Nueve

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Cuando al fin anunciaron el receso, Liam casi me lleva de encuentro. Salió acompañado de una chica para después desaparecer entre la multitud. Tomo mi iPad y la enciendo para ver la hora, 10:02, y la apago. Con un bostezo de aburrimiento, me pongo de pie mientras tomo mi bolso de cuero gris. La acomodo en mi hombro y tomo el iPad en manos para después irme. No sabía a donde ir, pues lo único que podía hacer era comer e ir al área de remo. Pero, siendo sincera una chica como yo no podía ir ahí y charlar con las personas que ahí se encontrarían. Para ellos soy un fenómeno. Y ni bien ni mal me caía ese concepto.

Lo único que quería era ir afuera de está estúpida universidad y sentirme libre. Miles de personas sueñan con esta oportunidad, pero porque ese es su sueño. Ellos quieren esto. Yo… yo sólo quiero ser yo misma. No quiero fingir algo que no soy. No puedo aguantar la idea de estar aquí y mucho menos la de graduarme. Inclusive, no lo lograría. Ya que mi intento de suicidio no funcionó, quizá lo mejor era largarme sin dejar rastro alguno. Doy el primer paso en la grada enfrente de mí, para luego ver a Niall besando a una morena. Bazofia. Todos los chicos lo son. No son capaces de mostrar que quieren sin antes dejar claro quiénes son. Recobro mi postura para subir el siguiente escalón, cuando me jalan fuerte del brazo izquierdo. Miro por encima de mi hombro, para ver a ese chico, con una enorme sonrisa en el rostro. Cuando lo vi, algo en mi interior destelló y quise sonreír, pero logré contenerme. “¿A dónde vas?” pregunta, su voz sonando juguetona.

“A dónde va la gente normal,” respondo para que se aleje, pero pasa todo lo contrario. En dos segundos está frente a mí.

“¿Tú eres normal?” cuestiona. Vaya que estúpida pregunta.

“No, soy un vampiro,” respondo sarcástica. Él se ríe, jodidamente maravilloso y fuerte.

“Whoa, no me esperaba eso,” refunfuña asombrado.

“No me conoces,” espeto.

“Déjame hacerlo,” pide. Me muevo un escalón arriba, deshaciendo el agarre.

“No, gracias,” contesto. Él sube el escalón enfrente de mí.

“¿Por qué?” continúa. Me quedo en silencio, pensando en una respuesta coherente.

“No lo sé. No sé cómo pretendes que responda eso si ni siquiera yo sé la respuesta,” digo. Subo dos escalones más, mientras que él se queda estancado en su lugar.

“¿Estás segura que no sabes la respuesta?” resopla. Me volteo para verlo, él se mira mucho más pequeño que yo.

“Las personas solo entran a tu vida para lastimarte, independientemente de quién sea. Y sí eres dulce y bueno, sólo te dañan. Te dañan hasta romperte y dejarte inservible. ¿Querías una respuesta? Bien, ahí está.” Espeto y giro en mis talones sin voltear a ver. Una parte de mí espera una respuesta, pero solo obtengo el silencio.

“Lo sé. Entiendo eso,” dice, su voz tan suave que creí haberla imaginado. Ya no había tantas personas a nuestro alrededor. Volteo a verlo.

“¿Qué?” pregunto.

“Que entiendo cómo te sientes. Eres buena, pero todos se empeñan en herirte, hasta que llegas al punto de cambiar. ¿Pero cómo sabes que se irán si ni siquiera les permites entrar?” Sus ojos mieles me observan.

“Siempre se van.”

“¿Cómo sabes que no llegara alguien que se quedara para siempre?”

“No tengo fe en las personas,” sonrío sin humor. “Prometemos cosas que no cumplimos, querido desconocido.” Suspiro. “E inclusive hay momentos en los que sin querer terminamos lastimando a lo que más nos importa,” digo. Él sube tres escalones, siempre viéndose más bajo que yo. Estamos a sólo unos centímetros de distancia.

l Come as you are lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora