Capítulo 8

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Lo miré vacilante. ¿Quién se pensaba que era? Quise gritarle y pedirle explicaciones. Me contuve y inspiré hondo. Empecé a caminar lejos de él. No quería chillarle ni enfadarme con él. Él me seguía caminando a paso rápido. No le hablé ni le miré. Max se disculpaba mientras caminamos.
Fui hacia el baño sabiendo que él no podría entrar.

《Espera.》me pidió cansado.

《¡¿Qué!?》le grité. Genial, ya me había descontrolado.

《Lo siento, pero yo sé que puedes conseguirlo.》dijo mordiéndose el labio.

《¡No, no puedo hacerlo!》le dije roja.

《Yo te enseñaré, tranquila.》me dijo y me quedé en blanco.

Él me miró serio. Yo no me podía creer lo que había dicho. Acepté despacio. Algo me pasaba cuando estaba con él. No podía negarme. Él sonrió y me volví a quedar en blanco. Esa sonrisa de lado con esos ojos mirándome era demasiado.

《De acuerdo.》dije rascándome la nuca incomodamente.

《Quedamos mañana al medio día.》dijo acercándose demasiado a mi.

《Claro.》le dije.

《No llegues tarde.》me advirtió escondiendo una sonrisa.

《¡No, no lo haré!》se parecía a mi madre.
》Si no te importa, me iré a tomar una ducha.》le dije señalando las duchas.

《Si quieres, puedes ducharte en la mía.》ofreció intentado ocultar una mueca de sorpresa.

《¡Pues claro que no!》le dije roja como un tomate.

《¡Max!》llamó alguien a nuestras espaldas.

Me erguí de repente y deseé que nadie nos hubiera oído. Él rodó los ojos y miramos a Birgitte. Ella miraba a Max como si fuera un diamante más caro que Alemania. Max inspiró y se giró. Aproveché su interrupción y me fui a las duchas. Igualmente sabía que Birgitte no quería hablar conmigo.

Me duché despacio y me relajé al instante. No estaba preparada para ningún examen pero si Max podía enseñarme, quizás no todo estaba perdido. Luego pensaba en el desastre en el que me he metido. Ni siquiera puedo aguantarle la mirada. ¿Cómo se supone que podré ser su alumna?

Al día siguiente esperé en el comedor a la visita de Max. Antonia y Axel me miraban confundidos cuando yo solo miraba a mi alrededor nerviosa. No había podido llegar tarde así que no entendía porque no venía. Al final apareció con el resto de sus amigos. Todo el mundo los miraba.

Él me localizó y después de decirle algo a Eira, él vino hacia mi. Mis manos empezaron a sudar y no puede hacer otra cosa que recolocarme las gafas con nerviosismo. Antonia y Axel me miraron sorprendidos al igual que todo el comedor. Genial, ahora yo también sería el centro de atención, pensé.

《Vamos.》dijo cuando me vio.

Yo me levanté rápido y lo seguí mirando al suelo. Los dos caminamos por pasillos que no me eran muy familiares hasta que volví a ver esa puerta. Su puerta. Él la abrió y los dos entramos en su habitación. Él parecía bastante desordenado. Todo estaba fuera de lugar y lo único que me apeteció fue ordenar su cuarto.

Él sacó unas cosas de su armario y las colocó encima de su cama. Yo me acerqué a ver que era. Eran unos pantalones, un jersei y unas deportivas de mujer. Fruncí el ceño. ¿Para qué quería todo eso? Me pregunté.  También sacó una pequeña bola robótica. Ahora si que estaba pérdida.

《Vístete.》me dijo señalando a la ropa.

《¿No voy bien así?》le pregunté mirando mi atuendo también deportivo.

《No. Esto te quedará mejor.》dijo sin pensar.
《Quiero decir, que se adaptará mejor al modo de entrenamiento.》se corrigió a él mismo.

Cogí la ropa y me fui a su baño. No quería cambiarme aquí y temía por qué él entrara mientras me vistiera. Los pantalones eran de licra y cortos. Marcaba zonas de mi trasero que ni sabía que tenía. Cogí el jersei y era tres cuartos de lo mismo. Era de tirantes y ajustado. Con el ceño fruncido salí del baño.

Él se había cambiado también. Ahora llevaba un jersei blanco de tirantes y un pantalón por encima de la rodilla azules. Tenía las piernas musculadas al igual que los brazos. Me hubiera encantado saber como tenía el torso.
Solo pensaba en la confianza que había tenido él conmigo para cambiarse sin esconderse.

Cuando salí él me miró de arriba a abajo. Apartó la mirada de repente y lo agradecí. Llevaba el cabello suelto y maldije cuando no tenía ninguna goma del pelo. Él pareció entenderlo y se fue a buscar en un cajón. Luego volvió con una goma y me hizo girarme. Él cogió algunos mechones y me empezó ha hacer una trenza. Me quedé rígida y ahogué un suspiro cuando sus dedos se entrelazaban con mi cabello. Cuando acabó, heché de menos su tacto. Me giré un poco cenicienta y él me volvía a mirar apasionadamente.

Sus ojos se volvían más oscuros poco a poco y eso me asustaba. Me puse bien las gafas y miré al suelo. Él me levantó la mandíbula y me hizo mirarle. Max se mordía el labio mientras me acariciaba la mejilla con su pulgar. Intenté calmarme pero el sofoco era más grande de lo que pensaba.

Él se apartó con los ojos aún más oscuros y los cerró aparentemente arrepentido. Carraspeé y me ajusté las gafas. Él me sujetó la puerta para que saliera. Aún no entendía que era lo que me iba a hacer. Los dos nos fuimos hacia el gimnasio donde conocí a sus amigos por primera vez.
Cuando llegamos al medio de la pista él sacó un reloj y lo sincronizó.

《Haremos diez minutos corriendo y dos andando. Lo repetiremos tres veces.》dijo haciendo clic a su reloj.

Él empezó a correr y yo lo seguí. Iba bastante rápido o al menos sus piernas eran más largas y podía dar mejores zancadas. Al segundo minuto el asma me atacó. Intenté no morirme pero no pare de toser y ahogarme. Él me miraba pensativo y entonces se paró en seco. Yo también paré y me llevé los brazos a las rodillas. Empecé a respirar bruscamente.

《Mierda.》gruñó él.
《Se me olvidó que eras asmática, cielo.》me dijo y si no fuera por la tos, ahora mismo me estaría muriendo de vergüenza. ¿Me acababa de llamar "cielo"?

Él me cogió en brazos y me llevó corriendo a unos de los banquillos que habían con un botiquín de emergencias al lado.
Yo seguía ahogándome con el poco aire que entraba en mis pulmones. Intentaba respirar pero me costaba muchísimo. Él me dejó sentada y buscó en el botiquín nerviosamente. Cuando encontró lo que buscaba, corrió hacia mi y se arrodilló delante mio.

《Toma.》me dijo entregandome el inhalador.

Tomé el aparato que tantas veces había utilizado y me lo puse en la boca. Apreté e inspiré. Lo volví a hacer una vez más. El aire me volvió a los pulmones pero aún estaba débil. Miré hacia el suelo intentado tranquilizarme pero la presencia de Max acariciándome la cabeza me lo ponía difícil.
Poco a poco fui cogiendo aire y pude respirar mejor. Me puse en pie para hacerle saber que no me rendiría a la primera.

《Estoy bien. Podemos continuar.》le dije mirándolo duramente.

《Vamos.》dijo él escondiendo una sonrisa.

Él me llevó a otra parte del gimnasio donde había una pared con agujeros por todas partes. No entendía muy bien para que servían hasta que me lo explicó.

《Estos agujeros te lanzarán pelotas y tu tienes que esquivarlas.》me contó él.

Él se puso al lado de la pared y me miró asintiendo. Yo miré la pared asustada. Sabía que no podría hacerlo. Él le dio al botón para que empezase.

☆ J. R. Third ☆

El código olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora