CAPÍTULO TREINTA

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Luego de convencer a Dante de que todo estaba bien y de mandarlo nuevamente a la habitación. Dakota, James y Juan entraron en la habitación donde se encontraba Guadalupe, ella tenía muchas cosas que aclararles.

— Esa foto que le diste a Dante, ¿Sabes la historia de esa mujer? —cuestionó Juan.

— Mencionaste que era su hijo menor, ¿Quién es su otro hijo?

James observaba al grupo de personas hablando sin entender nada de lo que estaba pasando.

— ¿Y ustedes para qué quieren saber eso?

— Guadalupe, por favor.

La mujer suspiró, tomó un pequeño vaso de vidrio con lo que parecía ser whisky, se recargó en el escritorio y los observó.

— Conocí a esa mujer, yo era una niña y ella era una adolescente, desde que nací cuidó de mí. Ella era muy humilde, éramos —suspiró —. Había un hombre con dinero en el pueblo, ella era muy bonita así que el hombre se interesó en ella y ella en él, se casaron y se fueron de aquí poquitos meses después, a Guadalajara.

Dio un trago a su vaso y continuó con la historia.

— Dos meses después ella mandó por mí, estaba embarazada —sonrió —. Acepté ir a cuidarla, viví con ella un tiempo, todo iba muy bien, vaya, ella era millonaria ahora... pero —hizo una corta pausa, como ordenando sus recuerdos —. Ambas comenzamos a darnos cuenta de cosas, el hombre con el que se había casado no era un empresario ni mucho menos, todos los días había hombres armados, entraban y salían camiones con quién sabe qué mercancía y la gota que derramó el vaso fue cuando llevaron a un hombre...

Dio un trago más y aclaró su garganta.

— La madre del hombre... Doña María, nos contó la verdad.

— Álvaro... —susurró Dakota.

— Ah sí, Álvaro. Quisimos irnos de ahí, pero Álvaro se dio cuenta de eso, él la amaba mucho pero nunca le dijo nada... cuando tratamos de irnos de ahí, ella tenía unos cinco meses de embarazo. Por supuesto que a Álvaro no le pareció, no podía dejarla ir, no con su hijo en su vientre y menos porque él la quería. Esperamos a que el bebé naciera —sonrió, su mirada fija en un punto en el piso, como recordando aquel momento —. Carlitos, así le llamó a su hijo, Dios, el niño era hermoso, aunque en esencia era todo parecido a su padre. Intentamos escapar de nuevo, pero Álvaro no lo permitió, fueron tantas las veces que lo intentamos que perdí la cuenta, al final Álvaro se hartó, le quitó al bebé y sin más nos corrió del rancho.

Negó varias veces.

— Eso le rompió el alma, ella no quería dejar a su hijo. Intentó regresar por él, pero los hombres no se lo permitían. Creo que iba a volverse loca... y sabía que si quería recuperar a su hijo tenía que buscar ayuda. Así que, por maldición, porque no por otra cosa, conoció a Abraham, el hombre era un hijo de puta, pero se enamoró de ella. Cuando le contó lo que había pasado, ambos trataron de recuperar a Carlos, pero eso ocasionó un conflicto entre ambos y que Álvaro lo escondiera. Al final no pudo llegar de nuevo a su hijo... se embarazó nuevamente, pero las penas eran muchas, ¿Sabes? Todo lo que cargaba, la depresión en la que estaba, el dolor que sentía por no tener a su hijo con ella, estaba mal y cuando Dante nació, ella murió.

— ¿Por qué no te quedaste con él?

— Abraham es un hijo de puta, te lo dije. Cuando ella murió él se volvió loco, me mandó de vuelta a México y me prohibió acercarme de nuevo, me dolió porque ella me hizo prometer que cuidaría a su hijo, pero él no me lo permitió. ¿Quién diría cierto? Años después ese niño llegaría a mi casa.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora