Capítulo 4

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Las clases acabaron y me invitaron a ir con ellos. Como no tenía a donde ir, acepté la propuesta. Los tres salimos de clase y me encontré con Max. Él parecía que me buscaba. Estaba a punto de irme con él y decirle a donde iba hasta que una chica se me adelantó. Max me vio pero no pudo hacer nada. La chica era guapísima y de la manera en la que coqueteaba con Max, parecía que era su novia.

Volví con los chicos regañándome por pensar que me podría permitir soñar con un chico como él. Me quité a Max de la cabeza. Ya no volvería hablar con él. Max solo me estaba ayudando a integrarme el primer día. Él es un pro y por eso lo hacía.

《¿A donde vamos?》pregunté curiosa.

《Al corazón.》me dijo Antonia.

《Así es como llamamos a la sala donde podemos relajarnos.》concretó Axel.

Asentí con la cabeza y los seguí. Habían unas cinco barras como de bomberos y, Axel y Antonia se prepararon para saltar. Yo les copié y cuando ellos saltaron, salté yo. A la caída, se me cayeron las gafas. Las busqué y solo encontré una mano.

《¿Las estás buscando?》me preguntó Antonia, entregandomelas.

Me las puse y por fin pude ver con claridad. "El corazón" era enorme. Estaba bastante oscuro y no habían muchas ventanas pero era muy guay. Habían juegos, música, barra de bebidas, televisión...
Vi como Axel firmaba algo en un papel que tenia un tipo de guardaespaldas.

《Todo controlado. Vamos.》dijo él.

《¿Qué era eso?》pregunté señalando al hombre vestido de negro.

《Solo nos dejan estar dos horas al día. No podemos perder la figura ni hacernos más tontos.》me explicó Antonia.

Fruncí el ceño. ¿Por qué habían tantas reglas? Los chicos y yo nos sentamos en un sofá que había libre. Me quité la chaqueta y la puse encima de mis muslos. Axel se fue a por unas bebidas mientras que Antonia y yo hablábamos.

《Tengo pensado en ser una pro.》dijo Antonia decidida.

《¿Por qué son tan importantes?》pregunté ajustándome las gafas.

《Porque son los mejores. Mi hermano es uno y yo no quiero dejar nuestro nombre mal. A parte, ellos tienen privilegios.》

《¿Qué clase de privilegios?》pregunté confundida.

《Habitaciones para ellos solos, bebidas y entradas gratis, el sol...》enumeró la chica.

《¿El sol?》pregunté arqueando las dos cejas.

《Sí. Así es como le llamamos al jardín exterior. Solo ellos pueden ir. Aunque una vez, ese jardín, fue para todos. Dicen que Max prohibió la entrada a todos menos sus amigos.》

《¿Por qué iba a hacer eso?》pregunté alzando mis manos.

《Dicen algunas voces que él estaba enamorado de una chica y ahí era donde siempre se reunían.》

《¿Dónde está esa chica? ¿Es con la que estaba hoy al salir de clase?》 pregunté acordándome de la escena de enamorados.

《¡No! Dicen que murió. Por eso Max ya no es el mismo.》se encogió ella de hombros.

《¿Cómo murió?》le pregunté en voz baja.

《Nadie lo sabe. Ella era como él, una pro. Incluso dicen que era la mejor alumna que este colegio ha tenido jamás. Pero un día desapareció. Nadie sabe como.》

《Que triste.》dije imaginándome a Max.

《¡Caramba, Janne! ¡Vaya cicatriz!》exclamó Axel cuando me ajustaba las gafas.

Me miré la mano derecha rápidamente. Odiaba esta cicatriz. Eran un montón de cortes negros por toda mi mano y dedos. Parecían unos tatuajes mal hechos. Nunca supe como me lo había hecho y mi madre me dijo que nací así.

《Lo sé. Son horribles.》dije tapándome la mano.

《¡No te tapes esas marcas! Eso te diferencia a los demás.》

《Ojalá fuera normal.》dije yo triste.

《Aquí nadie es normal. Así que asúmelo con orgullo.》dijo Axel.
《¿Cómo te las hiciste?》me volvió a preguntar.

《Las tuve desde que nací.》me encogí de hombros.

La conversación acabó allí y me sentí cómoda al fin con uno de mis defectos. Pasamos dos horas hablando y fue un poco frustrante cuando me di cuenta que solo pude beber un refresco por día. Cuando pasaron las dos horas, el guardia nos avisó y tuvimos que irnos. Me quejaría si no fuera por que desde mi primer día aquí he tenido más vida social que en toda mi vida en mi pueblo.

Vi desde lejos a Max y sus amigos que antes me encontré en el gimnasio y supuse que eso era "el sol". Reconocí a Eira. El sol parecía bastante guay como para pasar el rato y me entristecí al saber que no podíamos ir. Llegó la hora de la cena y seguí a lo que parecían ser mis nuevos compañeros de habitación.

Nos sentamos en una mesa sextagonal. Poco a poco el comedor se llenó de gente. Divisé a Eira y su grupo caminar hacia una mesa apartada. La cena era aún más mala que la comida. Era un puré de calabacin y un vaso de agua. Lo bueno era, que en el estante de la barra de la cocina habían algunas tarrinas con frutas dentro. Me levanté dispuesta a coger una.

Antes de que pudiera cogerla ya habían unas manos llevandósela. Fruncí el ceño y bajé mi brazo. Genial. Ni fruta puedo comer.

《Lo siento. ¿La quieres?》me preguntó Eira con una sonrisa.

《No, tranquila.》le dije casi yéndome.

《No, por favor. Recuerdo lo... da igual. He comido bastante hoy.》dijo nerviosa poniéndome el postre entre las manos.

Me quedé rígida en el puesto. Max y los otros la miraban confundidos. Me extrañó verla así. Por lo que había visto ella era bastante tranquila y serena. Al saber que ella ya no la quería me fui hacia mi asiento. Cuando me senté, noté la miranda de Antonia fulminantemente. Me giré y le ofrecí un poco de fruta pero su respuesta fue su nariz arrugada.

《¿Por qué tienes el postre de los pros?》me preguntó dudosa.

《Eira me lo dejó.》dije encogiéndome de hombros.

《¿Por qué?》preguntó sin entender.

《Quizás sea buena persona.》dije haciéndole obvio.

No dijo nada más y continué comiendo. Los tres nos levantamos y nos fuimos a la habitación. Axel, Antonia y yo eramos compañeros de cuarto. La chica me ofreció una litera. Escogí la de abajo ya que no me importaba nada, en cambio, ella parecía agradarle. Puse las sábanas nuevas y me cambié. Mi taquilla estaba llena de ropa funcional y un neceser con objetos de aseo.

Cuando volví a la cama me encontré un chico nuevo. Él me miró y sus ojos verdes me miraron fríamente. Quise decirle hola, pero se fue antes que pudiera decirle algo. Me quedé plantada en el suelo hasta que reaccioné. Me tumbé en mi cama e intenté dormir.

☆ J. R. Third ☆

El código olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora