Doce

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“Y tu imaginación no conoce límites, querida,” dice mientras empieza a reír. La llovizna se ha hecho más fuerte.

“Zayn, ¡está lloviendo!”

“Oh Dios, ¡mi cabello!” exclama.

“Con esto has declarado tu homosexualidad,” digo mientras me río. Empezamos a correr por el césped, mientras el agua cae más y más fuerte.

“¿No crees que deberíamos volver a la universidad?” pregunto. “Estoy empapada.”

“Tengo una mejor idea, ¿por qué no jugamos debajo del agua?”

“¿Estás loco? ¡Cogeremos un resfriado!” exclamo caminando hacia él, debido a que este corre más rápido.

“Soy inmune a los resfriados,” dice sonriéndome. La lluvia lo ha empapado totalmente, y su cabello ahora está cubriendo su frente. Vaya, aun así se ve maravillosamente guapo.

“Tú sí, pero yo no,” respondo observándolo. Mi fleco cubre mis ojos, así que lo echo para atrás. Está empapado, así que el agua funciona como gel.

“Mejor aún,” dice sonriéndome mientras se acerca a mí. “Eso significaría que tendría que cuidarte.”

Sonrío ante su comentario.

“¿Ves eso?” pregunta viéndome fijamente, las gotas del agua corriendo por nuestros cuerpos.

“¿El qué?”

“La sonrisa que has tenido en todo el día,” dice. Me ruborizo instantáneamente.

“No…”

“Es magnífica, como tú,” responde.

~

Diez minutos más tarde de habernos puesto a jugar como niños pequeños en uno de los puentes del parque, haber rodado por el húmedo césped, haber trepado varios árboles, y habernos columpiado sin parar de reírnos como dos niños pequeños, ambos parecíamos agotados. Tan agotados que no queríamos bajarnos de los columpios. Estábamos sentados al revés en cada columpio. Yo de frente, y Zayn viendo hacia atrás, de manera que cuando nos mecíamos nos mirábamos a los ojos. La lluvia parecía haber cesado, aunque los truenos y relámpagos no, tampoco la oscuridad del cielo y mucho menos la llovizna.

“¿______?” llama. Lo volteo a ver; está viendo el cielo, pensando en algo que me gustaría saber.

“¿Sí?”

“Tu papá…” dice y mi corazón se acelera. Bajo la vista a mis piernas, ocultando mis ganas de llorar. “¿Por qué quieres tatuarte algo que tenga que ver con él?”

Suspiro. No habría nada de malo en desahogarme.

“Pues, verás,” digo, mi voz sonando más débil y quebradiza de lo que esperaba.

“Oh nena,” responde, poniéndose de cuclillas enfrente de mí. Sus ojos buscando los míos, y sus manos buscando las mías. “Olvídalo, ¿sí? Lo lamento, lo lamento tanto, soy un estúpido,” dice tomándome de las manos y apretándolas con fuerza.

“No te preocupes, está bien,” respondo.

“No, no lo está. Mira, estás llorando cariño, no está bien que llores” dice apartándome el cabello de mi rostro, y colocándolo detrás de mí oreja. “¿Sabes?”

“¿Qué?”

“Soy experto en hacer peinados,” dice sonriéndome. Unas pocas gotas de llovizna cubren su rostro. Vaya, este chico es un experto en cambiar de tema.

“¿De verdad?” lo veo asombrada.

“Tengo dos hermanas menores, ¿qué crees? ¿Tienes una goma o algo?”

“¿Tú las peinabas? Uh, soy de las pocas que usan gomas,” digo viéndome las muñecas, mientras me saco una goma negra y se la entrego. “Pero a ver qué tal queda, lo que sea que harás en mi cabello.”

“Te gustará,” dice sonriéndome y poniéndose de pie. Camina hacia atrás, y empieza a desenredar mi larga cabellera. “Tienes un hermoso cabello.”

“Gracias,” respondo levemente avergonzada y el carmesí apoderándose de mis mejillas.

“¿Te lo has teñido?”

“Uh, no, solo es decoloración,” digo. Él parece no entender mis palabras, pero en un milisegundo sus artísticas manos están atando una goma en mi cabello.

“Ta-da,” dice.

“¿Terminaste? Vaya, ni siquiera lo sentí.”

Paso mis manos por todo mi cabello, está totalmente atado en una trenza baja.

“Gracias,” respondo mientras él vuelve hacia mí.

“De nada, pero creo que ya es hora de volver a la universidad, parece que seguirá lloviendo.”

“Sí, pero, estoy cansada,” digo mientras me voy de espaldas en el columpio.

“Te cargaré,” ofrece.

“No, tú también estás cansado,” respondo sentándome bien.

“Vamos, no es ninguna molestia,” contesta sonriéndome. Él se agacha de espaldas hacia mí, y me instruye a que ponga mis brazos alrededor de su cuello, y mis piernas en su cintura. Lo hago, mientras él se pone de pie y nos empezamos a reír.

“Estás congelado,” respondo.

“No más que tu iPad en ese bolso,” dice.

“Es impermeable, y está en su estuche, que también es impermeable.” Contesto.

“Impermeable, no oía esa palabra desde que Louis compró un estuche para su iPad y dijo que era impermeable y la lanzó a la pileta,” dice mientras salimos del parque. Acomodo mi mandíbula en su hombro.

“¿Y qué pasó?”

“El estuche era impermeable, pero no el iPad.”

“¿Murió?”

“Le dimos una gran despedida,” contesta viéndome por encima del hombro y sonriéndome. Le sonrío de vuelta. Sus ojos son asombrosamente hermosos.

“Quiero conocer a ese tal Louis,” respondo.

“¿Para qué te cuente su versión de los eventos?” dice.

“¿Así no se llama un álbum de Emeli Sandé?”

“¿Our Version of Events?” 

“¿Lo conoces?”

“¿Por qué hacemos tantas preguntas?”

Reímos.

“No lo sé,” digo mientras zafo un bostezo.

“¿Tienes sueño?” pregunta. Asiento mientras hundo mi frente en la curvatura de su cuello. Huele tan jodidamente bien.

l Come as you are lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora