"¿El qué?" pregunta Deliah, incrédula. Echo mi cabeza hacía atrás, cubriéndome el húmedo rostro con ambas manos y soltando una cínica carcajada.
"Arruinaste mi única felicidad, Deliah," levanto la cabeza para observarla. "Decidiste mi futuro. Me llevaste a Harvard a estudiar algo que odio con todo mi ser. Decides hasta mi forma de vestir. Me prohíbiste mi música... mi arte..." respondo, ahora sollozando. "Me arrebataste el sueño de ser fotógrafa."
"Ese 'sueño' como tu lo llamas es de niñita de seis años cuando ve un anuncio en la televisión de que Barbie ha lanzado un juguete nuevo," espeta Katherine, con poco interés en el tema. La ignoro completamente. Llevo mi vista hacía el techo, quién ya no tiene lo más perfecto que alguien podría tener: las estrellas. Volteo a ver a Deliah, quién me observa furiosa.
"Lo quitaste..." respondo, incapaz de articular palabra alguna. Katherine sigue hablando lata como un disco rayado: repite y repite lo mismo. Deliah me observa, está vez confundida.
"Janice, ¡tienes el paraíso en tus manos!" grita Katherine.
"¡Cierra tu maldita boca!" le grito completamente exasperada. Se acerca con ojos diábolicos hacía mí, directamente a abofetearme pero soy más rápida y la cojo de la muñeca. "Ni se te ocurra," espeto, mientras las lágrimas corren por mis mejillas. "¿Por qué tan esmeradas en romperme?"
"¿Qué? ¿De qué hablas?" grita Deliah, completamente furiosa. Suelto la muñeca de Katherine, la cual ahora está marcada por mis uñas.
"¡Quitaste el arte de mi padre!" grito apuntando el maldito techo. "¿Lo recuerdas? ¿Las estrellas en el firmamento? ¿¡Lo recuerdas!?" exijo en preguntas. Ellas me observan, ahora con la expresión más confusa del mundo.
"¿Tu padre qué?" pregunta Deliah casi en un lamento.
"¡Sí, Deliah! ¡Papá pintó ese maldito firmamento para mí!" exclamo, el dolor carcomiéndome lentamente.
Sus ojos están cristalizados, mientras Katherine me observa con asco. En segundos se desvanecen de mi habitación, dejándome completamente sola.
Como siempre lo he estado.
Aún llorando, camino hacía el estante y con un rápido movimiento cólerico, boto todos los artefactos de encima con la palma de mi mano. Me apoyo en esté, cuando una punta golpea mi frente. Me volteo para verla, cuando observo un cuaderno de pasta gruesa, negro. Mientras me deslizo por la pared hasta caer al suelo, lo abro.
"Nunca abandones el sueño de ser fotógrafa, hija mía. Llegarás lejos, muy lejos. Te amaré siempre, Jack."
También te amo, papá.