CAPÍTULO CUARENTA.

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La noche transcurrió como la peor noche de su vida después de lo que había sucedido con Carlos. A medida que se acercaba el amanecer, las actividades del hospital iban a comenzar a ser más ajetreadas, sobre todo al ser el único en muchos kilómetros a la redonda, la mayoría de los hombres tuvieron que adentrarse en la habitación, Juan, Jules y Andrew, únicamente Blake se había quedado por fuera y cerca, cuidándolos por si algo sucedía.

Andrew había descansado en el pequeño sillón que se encontraba en la habitación, se puso de pie cuando vio que la pequeña manta que Cedric le había conseguido, se cayó al piso, lo cubrió tratando de asegurarla, los ojos de Andrew se abrieron con sorpresa y miedo, aunque después lo reconoció, su pecho bajó con tranquilidad para luego volver a dormir.

Tenía mucho que agradecerle al enfermero, había pasado por mucho después de huir horas atrás.

Jules se acercó a él.

— Si necesitas salir por alguna cosa, puedo quedarme cerca.

Asintió.

— Gracias, Jules, pero voy a quedarme aquí.

— Entonces por lo menos come algo.

Jules le acercó otro vaso con fruta como el que James le había llevado a Esteban. Comió lo que le ofrecía, aunque no tenía hambre, sentía un enorme vacío en el estómago y en el pecho, si amanecía y algo le pasaba a Dante, él no iba a saber qué hacer, no podría aguantar, no de nuevo. Lanzó el vaso a la basura cuando termino, el reloj en medio de ambas camas marcaba las cinco cuarenta de la mañana, el tic tac comenzaba a hacerlo sentir más y más nervioso a medida que los minutos pasaban.

— Está sudando mucho —dijo, sabiendo que Jules estaba cerca, ahora Andrew estaba despierto y observaba hacia la cama.

— Es normal, tiene fiebre, por eso Cedric le dio medicamento —respondió Jules, el enfermero tomó un termómetro y lo revisó—. Está bajando.

Asintió.

Su ansiedad aumentaba a tal grado que no podía dejar de ver entre Dante y el reloj, los minutos se hacían eternos para él, necesitaba verlo consiente, que sus ojos lo observaran, que supiera que estaba ahí, que no se fuera. Pero incluso, aunque Cedric le dijo que esperaran hasta que amaneciera, pues pasar la noche era crítico, también le había dicho que había posibilidades de que se complicara, aunque pasara la noche.

Sentía ganas de golpear a Álvaro, quería matarlo con sus propias manos, golpearlo hasta que se cansara, tomar fuerzas y volver a comenzar, el capo no merecía vivir, no siendo una basura como lo era.

Si todo había sido cierto, si los pensamientos de Guadalupe eran acertados, entonces el hombre quería que Abraham sufriera la pérdida de su hijo, pero, ¿Qué caso tenía? Había sido él mismo quien asesinó a Carlos, ¿Acaso era una venganza estúpida por tener que hacer lo que hizo?

— ¿En dónde está Marcus? —cuestionó, sabiendo que el hombre se había hecho cargo de Álvaro.

— Está cuidando a Álvaro cerca de aquí, junto con los hombres de Blake.

— ¿Y lo dejaron sólo sabiendo que él trabaja para Álvaro?

Jules lo miró, su ceja ligeramente arqueada.

— Fue Marcus quien nos llamó, Blake se aseguró de mantenerlo a raya, él no va a irse porque ya no trabaja para Álvaro.

— ¿Entonces? —lo miró.

— Entonces cuestiona a Blake, tienen órdenes de que todos aquí, incluyendo al policía y a Marcus, regresen con nosotros.

Aún estaba sorprendido por todo lo que había pasado, era cierto que él mismo había pedido ayuda para que los sacaran de ahí, pero jamás había pensado que iban a mandar a Blake y a sus hombres. Todos ellos eran malditamente buenos en lo que hacían, mortales, y, el que no sólo respondieran a su llamado sino al de Marcus, le sorprendía y le causaba curiosidad, ¿Cuál era la finalidad de ello? Algo había detrás, lo sabía, nadie ayudaba sólo por ayudar.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora