Capítulo 1

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Aquí venía el autobús tan impuntual como siempre. Yo seguía con mis auriculares puestos intentando ignorar las bromas de los niños que estaban sentados a mi lado e imaginándome mi vida dar un cambio radical donde no tendría que preocuparme para ir al instituto nunca más. Me levanté del asiento y caminé hacia el autobús. De repente algo chocó conmigo y me hizo caer. Mis gafas se cayeron pero ni se rompieron. Por el contrario, el teléfono impactó contra el suelo, rompiéndose. Genial.

《Lo siento, no te había visto.》 dijo esa encantadora voz.

Miré al chico que me hizo caer. Era Ruben. Uno de los chicos más deseados por todo el instituto. Él era mi vecino y siempre lo miraba por la ventana aunque él no se daba ni cuenta de quien era yo. Seguro que ni sabía que vivía en su mismo país. De repente la víbora de Alina se acercó y lo besó enfrente mio. Yo me levanté y me metí en el autobús. Estaba harta de ser tan pringada, pero cuando tienes un apodo, es difícil desprenderte de él.

Él viaje fue lento y agotador pero lo compensó las vistas que tenia desde la ventana roñosa. Me encantaba Noruega. Era tan verde y natural. Por suerte vivía en uno de los pueblos pequeños que contaba con colegios cerca de las viviendas.

La ventana me mostró mi reflejo. Estaba horrible. Mi cabello estaba recogido en una coleta mal hecha. Encima no tenía un color bonito como los tienen las otras chicas. Era un rubio apagado con algunas raíces oscuras naturales. Mis labios eran delgados y poco atrayentes. Mis ojos verdes era lo único que me podían llegar a gustar pero aún teniendo un color que muchas desearían, a mi me quedaban espantosos. Mi piel era tan pálida que si me quedaba al sol durante dos minutos me volvía roja. Y lo peor que llevaba era mi estatura. Un metro y cincuenta y cinco no era muy bonito y sabía que ya no crecería más cuando cumplí mis últimos dieciséis. Tampoco era delgada como las modelos. Tenía barriga y la odiaba aunque el médico me dijera que estaba en "mi peso ideal".

El timbre de la escuela sonó. Yo caminé hasta mi clase. Tocaba química, por suerte era bastante buena en esa asignatura. Y esa era una de las muchas razones por la que todo el mundo me odiaba. El profesor explicó la lección y yo estaba en primera fila escuchándolo, cuando un papel cayó en mi mesa. Yo lo abrí temiéndome lo peor.

Era un garabato de mi. Lo supe porque habían escrito: La pequeña rana malformada. Ese era mi apodo. Tampoco luché para que dejasen de llamarme así pero en verdad me dolía. Me dolía estar tan sola. ¿Por qué me juzgaban si no me conocían? El dibujo era mucho peor. Era yo dibujada y habían flechas señalándome partes del cuerpo con pequeñas anotaciones, como, "sabelotodo", "fea", "pechos pequeños"...

La arrugué y la escondí en mi mochila. Oí las risas de detrás. Hoy parecía que no era mi día. Las clases acabaron y fui corriendo al lavabo. Me encerré en él y saqué el garabato. Lo miré una última vez, llorando, y lo lancé en el inodoro. Intenté tranquilizarme y salí de él. Alina estaba en el otro lado con sus amigas.

《¿Estabas llorando, rana malformada?》preguntó riéndose.

Yo salí corriendo, impidiéndole que me viera vulnerable. Ese día fui a pie hasta casa. Mi móvil estaba roto, así que tuve que escuchar el silencio de la naturaleza. Por suerte, me ayudó. Llegué a casa después de casi media hora caminando.
Abrí la puerta pero no oí a nadie. Mis padres trabajaban y mis hermanos y yo teníamos que depender de nosotros mismos. Fui a la cocina y me encontré con un plato de comida en el microondas con una nota.

La pequeña y yo hemos ido a buscar un helado para el postre. Espero que te guste la comida, enana.

Tu querido y perfecto hermano mayor.
Y la pesada de la hermanita pequeña.

Xx

Sonreí mentalmente. Si no fuera por mis estúpidos hermanos, me moriría de aburrimiento. Dejé la nota a un lado y empecé a comerme el cocido. Me encantaría adelgazar pero amaba comer. A la mitad oí un gran ruido. Quizás fue un helicóptero volando cerca. Entonces, el ruido fue aumentando a gran escala. Dejé el plato en la encimera y fui a mi habitación. A medida que llegaba, el ruido se intesificaba. Entré en ella y vi como unos dos hombres vestidos de negro con casco que les tapaban la cara entraban por la ventana. Empecé a correr y cerré la puerta detrás mio. Me encerré en él baño y cerré con llave. Saque mi móvil para llamar a la policía pero se me olvidó que lo tenía roto. Mierda.

Los hombres reventaron la puerta en mil pedazos. Me tapé la cabeza por inércia. Los hombres me cogieron y me arrastraron hacia mi habitación. Yo pataleé e intenté salir de su agarré pero eran muy fuertes. Una nave que parecía del futuro estaba volando al lado de mi ventana. Abrí los ojos de par en par. ¿Cómo podía ser posible? Uno de ellos me cargó en brazos e hizo un salto hacia la nave. Me puse blanca al instante. Caímos, por suerte, dentro de la nave. Él me dejo en el suelo y las puertas se cerraron.

Dentro de la nave habían muchos más hombres vestidos de negro con un pequeño logotipo en la parte superior izquierda en sus uniformes. Era plateado y estaban las letras E. P. J. E. inscritas. También habían mujeres. Supe que eso no era un simple secuestro, era algo más. Una mujer se acercó a mi y me inmovilizó mientras me inyectaba una aguja en el cuello. Yo intenté luchar pero la mujer era fuerte y ya era demasiado tarde. Todo el líquido que la inyección contenía ya estaba circulando por mis venas.

La mujer se fue como si nada y me dejó sola otra vez. Esta vez un chico con la cara sin tapar se acercó a mi. Él tenía el cabello blanco como la leche. Supe que no era albino por sus oscuras cejas. Tenía los ojos azules celestes y me miraban intensamente. Noté como mis mejillas se teñían de rojo. Él se agachó a mi lado y sonrió.
Sus dientes eran tan blancos como su pelo y sus labios eran rojizos. Nunca había visto alguien tan guapo. Incluso Ruben parecía feo a su lado.

《Tranquila. El líquido hará efecto en un minuto.》dijo echando un vistazo a mi cuello.

《Os denunciaré. ¡Esto es un secuestro!》exclamé enfadada.

《No es ningún secuestro. Tu relájate. Todo saldrá bien, Janne.》dijo él chico.

Por alguna razón, no tenía miedo. Sus ojos me sonaban familiares. La manera con la que me hablaba o se expresaba no era nueva para mi. Me quedé quieta en mi sitio y lo miré detenidamente. Él sonrió complacido y se levantó para irse.

《¡Espera!》chillé.
《¿Cómo sabes mi nombre?》le pregunté curiosa.

Él me sonrió pero sus ojos me desprendían intensidad. Sabía que algo pasaba en su cabeza. Él se giró y se fue. Poco a poco mis músculos se relajaron y mis párpados caían, cansados. Al final, perdí la batalla con morfeo.

☆ J. R. Third ☆

El código olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora