CAPÍTULO VEINTIDÓS.

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Sentía como si una bestia en su interior estuviera a punto de salir. El ver la forma inocente en la que Dante respondía a él le enternecía y le encendía a tal grado que temía el poder quemar al más chico.

Sentía que la urgencia tomaba el control de sí mismo, la desesperación por tener algo más de Dante lo invadía y, por mucho que pensara que estaba mal todo eso que estaba haciendo, el deseo era más potente. El probar sus labios era como estar en la gloria, la forma inexperta en la que lo besaba lo encendía más, esto provocaba que la erección punzante en sus pantalones doliera. El que el chico se acercara a él y le dejara saber la forma en la que sus besos le afectaban, había sido todo lo que había resistido; él tenía que ponerse un alto o de lo contrario terminaría por hacer suyo al menor de todas las formas que se le ocurrieran y durante las horas que quisiera. Por él no habría problema, y una mierda si lo había, pero a juzgar por la forma inexperta en la que Dante besaba y se dejaba llevar, sabía que el chico jamás había estado con un hombre y por mucho que lo deseara, él no era quién para decidir sobre aquella decisión tan personal e importante en su vida sexual.

Aún con eso en mente, no pudo evitar el quedarse cerca del chico, presionándose contra su cuerpo a la par que movía sus caderas, que lo condenaran al infierno si querían pero él no podía separarse, no en ese momento y menos cuando estaba disfrutando tanto de un beso como jamás imaginó. Dejó un par de besos en los cálidos y suaves labios ajenos antes de separarse para tomar un respiro, su cuerpo se sentía caliente y el deseo lo estaba volviendo loco.

— Mierda...

Susurró al ver al hombre más hermoso que jamás había visto. Los ojos color miel se veían más intensos y cargados de deseo, incluso la saliva en el labio inferior le resultaba tremendamente caliente. Dante lo observaba, el chico no se movía ni un poco, era como si aceptara cualquier cosa que él quisiera hacer con él, ¿Le gustó? Le encantó, pero ni Dante ni él estaban listos para llegar a ese punto, en primera porque ni siquiera habían hablado de qué estaba sucediendo entre ambos.

— ¿Te he dicho antes que eres hermoso?

Cuestionó antes de dejar un beso largo sobre sus labios, suspiró en el acto y fue recompensado con uno igual por parte del chico.

— No —negó, esbozando una ligera sonrisa.

— Pues lo eres Dante, incluso aunque dices incoherencias mientras disfrutas de algo...

El chico rió por lo bajo y contrario a lo que pensaba, comenzó con otro de aquellos besos que lograban quitar el aliento. Su forma de besar quizás no era la más experimentada pero mentiría si dijera que eso no le calentaba, incluso el sentir sus dientes golpeando contra los suyos le resultaba atractivo porque eso sólo demostraba deseo y la curiosidad de un chico que anhelaba aprender más.

Para cuando por fin se separaron, su cuerpo temblaba como loco con anticipación, él necesitaba de Dante como jamás había necesitado de alguien y eso lo aterraba. Aún era un niño y él había vivido muchos años más que el chico, había conocido personas, incluso había tenido su buena cantidad de amantes pero Dante, ¿Merecía Dante el engancharse a un viejo hombre como él? ¿A un hombre que sólo le traería problemas? No.

Pero todos sus pensamientos se fueron al carajo cuando Dante se acurrucó entre su pecho, su cabeza descansando contra su hombro y supo que por más que quisiera no podría dejar ir al chico, aunque su vida dependiera de ello.

— Estoy confundido —dijo Dante en un susurro, él aún podía sentir la erección del chico contra su vientre y sabía que el chico también sentía la suya.

— ¿Por qué?

— Hace unas semanas me amenazaste de muerte y ahora hacemos esto... ¿Eres bipolar y debo preocuparme? No me gustaría amanecer muerto uno de estos días, aunque claro que moriría por uno de esos besos pero...

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora