Capítulo 10

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Quedaban dos días para el examen y sabía que no estaba preparada para aprobar. Max me hizo hacer un montón de pruebas como; hacer volteretas, correr, esconderme, tirarme pelotas y tener que esquivarlas. También me hizo jugar al baloncesto pero sin tener ninguna canasta...

Hoy es sábado y Max me ha dicho que pasaré todo el día entrenando. No sé que pasara hoy pero no he tocado ninguna arma desde que estoy con él. Lo único que sé es que Max ha sido el mejor alumno y no creo que él me haga estudiar algo mal para seguir con su titulo. Además, yo nunca podría llegarle a la suela del zapato.

Lo esperé en el medio del gimnasio como siempre. Por suerte había un reloj enorme en la pared. Quedaban dos minutos para la hora señalada. Yo siempre era muy puntual y llegaba unos diez minutos antes de tiempo para asegurarme que no llegaba tarde. A y media, él llegó. Yo me levanté y me quedé en el sitio. Me entregó una arma y me hizo un gesto para que lo siguiera. Me sentí mucho mejor con una pistola en mis manos. Me daba seguridad y no entendía el porqué.

Los dos entramos en una pequeña sala envuelta por paredes de cristal. Los dos entramos y el se puso delante mio.

《Esto será tu examen. Es lo que tendrás que hacer para aprobar. Deberás de disparar a la gente con punterías perfectas. Recuerda que ninguno es real.》 acabó de decir y se fue cerrando la puerta detrás suyo.

Me volví a quedar sola en medio de esa sala. Tenía la pistola en mi mano preparada y dos mas en cada lado de mi cintura. Toda la pecera se sumergió en oscuridad. Intenté adaptar la visión pero me era imposible. Luego todo cambio y me encontraba en un parque.

Reconocía este lugar de sobra. Aquí veníamos cada domingo con mis padres y mis hermanos a jugar al parque. Caminé por los columpios mirándolos con melancolía. Ya no íbamos casi nunca. Solo cuando mi hermano y yo queríamos darle una sorpresa a la pequeña de los Larsen.

A través del columpio vi una silueta. Eran mis padres cogidos de la mano. Me acerqué a ellos contenta. De camino hacia mis padres una voz me dijo serenamente: mátalos.

Me paré en seco y los miré. Mi madre sostenía una pistola en la mano y la estaba levantando lentamente. Me paralicé. Vi como mi padre se separaba de ella y se quedaba mirando dándome unos segundos de ventaja. Mi pistola me pesaba y aún estaba paralizada viendo como mi madre me apuntaba.

"Debes matarlos."

Volvió otra vez aquella voz en la intemperie. Apreté mi pistola y recordé lo que Max me dijo. "Ninguno es real." Alcé la mano y apunte a mi madre. Ella me miraba sin alma. Sus ojos eran tan negros como la oscuridad en una cueva. Apunté a su cabeza sabiendo que si fuera real, sus ojos serian azules como el mar. La disparé sin pensarlo dos veces y luego tiré la pistola al suelo.

Me dejé caer en el suelo y empecé a llorar. Me sentí sucia y a disgusto conmigo misma. Oí el gatillo de otra arma cerca mio. No sé como lo hice pero paso muy rápido y no me di cuenta de la llave que le hice a mi padre para quitarle el arma exitosamente.

Le apunté al corazón esta vez pero el sacó una segunda pistola. No quería hacerlo. No podía matarlo. Sus ojos eran tan oscuros como los de la otra. Mi padre tenía los ojos verdes. Exactamente como los mios. Me sentía débil y mi respiración era agitada. Quería esconderme entre sus brazos paternos y dejar que la tristeza fluyera. Él era el único en el que confiaba. Ahora parecía otro. No era el mismo que me podía hacer tortitas un sábado por la mañana, o el que me contaba cuentos cuando era pequeña...

Apreté el gatillo sin mirarle. Las lágrimas caían a borbotones. Me dolía demasiado. Era horrible este examen. Incluso sabiendo que no era real y viendo sus ojos tan falsos y negros me era difícil.

Me giré tropezando con mis propios pies y me caí al suelo. Las gafas se me cayeron y tuve que palpar el frio mármol para encontrarlas. Una vez puestas y secadas las lágrimas alcé la mirada. Mis dos hermanos estaban allí mirándome con la misma mirada sin alma ni fondo. Gateé hacia atrás sumergida en un mar de lágrimas. Empecé a gritar y tirar mis armas fuera de mi vista. No podía hacerlo. Ellos eran las únicas personas a las que quería. Mi hermano había sido mi segundo padre. El que me cuidaba y protegía. Mi hermana pequeña era la niña a la que mimaba. La que quería enseñarle millones de cosas...

Me abracé a mis rodillas y empece a llorar. Me daba igual todo, sólo quería irme a casa y soportar el bullying en el colegio. Oí ruidos por un momento y miré a mi alrededor.
Las paredes volvían a ser transparentes pero ahora toda la clase me estaba mirando asombrados. Otros escondían risas. Ví como Max me miraba con los ojos como platos y a su lado estaba Felix. Me levanté y salí corriendo. Max me cogió del hombro.

《Janne...》quiso encontrar las palabras para intentar decirme algo pero no le deje esa oportunidad.

Me deshice de su agarro y corrí fuera de la sala. Mis gafas estaban empañadas. Me costaba respirar y el llanto no me tranquilizaba para nada.
Me lancé a la cama y me desahogue allí. Quería volver a abrazar a mis hermanos o ha decirles a mis padres lo mucho que les quería, incluso cuando sabia que mi madre nunca había estado allí para mi. Quería volver a ver el despacho desordenado lleno de planes de mi padre, la habitación rosa de mi hermana pequeña repleta de juguetes, la ausencia de mi madre en días de fiesta y las bromas de mi hermano mayor para hacerme reír.

Había sido injustamente atrapada en este sitio sin que me dejaran despedirme de ellos y eso era lo peor. Quizás piensen que estoy muerta después de haber sido raptada, amordazada y violada por cualquier hombre con enfermedades.

Antonia y Axel vinieron a nuestra habitación y corrieron hacia mi. Ella me acariciaba la cabeza mientras que Axel me miraba con comprensión. No quería ni necesitaba palabras de alivio porque no habían pero aun así las escuche todas. Este lugar me había cambiado familia por amigos y aunque parecía tentador, no me acostumbraba.

《No sé porqué te pones así. Nadie ha conseguido hacer tanto en un simulacro.》murmuró Axel.

Lo miré esperando que continuase pero no lo hizo. Antonia lo miro apretando los dientes pero su mirada era de tristeza.

《Tiene razón. ¿Por qué te crees que cuesta tanto ser un Pro? Las pruebas son muy difíciles. Te hacen sacar el lado mas oscuro y cruel en ti. Yo no pude hacer nada y estuve llorando una semana.》confeso Antonia por primera vez cabizbaja.

《¡Pues anda que yo! Yo me quedé debajo de mi cama durante un mes.》dijo él riéndose.

《¡Claro! Por eso seguimos en esa clase. Ellos juegan con tu mente. Hay que tener mucho más que dotes para darle a una diana para aprobar cualquier asignatura.》

Miré a mis amigos y empecé a pensar en cuanto tiempo debían de haber intentado hacer esa prueba.

☆J. R. Third

El código olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora