27. No, mientras estuviera vivo.

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Cinco años después...

El calor del incipiente verano, hacía que tuviera la ropa pegada al cuerpo. Los rayos del primer sol de la mañana, penetraban mi piel haciendo que los brazos me picaran, pero era la mejor sensación que podía sentir porque siempre me recordaba los momentos compartidos con K' en esta playa, justo así, viendo el amanecer.

La diferencia es que ahora, veía, en la misma playa, el mismo amanecer, pero sin ella.

Desde que fuimos padres su tendencia a madrugar fue desapareciendo hasta que se extinguió, hasta que esa bonita costumbre de salir a fotografiar el amanecer fue remplazada por quedarnos los tres metidos en la cama, si no era durmiendo era viendo alguna serie de dibujos animados.

Y la verdad, no podía quejarme, era maravilloso, perfecto. La mejor manera de empezar una mañana.Pero hoy, me sentía demasiado ansioso y a tomar esa decisión, además de la única que lograba controlar la ansiedad que el tema me generaba, pero también me preocupaba la forma en la que ella pudiera tomarlo.



-    ¡Papá, papito! – gritaba en la orilla el ser que más amaba en el mundo – ven por mí, también quiero nadar – decía con esa dulce vocecita que amaba, mientras su mamá, con el cabello al viento como siempre, me enviaba besos.

Nadé rápidamente, y corrí hasta encontrarme justo a su lado.

-    ¿Quién es la princesa de papá? – pregunté y ambas gritaron ¡yo! Y luego comenzaron a reír.



Aún puedo recordar con facilidad ese día. Las palmas me sudaban y Kara se reía de mí todo el tiempo camino a la ecografía. No recuerdo algún otro día de mi vida en el que hubiese estado más nervioso. Escuchar el latido de su corazón fue la mejor música que alguna vez llegara a mis oídos, saber que era fruto de el profundo amor que Kara y yo nos profesábamos, y ver cómo crecía saludablemente en su interior, era la mejor sensación de esperanza de mi vida.

-    ¡Será una niña! – anunció el doctor, y Kara inmediatamente comenzó a llorar de emoción y yo no pude hacer más que unírmele.

-    Alana – dijo K' emocionada sin dejar de abrazarme – si te parece bien, quiero que se llame Alana, como tú madre.

-    Alana será – respondí, conectando nuestras miradas, y sintiendo como de nuevo, la energía circulaba entre nosotros, con esa clara e íntima conexión en la que las palabras sobraban, en la que no había necesidad de hablar, porque cada uno sabia firmemente lo que el otro pensaba y sentía. Y es que nadie en la vida iba a conocerme y ha hacerme más feliz que mi esposa, no sólo en ese momento, sino cada día de ahí en adelante.



-    Buenos días dormilonas – dije a ambas besando primero a K' y luego a Alana y arrastrándolas conmigo al agua a pesar de la mañanera resistencia de K'.

-    Mira papá – hablaba Alana, para luego meter la carita bajo el agua – ya no me da miedo hundirme – decía volviendo a salir, con los ojitos apretados y agarrada del cuerpo de K'.

-    ¡Qué valiente eres mi pequeña! – le decía yo, pero por dentro me reía viendo como el agua le llegaba solo hasta las rodillas.

-    Estás extraño esta mañana cielo – afirmó K', con su mirada de "nada se me escapa" – es más, desde esa misteriosa llamada de ayer algo te sucede.

-    Alana, mi amor, ¿y si hacemos un castillo? – dije buscando distraer a la niña que nos miraba atenta.

-    ¡Sí! – gritó saliendo a paso rápido del agua.

Libremente tuya (Segunda parte de la serie libre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora