Catorce

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“¿Te encuentras bien?” pregunta Harry mientras nos sentamos en una de las bancas de la cafetería del instituto. O mejor dicho, el mini restaurante.

“Me importas tú, ¿tú estás bien?” cuestiono, incapaz de articular otra pregunta más coherente.

“Estoy acostumbrado, Janice. A lo que no estoy acostumbrado es a que una chica –mi hermana y mi mamá no cuentan- venga a visitarme,” responde ocultando una sonrisa. Tenía el rostro más rojo que un tomate, y su labio estaba empezando a sangrar.

“¿Estás acostumbrado a que tu labio sangre?” interrogo poniendo mis codos en la mesa, apoyándome en estos para fruncir el ceño y darle una mirada matadora a Harry. No me consideraba buena en esto, pero era lo mejor que podía hacer, o mejor dicho, lo único que podía hacer. Él baja la mirada, y niego en desaprobación. “Iré a buscarte hielo, deben de tener aquí.”

Me levanté del asiento, dejando a Harry ahí solo, y me dirigí a las muchachas detrás de la barra. Varias miradas se posaban en mí, y la mayoría de ellas eran de chicas presumidas que se burlaban de mí. Pero me daba igual. Yo era mayor que todas esas ridículas niñas ricas, y además ya me había acostumbrado a las miradas cuando pasaba. Lo único que no descifraba, era porque me miraban raro. Quizá porque soy diferente, y a las personas de esta era les aterrorizaba lo diferente. Estaban tan acostumbradas a lo igual que eran todos los que llegaban y se iban, que ver a alguien como yo, era extraño para ellos y solo podían criticar. Guardo mis manos en los bolsillos delanteros de mis jeans rasgados, mientras me acerco más a la barra. Varios chicos están haciendo fila para comprar o lo que sea que hagan ahí. Ya estando en la barra, me paré enfrente de una chica joven de edad y apariencia, y le pregunté lo que venía a buscar.

“El hielo no se vende señorita,” informa.

“¿Y entonces que haces con él si no lo vendes?” pregunto alzando una ceja.

“Lo vendemos señorita, pero solo en refrescos,” dice obvia. Pongo los ojos en blanco. ¿Harry tendría hambre? En lo personal yo sí, ya que no había ni desayunado para venir aquí.

“Bueno, entonces compraré dos refrescos,” contesto.

“Bien, vaya al final de la línea.”

“¿No me los puedes dar y ya?” pregunto apretando los puños en la mesa. Ella niega. “Mi amigo y yo casi morimos allá afuera, y créeme estoy tan furiosa que puedo saltar esta barra, noquearte y robar absolutamente todo tu dinero mientras te desangras ahí abajo. Nadie lo notaría, ¿cierto? Nadie desconfía de una ‘turista’,” respondo, la rubia parpadeando rápidamente. Me volteo a ver al chico a mi lado, pelinegro y de ojos grises. “Tú no me incriminarías, ¿o sí?” Él niega rápidamente, claramente asustado por mi anterior amenaza.

“¿Sólo dos refrescos?” pregunta la rubia.

“Y dame dos hamburguesas y una orden de patatas fritas,” respondo observándola.

“¿Nombre para cargar la cuenta?” pregunta.

“¿Cómo te llamas?”

“Dina,” responde.

“A nombre de Dina, y le agregas tu apellido,” respondo. Ella me entrega una factura, y me muevo a la otra fila para que me entreguen mi orden. Solo había como dos personas, así que rápidamente tomé la bandeja y me encaminé a la mesa. Harry tenía una servilleta presionada contra su labio, indudablemente estaba sangrando ya. Dejé la bandeja en la mesa, y aún de pie me quité la polera cuadriculada y dejé tres cubos de hielo en está. Literalmente, estaba desnuda, solo con una ombliguera cubriéndome el abdomen. Hice un puño con la tela y el hielo, y me dirigí a Harry.

l Come as you are lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora