo llevara a un hospital tan pronto como fuera posible.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora