Capítulo 17

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Todo el mundo murmuraba sobre lo sucedido. Yo estaba sentada en las gradas junto a Max. Me sentía la víctima y algunas personas no escatimaron en demostrarlo. Max estaba rabioso porque pronto Felix aparecería en el medio de la sala. Yo en cambio, estaba hecha una bola de nervios. No sabía cómo reaccionaria al verlo. Lo odiaba, pero le tenía un poco de temor ser el centro de atención, así que no quería montar ninguna escena.

《¡Silencio en la sala!》dijo el señor Engen. Todos los profesores estaban sentados en el tribunal. La juez era Dorothea, supongo que lo era por ser la profesora de inteligencia.

Todo el mundo se calló cuando dos soldados vestidos de negro con el logotipo de la organisación impreso en plata caminaban con Felix hacia la silla que había en medio de la sala. Me estremecí enseguida. Max me cogió de la mano fuerte, aunque no sabía si era para calmarme o para que él mismo se controlase. Felix se sentó. Tenía toda la cara deformada y ensangrentada.

《¿Qué le han hecho en la cara?》le pregunté susurrando a Max. Tenía un ojo inflamado y apenas podía verme con él. El labio lo tenía morado y con brechas. Y su cuerpo estaba temblando con un jersey lleno de manchas de sangre.

《Le han dado una lección.》dijo Max escondiendo una sonrisa malvada.

《¿Quién?》le pregunté asustada. Si Felix no estaba muerto era de milagro.

《Eso no importa.》contestó rápidamente y cortante.

Dorothea le leyó unos párrafos muy aburridos sobre las leyes en esta organisación. Explicaron lo que pasó y Kay dijo lo que tuvieron que hacer para poder salvarme. Costó más de lo que temía pero me sentía muy agradecida por sobrevivir gracias a ellos. Pasó una hora más o menos hasta que se sentenció una condena.

《Por el poder absoluto que esta organización me ha dado, los testigos y los testimonios, declaro a Felix Hansen, culpable por intento de asesinato. La condena será el destierro.》sentenció Dorothea. Nunca la había visto tan seria.

Felix empezó a chillar e intentar escapar pero los guardias ya lo habían cogido. Parecía que hubiera perdido el norte. Todo el mundo estaba callado oyendo los gritos de agonía de Felix.

《¿Por qué está tan nervioso? Por fin podrá volver con su familia.》le susurré a Max. Él me miró y se mordió el labio.

《El destierro es el peor de los castigos.》me susurró mirándome intensamente.

《¿Por qué?》pregunté atónita.

《Digamos que la gente que viene aquí, es porque lo necesita. Es el único sitio donde estás a salvo. El destierro significa una muerte lenta y dolorosa.》me explicó levantándose de la silla.

《Eso no tiene sentido. Estamos en Noruega, uno de los países más seguros.》le dije sonriendo vacilante.

《Janne, nadie está mejor que nosotros.》me dijo y por su tono de voz parecía que era algo tan importante como la existencia de la vida. 《Felix morirá por deshidratación, hambre o degollado por caníbales salvajes.》me dijo y se me erizó el vello.

《Max, ¿qué estás diciendo?》le pregunté asustada. No podía creer lo que decía. Yo misma paseaba cada día por mi pueblo con mis hermanos.

《Janne, no tienes que entenderlo. Ahí afuera hay mucho peligro y si tu te fueras como lo va a hacer Felix no vivirías ni una hora.》me dijo cabreado.

《¡Solo digo que no tiene sentido!》grité. Conseguí toda la atención de la sala pero me daba igual. Lo que decía Max parecía típico de un apocalipsis y no iba a tolerarlo.

《¡Pues no me creas!》exclamó él yéndose a paso rápido para que no le pudiera seguir.

《¡Bien!》grité sola. No lo necesitaba y lo que decía era mentira.

Caminé rápido hacia mi habitación y una vez ahí me tumbé en la cama. Miré el sobre que había en mi almohada y lo leí.

Querida Janne Larsen,
Es un honor para mi tenerla en mi clase de Inteligencia y Planificación, pero creo que usted ya está lista para graduarse en esa materia. El examen final tendrá lugar este mismo viernes. Le deseo suerte y perseverancia.
Prof. Dorothea Aasen.

Arrugué la carta y la lancé al suelo. No quería más exámenes que jugaban con tu mente y tus sentimientos. Lo peor de todo era que necesitaba ayuda. Max era muy cabezota y mandón. Necesitaba otro Pro. Entonces, Eira apareció en mi mente. Ella parecía la inteligencia en persona. Me levanté y fui corriendo hacia el comedor.
Allí la encontré hablando animadamente con Kay.

《Hola.》les dije. Los dos me saludaron y me invitaron a sentarme con ellos. 《Eira necesito tu ayuda.》le dije ajustándome las gafas.

《Claro. ¿Qué tengo que hacer?》me preguntó inclinando la cabeza.

《Este viernes tendré un examen de inteligencia. Tu pareces inteligente.》le conté enredándome en mis palabras.

《Lo parece pero no lo es.》se burló Kay pero Eira le dio un codazo.

《Quieres que te ayude a entrenarte.》acabó de decir Eira lo que tanto me costaba.

《Sí, por favor.》dije aliviada. Con ella era todo más fácil.

《¿Qué pasa con Max?》me preguntó curiosa y extrañada.

《Él es muy cabezota...》dije y entonces ambos rieron. Menos mal que me entendieron.

《Tranquila, yo me encargo.》dijo ella parando de reír. 《¿Qué te parece entrenar cada mañana?》me ofreció ella.

《¿Y las clases?》

《Te las doy yo. No hace falta hacer la misma materia dos veces.》me contó como si fuera obvio.

《Max me hacía clases después de las mismas clases.》dije tímida.

《Cómo tu has dicho, él es muy cabezota.》se burló Kay.

《Quizás no tenía tiempo.》concluyó Eira encogiéndose de hombros.

● ● ●

Llevaba toda la semana sin hablar con Max o mis amigos. Las mañanas me las pasaba con Eira y por la tarde estudiaba todo lo que aprendía.
Pronto, llegó el viernes. Si conseguía aprobar me convertiría en una Pro. La sala era la misma en la que había hecho el examen de disparo. Todo parecía lo mismo pero mi traje era distinto. Era un mono blanco con dos líneas en los laterales azules. La señora Dorothea vino con un médico y me inyectaron un líquido azul en el cuello. Después de un simple mareo me coloqué en la pecera. Había una silla como la de los dentistas.

Aún no había sonado la campana pero como no tenia a nadie con quien hablar, no me importaba estar sola. Ví como Max corría hacia el medio de la sala y le susurraba algo a la directora. Ella, con cara de preocupación se fue. Max me miró con una mueca indescriptible. Quise hablar con el pero las piernas me flaquearon.  Ví a la directora regresar y decirle algo a Max y luego, él se fue.

La campana sonó y la puerta de la pecera se cerró herméticamente. Me intenté tranquilizar pero veía doble. Estaba segura que era por el líquido que me habían inyectado.

☆ J. R. Third ☆

El código olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora