CAPÍTULO ONCE.

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Había pasado por ese dolor antes pero sabía que jamás llegaría a acostumbrarse, aquel lugar ardía y quemaba como el infierno y no había nada que pudiera hacer en ese momento para calmarlo. Mientras caminaba con ayuda de James, observó la forma en la que Dante observaba al hombre a su lado, estaba claro que no confiaba en él, eso realmente le causó un poco de gracia, el chico estaba siendo protector con él. Las puertas de la vagoneta estaban abiertas, Dante apretó la mochila en su pecho al ver a Esteban en la parte delantera; su amigo no había cambiado en nada, quizás un poco más delgado pero seguía siendo el mismo hombre atractivo que había conocido, aunque claro, sus ojos reflejaban el dolor de haber salido de una sangrienta guerra con vida.

— Entra, lo conozco, no va a hacerte nada.

A regañadientes entró a la vagoneta dejando suficiente espacio para que él se sentara a su lado después. Nunca se había quejado por nada pero por la forma en la que James lo colocó en el asiento trasero, un bajo pero aún así audible sonido salió de su boca.

— ¡Dakota!

En segundos el menor estaba a su lado apretando la playera contra su herida, sonrió hacia Esteban no antes de dedicarle una mirada de agradecimiento al castaño.

— Sigues siendo el mismo nerd de siempre.

— Oh, cállate —resopló—. Tú sigues siendo el mismo maldito necio que conocí.

— Sí, al maldito necio le salen bien las cosas siempre —sonrió ladino a pesar del dolor.

— ¡Cierra la maldita boca! ¡Carajo! Pudieron haberte matado por querer sacar a este... —observó a Dante, su mirada de enojo se desvaneció cuando vio la dedicación con la que sostenía la playera—. A este niño.

— Pero no lo hicieron...

Su cabeza cayó hacia el respaldo del asiento, la mirada de Esteban iba de él a Dante y viceversa. Pero ese no era momento para contemplar la forma en la que su amigo veía el chico, el dolor aumentaba y sus ojos aún querían cerrarse.

— No cierres los ojos... —escuchó hablar a Dante por primera vez.

— ¿Uh? —murmuró ladeando ligeramente la cabeza para verlo, la herida punzaba.

— No cierres los ojos, no te duermas, mantente despierto... —susurró.

— El chico tiene razón Dakota, no cierres los ojos.

— No es tan fácil, siento que en cualquier momento voy a caer dormido...

— No lo hagas, piensa en algo que haga que te mantengas despierto.

En ese preciso instante Esteban lo miró fijamente, había tanta complicidad en su mirada, tantas cosas que decir y sin embargo ninguno de los dos pudo decir nada. No, él no podría dormir, aún si no hubiera sido herido, la psicosis de guerra y la mierda por la que había pasado después lo mantenía despierto todas las noches casi hasta el amanecer y aún así, aunque lo lograra, no podía dormir más de cinco minutos sin tener pesadillas. Pero Dante no sabía eso y era mejor mantenerlo de esa manera.

•••

Jamás se había sentido tan culpable como en el momento en el que vio la sangre comenzando a salir de la herida de Dakota, el hombre había sido tan amable con él, lo había sacado de ese horrible lugar y para nada merecía sufrir de aquella forma. Pero no había podido hacer mucho, de hecho nada, lo único que había hecho fue mantenerse como un gran bebé llorón en busca de su madre, no había sido más que una carga para el hombre y por su culpa había sido lastimado.

Cuando tuvo la posibilidad de ayudarlo se había sentido útil pero de nuevo, ¿qué podía hacer él? No sabía nada de medicina, ni siquiera había podido lidiar con su propio dolor sin tener que ser atendido por un médico. Había querido convencer a Dakota de ir a un hospital pero sus palabras de advertencia llegaron a él, no podía confiar en nadie en esa ciudad y menos cuando realmente no la conocía. Pero al parecer Dakota tenía todo solucionado, los hombres que los habían ayudado parecían ciertamente atemorizantes pero estando con él se sentía tranquilo, como si el hombre en verdad pudiera defenderlo del mundo entero.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora