Efectivamente funcionó. Lo supe con la mirada que me lanzó, entrelazó sus dedos e hizo traquear sus coyunturas al tiempo que hacía estiramientos de su cuello preparándose para la lucha. Su actitud era amenazante y estaba tan increíblemente seria que yo no pude evitar reírme.
- ¿Preparada? – pregunté tomando mi hamburguesa con las manos al tiempo que ella también lo hacía.
- Más de lo que crees – respondió retadora.
- Tres... dos... uno...
Y todo fue una locura, apretó su hamburguesa y empezó a dar tales mordiscos que no pude evitar reír, el kétchup le rodaba por el mentón, y goteaba hasta su abrigo pero no le importaba, ella solo mascaba con decisión y yo estaba siendo inevitablemente el perdedor porque la risa de verla así no me dejaba tragar, sentía que me ahogaría si lo hacía, y para ella ver que llevaba la delantera, era un impulso adicional.
- ¡Una cerveza a la chica! – gritó un hombre a nuestro lado y la locura fue en aumento.
Se abrieron las apuestas y pronto todo fue un alboroto alrededor de nuestra mesa, así que paré de reír y le entré a la competencia con ganas, las hamburguesas eran bien grandotas y realmente dudaba que ella fuera a poder acabársela, pero con los vítores de sus crecientes admiradores, todo apuntaba a que por más que me esforzara iba a ser el perdedor.
- ¡Gané! – Gritó poniéndose de pie y dando un golpe en la mesa, mientras que el chico de la cerveza, levantaba su mano como un juez de boxeo.
Todos aplaudían y como el buen perdedor, me levanté e hice una pequeña reverencia, a esa hermosa sonrisa llena de migas de pan.
- No estuvo tan mal hamburguesa para la primera cita, ¿o sí? – le dije cuando íbamos saliendo del pub, luego de soportar el abucheo de todos cuando ella a mucho honor y haciendo aspavientos de su victoria pagó la cuenta con orgullo.
- ¡Estaba deliciosa, no fue ningún sacrificio! – dijo colgándose de mi brazo con naturalidad, y encajó tan bien a mi lado que sentía que ella estaba diseñada justo para eso.
- Bueno, pasaste la prueba con honores, ya puedes llamarte mi amiga.
- ¡Qué gran honor! – Dijo con sarcasmo y yo reí – ahora solo falta que tú pases tu prueba – abrí la boca divertido pero no salió nada de mi boca, no tenía derecho de protestar.
- Está bien, ¿y puedo saber de qué se trata? – pregunté encendiendo la moto de nuevo.
- Noo, - dijo moviendo su boca de una forma tan odiosa y a la vez provocativa que tuve que dejar de mirarla – cuando menos lo imagines te llegará, no quiero que te prepares.
- Está bien. – le devolví la sonrisa y luego pregunté: - ¿A dónde quieres que te lleve?
- A casa por favor – respondió acomodándose en la parte de atrás de la moto con una familiaridad encantadora.
- ¿Recuerdas dónde queda?- preguntó gritando cuando ya había puesto la motocicleta en marcha.
- Por supuesto – respondí a gritos girando un poco para alcanzar a verla.
- Bueno pues ya no vivo allá. – Volvió a gritar causando que me riera y disminuyera un poco la velocidad – sólo quería ver si lo recordabas. – La adivinaba sonriente por su tono, pero no lograba verla ni por los espejos. Mi chaqueta era mucho más grande y solo lograba ver sus uñas pintadas de violeta, pegadas a mi pecho.
En medio de unas cuantas señalizaciones logré llegar a su nuevo edificio. Ni cuenta me di cuando se bajó, seguía absorto en el tamaño y la ubicación del nuevo apartamento, no había cómo compararlo con el anterior, éste era mucho más grande, moderno y mejor ubicado.
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Libremente tuya (Segunda parte de la serie libre)
RomanceNo amas a alguien por su apariencia, o su ropa, o por su carro costoso. Si no, porque canta una canción que solo tú escuchas. ¨Oscar Wilde¨ La libertad es ese preciado tesoro que todos necesitamos y anhelamos, pero que solo extrañamos cuando lo sen...