8.Irreversible.

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La sonrisa iba a salírseme del rostro, había leído un sinnúmero de veces esas cuatro frases, yo también moría por verla, por sentir sus manos en mi pecho, por ver su radiante sonrisa o por escuchar su linda y curiosa voz. Me debatí largo tiempo entre escribirle, o llamarla, era tarde pero no me importaba.

- Hola, ¿Quién habla? – preguntó al otro lado.

- Hola Kara, es Mike.

- ¡Por fin apareces! ¿Qué sucedió contigo? – habló resuelta mientras yo me sentía nervioso.

- Se me atrofió el cerebro, por dejar de pensar tantos días seguidos.

- ¡Fuiste tú! – Habló emocionada – ¡encontraste la nota!

- Sí, acá la tengo conmigo. Perdón por no haber ido, soy un idiota.

- Tú lo has dicho. Ya estaba preocupada. ¿Está todo bien?

- Ahora que te escucho, mucho mejor – respondí, siendo consecuente a la paz que sentía con solo escucharla - ¿Alguna vez has desayunado una hamburguesa? – pregunté, y sentí su risa al otro lado.

- No, y creo que no lo haría.

- Paso por ti a las siete y vamos a desayunar. ¿Te parece?

- Me parece, hombre hamburguesa.

- Nos vemos mañana comelona, descansa.

- Igual tú. – respondió y logré imaginarme su expresión sonriente.

Fui por un edredón limpio, encendí la calefacción y me acosté en el sofá vestido solo con ropa interior holgada (como era mi costumbre). Tomé el ejemplar de: El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo, uno de mis libros favoritos, y que a veces releía antes de irme a dormir. Pero no pude concentrarme en más de una página y estaba tomando mi teléfono escribiéndole un mensaje:

- ¡Que amanezca rápido!... Ya quiero verte. Mike.

Casi no pude dormir, me sentía demasiado ansioso, todo lo que tenía que ver con ella me trastornaba y a veces no sabía cómo acomodar dentro de mí las cosas que me hacía pensar o sentir.

Me levanté mucho antes de la hora habitual, cansado de dar vueltas en la cama y estuve parqueado frente a su edificio media hora antes del horario pactado. El viento helado me llegaba hasta los huesos, yo frotaba mis palmas enguantadas, buscando calentarme. Decidí bajarme de la moto y caminar un poco para contrarrestar el frío. Unos minutos después la vi aparecer en el fondo de la calle, se veía preciosa, con su pantalón y zapatos deportivos y un jersey varias tallas más grande que su tamaño, un gorro azul de lana a juego con los guantes, y los más lindo de todo, esa espectacular sonrisa de reconocimiento que desde lejos se veía. A su lado la gran danés con la que la había visto antes, acompañaba su trote.

- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó, al tiempo que se sacaba sus audífonos.

- Hola buenos días, yo muy bien ¿Y tú?

Me sonrió abiertamente y se acercó a darme un beso en la mejilla, con solo su cercanía, con percibir su aroma, toda mi ansiedad desaparecía.

- Hola Mike, buenos días, apuesto a que aún no son las siete, ¿Qué haces aquí tan temprano?

- No podía dormir, así que salí de la cama y aquí me tienes. Bueno aparte de que en realidad quería verte. – Sonrió y vi cómo comenzaba a subirle el color al rostro - ¿Cómo se llama? – pregunté en dirección a la perra.

Libremente tuya (Segunda parte de la serie libre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora